La crónica verde La crónica verde

Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

Entradas etiquetadas como ‘sahara’

El san Blas cigüeñil se adelanta cuatro meses

Ciconia

Las primeras cigüeñas blancas cruzan estos días el estrecho de Gibraltar en pequeños grupos, me cuenta mi amigo y experto biólogo de la Fundación Migres Alejandro Onrubia. ¿Para pasar a África? ¿Tan tarde? Pues no. Tan pronto. Porque las patilargas están de vuelta, de regreso a España.

Concluido el periodo de nidificación, con la llegada de los calores de julio emprendieron un larguísimo viaje hacia el sur, cruzaron el mar, atravesaron Marruecos y después el desierto del Sáhara en busca de, como decía Félix Rodríguez de la Fuente, “sus cuarteles de invierno”. Pero en realidad ese retiro apenas fue veraniego y otoñal.

Justo cuando empiezan los primeros fríos, las primeras cigüeñas tempraneras regresan a la península Ibérica. “La naturaleza se ha vuelto loca” dirá más de uno. Pues tampoco. Derrotado el viejo refrán de “Por san Blas (3 de febrero) la cigüeña verás”, desde hace décadas son normales estas avanzadillas en octubre, casi 4 meses antes de lo previsto.

Resulta evidente. El viaje ya no les compensa. Huyen del hambre y no del frío como pensábamos. Miles de ellas ni siquiera eso. Se apuntan a los vertederos y pasan de viajar. O se hacen sorprendentemente urbanas como las del madrileño barrio de Vallecas. Allí, y para asombro del vecindario, cientos de blanquinegras se han encariñado con antenas de televisión, luminosos y voladizos, industriales atalayas convertidas en pajariles dormideros. Las vi esta semana y me quedé maravillado.

Su aparición coincide en el tiempo con la llegada, estos sí, de nuestros turistas invernales. Grullas, ánsares y milanos reales abandonan los fríos nórdicos en busca de buen clima y mejor campo. Son los heraldos del invierno, como recuerda un refrán que, éste me temo que acertado, asegura:

“Grullas en el cielo, carbón en el brasero”.

Otras entradas relacionadas:

Llega a Madrid uno de los árboles más raros del mundo

Acabo de regresar a casa tras un emocionante viaje a Madrid, donde he tenido el privilegio de asistir a la plantación de uno de los árboles más raros del planeta. Se trata del ciprés del Sáhara (Cupressus dupreziana), uno de los escasos descendientes de los 231 ejemplares que aún quedan vivos en el mundo, la mayoría de ellos con más de 2.000 años de edad.

Se trata de una especie en grave peligro de extinción, originaria del altiplano del Tassili n’Ajjer, en Argelia, cuya edad milenaria se relaciona con los míticos bosques anteriores a la llegada del desierto y con una extraordinaria cultura neolítica desarrollada a su sombra hace 8.000 años. En la actualidad constituye una población arbórea única y aislada, alejada cientos de kilómetros de los árboles más cercanos, localizada en un entorno único declarado Parque Natural y Cultural, Patrimonio de la Humanidad y Reserva de la Biosfera.

El espécimen es una donación del Instituto para la Protección de las Plantas (IPP) de Florencia, gracias al proyecto europeo del ciprés «CypFire» del programa MED que desarrolla el Departamento de Árboles Monumentales de la Diputación de Valencia, y la colaboración del Observatorio de Árboles Singulares de la Fundación Félix Rodríguez de la Fuente.

¿Dónde pensáis que hemos plantado esta joya? No hay duda, en el Real Jardín Botánico de Madrid, uno de los más importantes del mundo y que gracias a esta primavera lluviosa luce ahora más bello que nunca. Lo podéis ver cuando queráis por debajo de la Terraza de los Laureles, donde están los famosos bonsáis de Felipe González, y junto a la colección de agaves americanos.

Como madrina para tan singular acto tuvimos la suerte de contar con la siempre entusiasta y querida amiga Odile Rodríguez de la Fuente, hija del admirado naturalista, quien recibió el retoño con la misma emoción que sentimos nosotros al entregárselo. No lo veremos, pero ojalá aguante vivo varios miles de años como sus primos del desierto.

