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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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Los gamos se comen un bosque milenario

Es la última selva europea, un bosque de leyenda en una tierra legendaria donde las personas más ancianas afirman sin pestañear que allí, entre las raíces de alguno de esos tejos milenarios (y hay cientos), se esconde el fabuloso tesoro abandonado por los moros tras su derrota en Covadonga.

La tejeda más grande del mundo, 8.000 tejos (Taxus baccata) agazapados en un inaccesible macizo calizo con vistas al mar Cantábrico, será próximamente declarada por el Principado de Asturias Monumento Natural, la joya del nuevo Paisaje Protegido de la Sierra del Sueve.

Pero ni su protección, ni el estar catalogada como Lugar de Importancia Comunitaria (LIC), va a salvar a esta impresionante tejeda, más bella y extensa que las más famosas de Irlanda e Inglaterra, de una lenta agonía. Porque ese bosque primario único está siendo asesinado por una gigantesca manada de gamos (Dama dama), allí llevada artificialmente sólo para satisfacer las aficiones venatorias de un selecto grupo de cazadores.

Sí queridos amigos. Os parecerá mentira, pero los gamos se están comiendo la tejeda del Sueve. No a los ejemplares gigantes, tan duros e inmensos como las rocas, pero sí a sus hijos, inexistentes desde hace 50 años. Y sin descendencia no hay futuro.

Esos herbívoros no son como los bellos asturcones que corren por las praderas. Son unos recién llegados. Hacia 1960 se trajeron 50 del coto del Palacio de Riofrío (Segovia), y les ha ido tan bien que, a pesar de los disparos, son ahora más de un millar. 1.000 bocas hambrientas para las que los brinzales de tejo son un manjar irresistible. 4.000 patas pisoteadoras, en un paraíso donde los lobos, sus predadores naturales, han sido sustituidos por las escopetas.

Como nuestros políticos son siempre tan políticamente correctos, han decidido que entre las 150 cabezas que reclaman como máximo botánicos y ganaderos, y el millar defendido por los cazadores, lo justo es mantener entre 400 y 700 ejemplares. Suficientes para que nuestra maravillosa tejeda siga siendo devorada poco a poco.