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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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2.000 años esperando a nacer

Mírenla en la foto. Una pequeña planta de palmera datilera (Phoenix dactylifera) creciendo en una sencilla maceta de plástico.

Mírenla bien de nuevo. Está algo amarillenta, como cansada. Vieja a pesar de su juventud, falta de fuerza.

Es lógico. Ha tardado 2.000 años en nacer. Acaba de ver la luz y ya es la planta viva genéticamente más vieja del mundo.

Tiene además raíces bíblicas, podríamos decir que es de sangre azul, pues procede ni más ni menos que del palacio que el rey Herodes I el Grande (el de la matanza de los inocentes) tenía en la fortaleza de Masada, en el desierto de Judea (Israel).

Las semillas, humildes dátiles, estaban almacenadas para dar de comer a reyes o esclavos, pero acabaron olvidadas bajo el peso de los siglos hasta que en 1964 unas excavaciones arqueológicas las sacaron a la luz. Secas, magras, como momificadas, pero milagrosamente enteras. Las últimas de unos míticos palmerales que cubrían la región del Mar Muerto, todos ellos ahora extinguidos.

Recientemente, investigadores israelíes han logrado algo imposible, hacerlas germinar, darles la oportunidad de convertirse en grandes árboles que puedan mecerse con el viento y perpetuarse por fin tras dos milenios de espera. Lógicamente bautizada Matusalén, los expertos acaban de presentarla en sociedad por todo lo alto, en la revista especializada Science.

El equipo sembró el 19 de enero de 2005, en el año nuevo judío dedicado a los árboles, tres semillas de dátil, de las que una germinó, para alegría de los científicos.

A la directora del estudio, Sarah Sallon, le interesa sobre todo comprobar si esta antigua especie de palmera datilera realmente tiene propiedades curativas, tal como se le atribuían en la antigüedad. “Se suministraban en casos de vómitos de sangre, lo que implicaba tuberculosis, así como en casos de problemas de estómago y de diarreas”. También se la usaba a menudo para tratar tumores e infecciones.

No se sabe todavía si Matusalén es hembra o macho, algo que sólo se podrá comprobar en tres o cuatro años. “Si es una palmera hembra se la podría fecundar con el polen de una palmera moderna masculina”, explica Sallon. Otra posibilidad es tratar de criar una palmera macho de otras semillas antiguas.

Vuelvo a mirar la foto, el retoño creciendo en esa maceta comprada en un centro comercial, seguramente fabricada en China, y sigo sin creérmelo. 2.000 años aferrada a una esperanza y ahí está ahora, como una moza ilusionada ante un espléndido futuro.

Por algo en la Antigüedad la palmera era considerada «el árbol de la vida».