En la imagen superior, Odile Rodríguez de la Fuente planta el retoño de ciprés siguiendo las indicaciones de Mariano Sánchez, vicedirector del Real Jardín Botánico de Madrid, y del jardinero Eustaquio Bote (Foto: Jose Moya). Sobre estas líneas, uno de los viejísimos ejemplares que aún subsisten en el desierto argelino del Sáhara.

**Comparte con tus amigos este post:

Bookmark and Share

Nos hacemos africanos

¿Es este calor normal? ¿Lo fueron un invierno y primavera tan lluviosos? Dice el refranero que “frío en invierno y calor en verano, eso es lo sano”. Añade nuestra propia experiencia que julio es siempre el mes más caluroso del año. Pero si preguntamos a nuestros mayores nos asegurarán que “esto no es normal”, que “antes no era así”. Lo corroboran nuestros científicos tras confirmar la exactitud de sus modelos de predicción del cambio climático. El planeta se está recalentando.

En nuestro país la evidencia tiene un efecto terrible: el desierto del Sáhara ha cruzado el Estrecho de Gibraltar extendiéndose poco a poco por toda la vieja piel de toro, haciéndola cada vez más africana.

No llega solo. Le acompañan un buen número de especies del vecino continente, especialmente aves, al tiempo que las más norteñas como los urogallos desaparecen. La lista de pájaros que nunca antes habían criado en Europa empieza a ser preocupantemente extensa, desde el buitre moteado propio de las sabanas africanas o el corredor sahariano, hasta el busardo moro, los vencejos cafre y moro, y los ya comunes elanios azules.

Sales al campo y los pájaros te demuestran lo inevitable, nos estamos haciendo africanos. Como el camachuelo trompetero (Bucanetes githagineus), una especie de gorrión desertícola de color rosado y pico de coral de reclamo estridente. En 1972 se documentó por primera vez su reproducción en España, concretamente en Almería. Hoy hay más de 800 parejas en Andalucía, Murcia o Alicante, y la especie sigue en imparable expansión. El último lugar en colonizar ha sido el desierto de Los Monegros, donde esta misma semana se acaba de hacer público el nacimiento de los primeros pollos aragoneses. En el más puro estilo bíblico las trompetas de su canto, cada vez más cotidianas, nos anuncian lo inevitable. El fin del mundo climatológicamente estable ha llegado; el desierto ya está aquí.

**Comparte con tus amigos este post:

Bookmark and Share


El árbol más solitario y gafe del planeta


Esta es una historia curiosa si no fuera por la profunda tristeza que provoca. Tampoco es reciente. Trata de un árbol, un único árbol, el más solitario y aislado del planeta. También el más gafe. No había otro en 400 kilómetros a la redonda. Sobrevivía en el desierto del Teneré, en Níger, y era una acacia.
Teneré significa en el idioma tuareg “el desolado, y es el desierto del desierto del Sahara, su área central y más árida. Allí donde la vida es prácticamente imposible subsistía el desamparado árbol, el último superviviente de los viejos bosques que durante milenios poblaron las ataño fértiles llanuras del Sahara, expulsados por la sequía de un desierto en implacable avance.

Era faro natural en medio de un mar de arena, punto de referencia obligada para las caravanas de camelleros, emblema de vida en mitad de un paisaje de muerte. Su secreto estaba en la potencia de las raíces, capaces de llegar hasta un pequeño acuífero fósil localizado a 35 metros de profundidad. Incluso florecía todos los años, en un intento desesperado por perpetuarse tan inútil como maravilloso.
Pero llegamos nosotros y nuestros locos cacharros. 25 años después de descubrirlo para el mundo occidental, el explorador y etnólogo francés Henry Lhote se encontró en una segunda visita con que un camión le había desgajado uno de sus dos troncos. Y no se lo podía creer:

“El tabú, el árbol sagrado, el único a quien ningún nómada osó haber herido con sus propias manos… este árbol ha sido víctima de un golpe mecánico”.

Parece imposible chocar contra el único obstáculo en cientos de kilómetros, con todo el espacio del mundo para esquivarlo, pero ocurrió. Y no una vez, sino dos. La segunda fue la definitiva. En 1973 un camionero libio, presuntamente borracho, embistió accidentalmente la acacia acabando con el símbolo de los tuaregs. Sus restos pueden verse ahora en la capital de Níger, a modo de triste monumento. Mientras, en su lugar original se levanta un árbol metálico apoyado en bidones de combustible, triste caricatura artística del avance avasallador de nuestra civilización.

