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Un perro mata al urogallo Mansín

¿Se acuerdan de Mansín, el urogallo loco? Era uno de los últimos ejemplares cantábricos de este extraordinario gallo de monte (Tetrao urogallus) en grave peligro de extinción que, empujado por un extraño comportamiento totalmente antinatural, abandonó los bosques del Parque Natural de Redes para buscar novia por las calles de los pueblos del oriente asturiano.

Malas noticias. Mansín ha muerto.

Un perro acabó con facilidad con tan confiada ave, mientras ésta daba uno de sus habituales paseos por las calles de Tarna (Concejo de Caso, Parque Natural de Redes). Un perro que, repentinamente, se ha quedado sin dueño que se responsabilice del daño.

Al menos, la necropsia detalla que el ave presentaba mordeduras que afectaron al aparato respiratorio «ocasionándole una muerte rápida».

El urogallo se había convertido en la gran atracción turística de la zona. Incluso tenía a dos agentes de Medio Ambiente como guardaespaldas personales, precisamente para evitar que algo así le pudiera pasar. No pudieron impedirlo.

En el último año y medio había sido visto en siete pueblos distintos del concejo de Caso. En ese tiempo, los servicios de la Consejería de Medio Ambiente del Principado de Asturias lo habían capturado en diez ocasiones para intentar su reintroducción en el medio natural pero, ostinadamente, el pájaro siempre volvía a dejarse ver de nuevo por las calles, ajeno a los peligros de perros y coches.

Lo lógico hubiera sido haberlo recogido en el futuro centro de cría en cautividad de urogallos que se ha construido precisamente en Redes. Allí habría podido demostrar sin peligro sus excelentes condiciones reproductoras. Pero ya lo saben, la Administración se mueve lento. Las instalaciones no están todavía inauguradas.

Dentro de unos meses el Principado autorizará la captura de los hermanos de Mansín para tratar de salvar a un urogallo que se nos va de las manos por culpa de la destrucción de su hábitat.

Demasiado tarde para evitar la muerte de este macho al que el estrés del peligro de extinción volvió loco. Y quizá también para salvar a la especie.

El urogallo «Mansín» baja a ligar al pueblo

Fue ayer la noticia del día en Asturias, la estrella del periódico La Nueva España. Un macho de urogallo (Tetrao urogallus) extrañamente confiado decidió abandonar sus hayedos de montaña para darse un garbeo por las calles del pueblo de Tarna (concejo de Caso, 93 habitantes), en el Parque Natural de Redes. El pájaro no sólo iba a mirar. Bajó hasta la aldea a buscar novia. Empujado por la testosterona, abrió el espectacular abanico de su cola blanquinegra y comenzó a reclamar en busca de urogallinas (pues como todo gallo es polígamo), ajeno a la expectación despertada en el pueblo, cuyos vecinos le han apodado con acierto «Mansín». Como explicó una sorprendida vecina:

«Se mueve por todo el pueblo como Pedro por su casa, no le espantan ni la gente ni los perros».

¿Le resulta gracioso? Puede parecerlo, pero en realidad este comportamiento tan inusual, extremadamente dócil, encierra una gravísima evidencia: el urogallo cantábrico se extingue.

Normalmente ariscos, los expertos llaman «locos» a estos ejemplares mansos que, cada vez con más frecuencia, aparecen en los límites de su área de distribución. Y los relacionan con la creciente reducción y fragmentación de sus poblaciones, aisladas en unos limitados hábitats de alta montaña fuertemente alterados por la mano del hombre, y también más empobrecidos por culpa del cambio climático. Lo mismo ocurrió en los Alpes, donde la aparición de dichos comportamientos fue seguida por la extinción de la especie.

En España tenemos dos subespecies diferentes, la pirenaica (aquitanicus) y la cantábrica (cantabricus), pero es esta última la que se encuentra en estado más crítico. En los últimos 20 años sus poblaciones, únicas en el mundo, han pasado de contar con un millar de ejemplares a menos de 500, repartidos entre Asturias, León y Cantabria, tras extinguirse recientemente en Galicia y Palencia.

Así que ya lo ven, la aparición de «Mansín» es una mala noticia. Lo único positivo es que se ha convertido en toda una atracción turística, cuando hace unos pocos años habría acabado rápidamente en una cazuela.

En esta fotografía de Carmen Casal (LNE), el urogallo «Mansín» se pasea frente al bar del pueblo de Tarna.