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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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La especulación española llega al Sáhara

Desde hace una semana Canarias está conectada al Sáhara por barco. Han hecho falta 32 años desde nuestra vergonzosa descolonización de esos territorios para que vuelvan a recuperarse las comunicaciones perdidas, pero no la libertad de un país que de la bota militar española ha pasado a la todavía más férrea bota militar marroquí.

El Assalama es un viejo paquebote de la Naviera Armas, de capital canario pero bandera de conveniencia panameña. Une Puerto del Rosario, en Fuerteventura, con Tarfaya, la antigua capital de Cabo Juby, la olvidada Villa Bens, entregada a Marruecos en 1958 tras la Guerra de Ifni. Cuatro horas de travesía para salvar los 100 kilómetros de distancia, mil veces surcados por las pateras, cientos de veces salpicados con la sangre de tantos náufragos inocentes.

En la polvorienta ciudad de 4.000 habitantes, semienterrada en las arenas del desierto y la incuria marroquí, la llegada del barco se celebró como en Bienvenido Mister Marshall. Nosotros éramos aquí los americanos “guapos y sanos” y el wali hacía de Pepe Isbert “como alcalde vuestro que soy…” Se plantó una jaima de recepción, ondearon banderas multicolores y las mujeres nos regalaron rosas. Siguiendo el guión de Berlanga, muchos nos trajeron sus listas de deseos de prosperidad a la sombra de esos euros que se supone nos salen por las orejas y regalamos a manos llenas.

Como soñar es gratis, todos sueñan. Los saharahuis y marroquíes con salir de la pobreza. Los españoles con dar el pelotazo y forrarnos.

La naviera tiene la concesión en exclusiva del puerto durante 25 años. La empresa está participada por canarios y marroquíes, quienes con ayudas de la Unión Europea han ampliado el puerto y ahora preparan un polígono industrial de 80.000 metros cuadrados. También han aterrizado las constructoras, de la mano de un polo turístico que pretende levantar junto a sus inmensas playas 10.000 camas en los próximos cinco años, hacer un puerto deportivo para 360 atraques e incluso un lago artificial. Paralelamente, los listillos han comenzado a comprar casas, disparando los precios en este villorrio sin alcantarillado, ni aceras ni hospital, con las ruinas del antiguo cine español y un pequeño museo dedicado a Saint-Exupéry (el de El Principito) como única oferta cultural. Las viviendas han pasado así en un año de valer 10.000 euros a costar 50.000. Es nuestra desinteresada aportación al desarrollo en el Tercer Mundo. Y como en la película les enseñaremos a cantar:

«Los españoles han venido,

olé salero, con mil regalos,

y a las niñas bonitas

van a obsequiarlas con aeroplanos,

con aeroplanos de chorro libre

que corta el aire,

y también rascacielos, bien conservaos

en frigidaire .»

El buque Assalama, fondeado en el puerto de Tarfaya junto a los barcos sardineros.

Autoridades marroquíes esperan impacientes el atraque del barco, la primera conexión marítima de viajeros del Sáhara con Europa.

Muchos españoles se han lanzado ya a comprar casas en Tarfaya, prometiéndose un buen negocio especulador gracias a los futuros proyectos de desarrollo turístico de la localidad. Calles y viviendas muestran mientras tanto el aspecto desolador de décadas de abandono e incuria.

Las playas en Tarfaya son gigantescas, salvajes, surferas y peligrosísimas.