En la primera imagen, fotografía del solitario árbol realizada hacia 1970 (Peter Krohn)
Sobre estas líneas, la acacia en 1971.

Finalmente, fotografía del triste árbol metálico erigido en 2003 como recuerdo a la acacia original derribada por un camión (Foto Meridianos).

Podéis encontrar más información sobre este árbol en la Wikipedia,  Fronteras, Aquí estuve ayer, Meridianos y Maikelnai’s.

**Comparte con tus amigos este post:

Bookmark and Share

El cambio climático nos traerá la primavera silenciosa

Amenazadas por la pérdida de hábitat y el uso generalizado de herbicidas e insecticidas en el campo, las currucas, nuestras reinas canoras de los arbustos por excelencia, van a sufrir con dureza (lo están sufriendo ya) los efectos del cambio climático. Y con ellas la mayoría de las aves migratorias.

Inocentes víctimas del desastre ambiental provocado por nuestra especie, el actual desajuste del clima les obligará a alargar sus ya de por sí maratonianas migraciones transaharianas.

Un estudio de varios investigadores británicos publicado en la revista Journal of Biogeography así lo demuestra, tras calcular que esos viajes podrían aumentar hasta 400 kilómetros más. Y para un pajarito de poco más de 10 gramos que debe meterse todas las primaveras entre pecho y pluma hasta 6.000 kilómetros el cambio puede suponer, más que un problema, la muerte, y hasta su extinción en regiones enteras

En un resumen del trabajo difundido por las agencias de noticias Reuters y EFE, Stephen Willis, director del equipo científico, es tajante:

Desde 2071 a 2100 se espera que nueve de las diecisiete especies que hemos estudiado afronten migraciones más largas, particularmente los pájaros que cruzan el desierto del Sahara.

En su opinión, con el previsto aumento de las temperaturas y la modificación de los hábitats, «las aves se enfrentan a su mayor desafío desde la era del Pleistoceno«, hace 2,5 millones de años.

Para colmo de males, este mismo cambio climático está provocando un aumento de las sequías por todo el mundo, que serán cada vez más duras, especialmente en la ya castigadísima región africana del Sahel, donde estos pájaros tienen sus cuarteles de invierno. Un desastre humanitario, pero también ambiental, que estamos empezando a comprobar con el enmudecimiento de los campos.

Ya no canta la curruca en la zarza. Quizá murió de hambre al otro lado del Sáhara, incapaz de alegrar con sus melodías a tantísimos pueblos sedientos. Quizá feneció en un viaje cada vez más largo y duro hacia una Europa donde su silencio es la antesala del desastre, el de una triste primavera silenciosa.

Foto: Flickr

Lluvia de cigüeñas en Madrid… comiendo basura

Lo de que “Por San Blas la cigüeña verás” hace mucho que ya no se cumple. Un cada vez más elevado número patilargas blanquinegras llevan varias décadas prefiriendo pasar el crudo invierno en España antes de afrontar los crecientes peligros de su natural migración más allá del desierto del Sáhara, 8.000 kilómetros de incierto viaje de ida y vuelta para una estancia en Malí o en el río Níger de apenas tres meses.

¿No tendrán frío, con la que está cayendo estos días? En absoluto, pues su confortable abrigo de plumas les garantiza un perfecto aislante térmico. En realidad se iban empujadas por el hambre y ahora les sobra comida, pero no piensen en idílicas praderas repletas de batracios. Sobreviven gracias a nuestra abundante y nutritiva basura.

La semana pasada, durante un censo de aves en el Parque Regional del Sureste (Madrid), los ornitólogos se llevaron una sorpresa. Atardecía y un bando inmenso de 3.000 cigüeñas blancas (Ciconia ciconia) llegaba a sus dormideros habituales de invierno. Una auténtica lluvia de cigüeñas en una época en la que no debería verse ninguna.

Junto con ellas, decenas de miles de gaviotas, un número mayor al que se puede observar en muchas localidades marineras, se encaminaban hacia los lagos artificiales de las antiguas graveras del Jarama.

Toda esta impropia volatería provenía del vertedero de Vademingómez, en el sureste de la capital madrileña, el mayor basurero de España, donde las aves se afanan por encontrar algo comestible entre bolsas de plástico y desechos de todo tipo, pordioseros de una sociedad opulenta.

