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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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Las bombas biológicas empiezan a explotarnos

Vivimos en un mundo global con problemas globales. Económicos pero también medioambientales. De estos últimos las especies invasoras parecen un mal menor, algo anecdótico resultado de la permeabilidad de las fronteras. No nos damos cuenta de su terrible efecto. Son bombas biológicas que nos estallan en las manos, empobreciendo la biodiversidad y provocando gravísimos daños. Como el mejillón cebra, un recién llegado a España capaz de atascar todo tipo de conducciones de agua, responsable de pérdidas anuales en nuestro país superiores a los 100 millones de euros. Y encima no es comestible.

El mosquito tigre y sus dolorosas picaduras nos han expulsado de los jardines. Cataluña secará la mitad del delta del Ebro para combatir una plaga de caracol manzana que amenaza los arrozales. El picudo rojo está matando decenas de miles de palmeras y ha empezado a triturar el Palmeral de Elche, Patrimonio de la Humanidad. La serpiente real de California invade Gran Canaria y amenaza al lagarto gigante canarión. El visón americano acaba con el europeo, además de con otros mamíferos autóctonos e incluso colonias enteras de aves en peligro de extinción. La hormiga argentina se lo come todo. La uña de león liquida la frágil vegetación de los sistemas dunares. El cangrejo chino, el señal y el americano terminarán por extinguir a nuestro cangrejo autóctono. El erizo de lima arrasa los fondos marinos de Canarias. Por no hablar de la interminable lista de especies exóticas traídas como singulares mascotas y que, tras ser abandonadas, se han convertido en la pesadilla de los ecosistemas: pitones, mapaches, coatíes, iguanas, tarántulas, escorpiones,… En España ya hay unas 1.400 especies, entre plantas y animales, que no son autóctonas. Una cifra en rápido y preocupante aumento.

Contra estos destructores biológicos sólo hay una solución, evitar su llegada. Pero no se hace. Luego,transformados en plaga, es ya tarde y poco o nada podemos contra ellos. Tan sólo contemplar su avance imparable contra el medio ambiente y nuestras economías.

Si os interesa este preocupante tema, no os perdáis Invasores, un gran documental escrito y dirigido por el naturalista Luis Miguel Domínguez. Dos años de trabajo para retratar cuántos y quiénes son estas especies recién llegadas, dónde están y cómo viven, a través de un excitante recorrido por la geografia española que saca a la luz un drama ambiental de dimensiones catastróficas.

Se estrena hoy viernes, 5 de noviembre, a las 22 horas, en Madrid, en el Pequeño Cine Estudio. Calle de Magallanes, 1. (Metro Quevedo).

Como aperitivo, os dejo a continuación el trailer del documental.

En la fotografía superior, uno de los cientos de miles de caracoles manzana que han invadido el delta del Ebro poniendo en peligro las cosechas de arroz. Tan grande como una manzana, de ahí el nombre. Qué miedo.

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Cazando serpientes pitón con el pie

Un vídeo en Internet me ha dejado hoy entre asombrado y preplejo. Es el método de caza más osado de cuantos ha desarrollado el hombre en su historia. Lo practican en Camerún para atrapar gigantescas pitón de Seba o africana (Python sebae), una de las serpientes más grandes del mundo, capaz de matar y zamparse un antílope en media hora. Sin embargo, cuando sus madrigueras son localizadas por la gente, el asesino se convierte en víctima, pues su carne es muy apreciada. Para ello utilizan toda clase de trampas, algunas más parecidas a la pesca. Ponen la carnada frente a la hura y esperan tranquilamente a que pique. ¿El cebo? El mejor es uno mismo.

No os cuento más, tan sólo os invito a ver este escalofriante vídeo en francés (dura 4,28 minutos), y luego me decís lo que os ha parecido. También podéis leer más sobre el tema en blogonoco.

Personalmente a mí me ha puesto la carne de gallina. Pobre animal, quizá con más de 20 años de edad, morir así. Pero en muchos lugares de África o matas o te matan. Y hasta las grandes pitones son allí una importante fuente de proteínas con las que combatir el hambre.

¿Es cultura gastronómica comer serpientes vivas?

Asqueroso. Resulta imposible ver este vídeo en You Tube sin sentir tantas náuseas como horror y pena.

Un extraño concurso de cocina en China donde la pericia de los cocineros consiste en preparar los platos a tal velocidad que, cuando los sirven, los pobres animales están aún vivos o con sus trozos en inútil movimiento.

Hace un año os puse en La Crónica Verde un espeluznante documental sobre el despelleje, aún vivos, de perros mapache o Tanukis (Nyctereutes procyonoides) en las granjas de peletería de una provincia china. Las terribles imágenes han recibido ya más de 200 comentarios, todos horrorizados por ellas.

Algunos dirán que tengo manía a los chinos. En absoluto. Admiro su cultura milenaria, un patrimonio de una riqueza incomensurable. Pero no puedo aceptar algunas costumbres que, como estas maneras de cocinar tan sumamente crueles, resultan injustificables hoy en día. ¿Serías capaz de comerte una serpiente que aún se mueve en tu boca? Seguro que no.

Es verdad, nosotros también hacemos barbaridades culinarias como comernos las ostras crudas con tan sólo unas gotas de limón, pero al menos son moluscos sin un sistema nervioso tan complejo como el de un reptil. Esas serpientes y pescados sufren ¿para qué? Para darnos un supuesto placer gastronómico. Resulta terrible. ¿No se podrá hacer algo para detener esta salvajada?

El canibalismo en serpientes alivia la depresión post parto

Suena sorprendente, pero lo acaban de descubrir investigadores españoles, americanos y mexicanos: las hembras de serpiente de cascabel (Crotalus polystictus) ingieren de media el 11% de la masa postparto (sobre todo, huevos y crías muertas) para recobrar energías para la próxima reproducción.

No es lo mismo, pero apoya la idea de muchas mujeres que, como ya os comenté una vez, se comen su propia placenta tras el parto por las mismas razones, recuperar fuerzas y alejar depresiones.

Pero estábamos hablando de las serpientes de cascabel, de las que hasta ahora se desconocía tal comportamiento. Como explican a SINC Estrella Mociño y Kirk Setser, los autores principales del trabajo e investigadores de la Universidad de Granada junto a Juan Manuel Pleguezuelos,

“Una hembra de serpiente de cascabel caníbal puede recuperar la energía perdida para la reproducción sin tener que buscar alimento, una actividad peligrosa que requiere tiempo y gasta muchas energías”,

El estudio, publicado en el último número de la revista Animal Behaviour, demuestra que el comportamiento caníbal de esta especie es el fruto evolutivo de su alimentación, puesto que las presas permanecen muertas un tiempo antes de ser ingeridas por la serpiente.

Muchas aves se comen las cáscaras de los huevos de sus crías recién nacidas para recuperar los niveles perdidos de calcio. Ahora vemos que los reptiles también hacen algo parecido. Entre los mamíferos es muy común esto de comer placentas. Y a pesar de todo, estas prácticas alimenticias me siguen produciendo repelús. ¿No os pasa algo parecido a vosotros?