Me escribe Félix indignado y no le falta razón. Naturalista experto en murciélagos, se ha encontrado con un programa de televisión en la Cuatro, Frank de la jungla, que le ha puesto los pelos de punta. Es la segunda temporada del famoso Frank Cuesta, un tenista leonés que se presenta como herpetólogo sólo porque le encanta atrapar serpientes en Tailandia, donde vive desde hace años.
En esta España nuestra de belenesestebanes y jorgejavieres se ve que hacía falta un aventurero capaz de emular a Rodríguez de la Fuente de la forma más chusca y chapucera. Y ahí lo tienen ustedes, explicando sin sonrojarse que los grandes murciélagos frugívoros son ratones gigantes con alas (¿roedores?) y que el «falso vampiro» es un animal de siniestro nombre y «rasgos humanoides» que vive en cuevas inexploradas. Este último muy difícil de cazar para los científicos, pero no para este pseudocientífico que muestra lo fácil de su captura utilizando contra los indefensos animales pistolas eléctricas. Algo que en España ni se habría atrevido a proponer pues habría acabado frente al juez.
Estas y otras barbaridades, como golpear serpientes contra el suelo entre gritos histéricos, se muestran con despreocupación aventurera en la nueva telebasura de los documentales de la naturaleza, presentados bajo el epígrafe de «alucinante viaje al fondo de la tierra» ¿No será al fondo de la incultura?
El tal Frank y su equipo de filmación deben desconocerlo, pero las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP), la Convención sobre la conservación de las especies migratorias de animales silvestres (CMS) y el Secretariado del Acuerdo para la conservación de las poblaciones de murciélagos europeos (EUROBATS) se han unido para celebrar en 2011 el Año Mundial de los murciélagos. Como recuerda la Asociación Española para la Conservación y el Estudio de los Murciélagos (SECEMU), este evento internacional pretende divulgar la importancia de la conservación de tan increíbles y beneficiosos mamíferos voladores. Pero con cabeza y conocimiento, no con sensacionalismo inculto.
Tantos años de educación ambiental para acabar viendo a unos bárbaros aterrorizando animales con una pistola. Y lo que es peor, con la friolera de tener 1,2 millones de espectadores prendados por este salvaje.
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