Es la nueva naturaleza salvaje. Especies oportunistas que logran prosperar en el mismo ambiente hostil que a otras muchas provoca su extinción. Para ellas no tiene nada de artificial esta manera de sobrevivir. Lo antinatural somos nosotros.

Sobre estas líneas, cigüeñas en el vertedero de Valdemingómez, con el paisaje urbano de la ciudad de Madrid al fondo.

Aumenta la población de foca monje

Hace dos semanas, un buceador mallorquín vio en la reserva marina de la Isla del Toro (Calvià) una foca monje (Monachus monachus), animal extinguido hace medio siglo de las aguas baleares.

Su fugaz aparición coincide con la recuperación, lenta pero esperanzadora, de sus poblaciones, algo absolutamente infrecuente por tratarse de la foca más amenazada del planeta, apenas 500 ejemplares.

En la colonia de Cabo Blanco (entre el Sáhara Occidental y Mauritania) el año pasado nacieron 46 crías, prácticamente las mismas que en 2006, cifras que duplican las obtenidas en temporadas anteriores. Gracias a ello ahora viven 180 ejemplares, de los que medio centenar se corresponden con hembras reproductoras (Revista Quercus 268, pág. 57). Unos resultados muy halagüeños tras la muerte masiva hace 10 años de las tres cuartas partes de la colonia por culpa de una alga tóxica.

En Grecia nacieron en 2007 un total de 28 crías. En las Islas Desertas, (Madeira), quedan tres hembras reproductoras. Y en las costas argelinas y marroquíes no más de 15 individuos.

Comprenderán que la aparición ahora de una foca monje en Mallorca es, además de todo un acontecimiento, una muy buena señal, aunque aún extremadamente débil.

Los dos últimos ejemplares mallorquines de foca monje, conocida popularmente como vellmarí, fueron exterminados en 1958. Uno de ellos al engancharse entre las redes de los pescadores de Cala Mondragó, en Felanitx, y el otro muerto a tiros por la Guardia Civil en Cala Tuent, en Escorca.

Hacia 1965 se extinguieron las que sobrevivían en el Cabo de Gata (Almería) y en 1993 desapareció en las islas Chafarinas la última de España y la más famosa, Peluso.

Ahora las sensibilidades han cambiado, aunque sigo preocupado por el repentino interés de nuestros bienintencionados políticos hacia estos animales.

¿Cómo entender si no el último anuncio del conseller de Medio Ambiente, Miquel Àngel Grimalt? Este buen señor acaba de anunciar la intención de su departamento de averiguar el sexo de la foca «para buscarle pareja e impulsar un plan de recuperación de esta especie».

¿Pondrán un anuncio en la sección de contactos de los periódicos?

Fotografía de la última foca monje observada en Mallorca, medio siglo después de extinguirse en ese archipiélago. Ahora los políticos, en lugar de garantizar la seguridad de la zona, han decidido buscarle pareja, algo aparentemente mucho más sencillo y vistoso.

Infusiones de alimoche

Hace cinco años visité el Sáhara Occidental con un único fin: localizar nidos de alimoche . En 1957 José Antonio Valverde había descrito e incluso dibujado algunos en las inmediaciones de El Aaiún. Entonces era un pájaro abundante. Uno de ellos, recluido en el zoológico de la antigua posesión española, fue traído a la Península tras la descolonización de 1975. Y los primeros estudios genéticos hacían sospechar que estas poblaciones del desierto podían ser diferentes a las del norte y el sur africano, así como a las españolas. Pero no vimos ni un solo pájaro. La guerra, la caza furtiva y las fumigaciones contra las langostas han acabado con ellos.

La semana pasada volví al Sáhara y redoblé esfuerzos por encontrar algún vestigio del pequeño buitre. Para mi desconsuelo Mohamed, un terrible y eficacísimo cazador furtivo saharaui, me confirmó la extinción definitiva del animal.

Pero fue precisamente tras hablar con él en Tan Tan cuando hice un sorprendente descubrimiento. En una pequeña tienda de medicina tradicional me encontré colgando de una cuerda el cadáver de un alimoche joven de un año.

El propietario, muy desconfiado con los occidentales, no me quería dar información sobre el origen del ave, pero gracias a mi amigo Shaui pude finalmente lograrla.

En primer lugar, que ese ejemplar no era saharaui, pues procedía de Marruecos, donde todavía subsisten algunas pocas parejas.

En segundo lugar, me desveló su utilidad. Vendían por trozos su reseco pellejo como eficaz remedio contra los venenos. Si alguien era envenenado accidental o premeditadamente, una infusión suya le salvaría de una muerte segura.

De vuelta a España consulté el espléndido trabajo de Valverde sobre las aves del Sáhara, escrito en 1958. Allí comprobé cómo una vez más el científico vallisoletano se me había adelantado.

Señala Valverde que

“la carne de rajma [alimoche] es muy apreciada como medicamento; seca, la guardan cuidadosamente en un trapo en la creencia de que preserva de desgracias; mezclada con la de chivo o cabra y en cocimiento (también sirve el caldo de huesos de rajma) hace un sudoríparo que cura la fiebre, el reuma, las picaduras de culebra y el hechizo de las mujeres”.

Hace 50 años era ya un animal muy apreciado en el Sáhara, cotizándose entonces a 75-100 pesetas la pieza. En estos momentos, extinguido el pájaro en prácticamente todo el norte africano, sus precios se han disparado. Éste en concreto le había costado al yerbero 500 euros.

Añade Valverde dos preciosas historias saharauis sobre el alimoche.

Reunidos todos los pájaros para decidir qué es lo mejor en la vida, rajma declaró, cuando llegó su turno, que él prefería el excremento humano (del que se alimenta), por lo que se vio inmediatamente expulsado. Por ello se dice “quel enle rajma” (has hablado como rajma) al que se muestra indecoroso en una reunión.

La otra es una curiosa superstición. “Los nidos [de alimoche] tienen fama de inaccesibles, por lo que una petición hecha acostada en uno de ellos es oída por Alá”.

Seguramente la utilización del pequeño buitre en la medicina tradicional no ha provocado su extinción. A pesar de ello, a todos nosotros nos duele ver a una especie prácticamente extinguida utilizada como vulgar infusión al servicio de una botica con toda seguridad ineficaz. No seré yo, sin embargo, quien los critique. Esas tradiciones forman parte de su cultura milenaria, tan en peligro de extinción como el propio alimoche. Bastante está sufriendo ya el pueblo saharaui como para que lleguemos ahora nosotros y les hablemos de Medio Ambiente y de la protección de las especies ¿no os parece?

PD. La preciosa imagen del alimoche aterrizando es obra de Fernando Alarcón, y está colgada en la página web de Fotonatura.

La especulación española llega al Sáhara

Desde hace una semana Canarias está conectada al Sáhara por barco. Han hecho falta 32 años desde nuestra vergonzosa descolonización de esos territorios para que vuelvan a recuperarse las comunicaciones perdidas, pero no la libertad de un país que de la bota militar española ha pasado a la todavía más férrea bota militar marroquí.

El Assalama es un viejo paquebote de la Naviera Armas, de capital canario pero bandera de conveniencia panameña. Une Puerto del Rosario, en Fuerteventura, con Tarfaya, la antigua capital de Cabo Juby, la olvidada Villa Bens, entregada a Marruecos en 1958 tras la Guerra de Ifni. Cuatro horas de travesía para salvar los 100 kilómetros de distancia, mil veces surcados por las pateras, cientos de veces salpicados con la sangre de tantos náufragos inocentes.

En la polvorienta ciudad de 4.000 habitantes, semienterrada en las arenas del desierto y la incuria marroquí, la llegada del barco se celebró como en Bienvenido Mister Marshall. Nosotros éramos aquí los americanos “guapos y sanos” y el wali hacía de Pepe Isbert “como alcalde vuestro que soy…” Se plantó una jaima de recepción, ondearon banderas multicolores y las mujeres nos regalaron rosas. Siguiendo el guión de Berlanga, muchos nos trajeron sus listas de deseos de prosperidad a la sombra de esos euros que se supone nos salen por las orejas y regalamos a manos llenas.

Como soñar es gratis, todos sueñan. Los saharahuis y marroquíes con salir de la pobreza. Los españoles con dar el pelotazo y forrarnos.

La naviera tiene la concesión en exclusiva del puerto durante 25 años. La empresa está participada por canarios y marroquíes, quienes con ayudas de la Unión Europea han ampliado el puerto y ahora preparan un polígono industrial de 80.000 metros cuadrados. También han aterrizado las constructoras, de la mano de un polo turístico que pretende levantar junto a sus inmensas playas 10.000 camas en los próximos cinco años, hacer un puerto deportivo para 360 atraques e incluso un lago artificial. Paralelamente, los listillos han comenzado a comprar casas, disparando los precios en este villorrio sin alcantarillado, ni aceras ni hospital, con las ruinas del antiguo cine español y un pequeño museo dedicado a Saint-Exupéry (el de El Principito) como única oferta cultural. Las viviendas han pasado así en un año de valer 10.000 euros a costar 50.000. Es nuestra desinteresada aportación al desarrollo en el Tercer Mundo. Y como en la película les enseñaremos a cantar:

«Los españoles han venido,

olé salero, con mil regalos,

y a las niñas bonitas

van a obsequiarlas con aeroplanos,

con aeroplanos de chorro libre

que corta el aire,

y también rascacielos, bien conservaos

en frigidaire .»

El buque Assalama, fondeado en el puerto de Tarfaya junto a los barcos sardineros.

Autoridades marroquíes esperan impacientes el atraque del barco, la primera conexión marítima de viajeros del Sáhara con Europa.

Muchos españoles se han lanzado ya a comprar casas en Tarfaya, prometiéndose un buen negocio especulador gracias a los futuros proyectos de desarrollo turístico de la localidad. Calles y viviendas muestran mientras tanto el aspecto desolador de décadas de abandono e incuria.

Las playas en Tarfaya son gigantescas, salvajes, surferas y peligrosísimas.





Sáhara pierde el norte, o la historia de una foca friolera

Como en la poesía de Alberti, pero con una foca polar en lugar de la famosa paloma que “por ir al norte fue al sur”. Eso es exactamente lo ocurrido a Sáhara, la foca de casco (Cystophora cristata) salvada de una muerte segura cuando apareció el año pasado, muy debilitada, en el puerto saharaui de El Aaiún. Una vez más el entusiasmo del veterinario y biólogo Pascual Calabuig, director del Centro de Recuperación de Fauna Silvestre del Cabildo de Gran Canaria, logró lo imposible, salvar al animal a pesar de las gigantescas dificultades técnicas, materiales y hasta políticas para poder moverse en tan conflictiva región africana. Incluso fue necesario un permiso especial de la familia real de Marruecos.

Gracias a su tenacidad se consiguió trasladar al animal al Instituto Canario de Ciencias Marinas, primero, y al zoológico Loro Parque de Tenerife después, donde terminó de recuperarse.

La despistada foca de aguas heladas se encontraba a miles de kilómetros de sus zonas habituales de campeo, en las templadas aguas saharianas. Por esta razón, en lugar de devolverla al mar Atlántico, se decidió ahorrarle el viaje y trasladarla en avión a un santuario de focas de Gran Bretaña, liberándose el pasado 9 de octubre en Orkney, norte de Escocia.

Pero a Sáhara no le gusta el frío. Y tomó de nuevo rumbo hacia el sur. Ante el asombro de los expertos, el ejemplar apareció la pasada semana en el puerto vizcaíno de Ondarroa, a 2.000 kilómetros del lugar de suelta. “Apareció en la rampa del muelle, como si nada”, explica un todavía asombrado Calabuig.

Mientras, en Escocia, los responsables del Seal Sanctuary, la asociación responsable de su liberación, alucinaban en colores frente a la pantalla del ordenador. Desde allí seguían minuto a minuto sus movimientos gracias a un emisor de control satélite instalado en su dorso. Y la foca en ese momento ¡se movía por el interior del País Vasco y a 100 kilómetros por hora! Fue Pascual Calabuig quien les resolvió el misterio. El animal no era candidato al Guinness de los Récords. Estaba siendo trasladado en automóvil al Centro de Recuperación de Gorliz.

¿Se le enviará de nuevo a Escocia? Está por decidir, aunque es donde mejor la pueden cuidar. Si se recupera, pues de momento, como reconoce Pascual, la impresión es mala. Además de desorientada, Sáhara está de nuevo enferma. Por eso se dejó coger con tanta facilidad.

Imágenes de Sáhara en Canarias. Comiendo hielo de manos de Pascual Calabuig, y recibiendo las atenciones veterinarias de Sara Capelli y Víctor en las instalaciones de Loro Parque.