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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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Los vecinos de un pueblo de León se encadenan para salvar sus encinas

Encina centenaria

Vecinos encadenados en una encina para impedir su tala. © Junta Vecinal de Robledo de la Guzpeña

Robledo de la Guzpeña es un pequeño pueblo de León con apenas 22 habitantes, a las faldas de la colosal Peñacorada, en las estribaciones de los Picos de Europa. Allí, un puñado de valientes se han empeñado en parar la vergüenza de una tala sin sentido, la de decenas de viejas encinas centenarias. Aquellas que, debido a su gran tamaño e importancia ecológica, fueron respetadas cuando se hizo pasar por este venerable bosque una línea eléctrica de alta tensión La Robla – Velilla hace ahora más de 30 años. Las últimas supervivientes de un valioso encinar relicto de alta montaña cantábrica situado a 1.500 metros de altitud. Red Eléctrica Española (REE) está talando decenas de ellas.

La excusa para cometer tamaño arboricidio no puede ser más peregrina: tareas de mantenimiento, prevención de incendios forestales. Peregrina excusa, pues están talando viejos árboles situados a más de 200 metros por debajo del tendido eléctrico.

Este fin de semana, el alcalde pedáneo y algunos vecinos se han encadenado a las encinas. Acudieron acompañados por la Guardia Civil, que pidió la documentación a los operarios y al parecer tienen autorización de la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Castilla y León.

Según un comunicado de prensa remitido por la Junta Vecinal, «las tareas de mantenimiento han excedido con muchísimo lo habitual, lo que viene siendo un clareo para evitar incendios». En esta ocasión se han exterminando “a matarrasa” centenares de encinas de incalculable valor ambiental, sin necesidad y sin que nadie dé una explicación al respecto. Algunos de estos árboles tenían más de tres metros de perímetro. 

Desde los despachos de Valladolid la realidad se ve diferente. El consejero de Fomento y Medio Ambiente, Antonio Silván, ha defendido la tala de encinas asegurando que son labores habituales de prevención de incendios y se hacen “cumpliendo la normativa”. He incluso «duda» que algunos de los árboles cortados «puedan tener la edad que los vecinos le atribuyen». No hay más que ver las fotos para comprobar lo equivocado de su duda.

Una ciberacción en Change.org trata de impedir este destrozo. Hemos firmado 700 personas pero nos gustaría llegar al millar. ¿Nos ayudas?

© Junta Vecinal de Robledo de la Guzpeña

© Junta Vecinal de Robledo de la Guzpeña

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Protegen el mayor bosque de tejos de Europa

¡Al fin una buena noticia!

El mayor bosque de tejos de Europa será declarado espacio protegido este otoño.

Así lo ha anunciado el Principado de Asturias. Porque aunque parezca increíble, la mayor tejeda europea se esconde en una recóndita sierra del oriente asturiano, en el Sueve, muy cerca de Ribadesella.

En un inaccesible rincón de estas montañas de litoral que ya miran al mar Cantábrico, apenas 80 hectáreas, duermen su sueño de la historia más de 8.000 tejos, la mayoría muy viejos, muchos de ellos milenarios. Son la última mancha relicta de unos bosques antediluvianos en permanente retirada. La última gran tejeda, salvada del hacha sólo por la incomunicación de su complicado acceso.

Una mancha forestal de impresionante belleza, pero también de asombrosa importancia ecológica.

Un ejemplo son las aves migratorias. La gran altitud y cercanía a la costa de este bosque permiten la orientación de las aves que atraviesan el mar desde el Reino Unido y encuentran aquí no sólo un punto de referencia vital, sino también un lugar donde recuperar rápidamente fuerzas tras el enorme esfuerzo realizado.

El pasado verano tuve la inmensa suerte de visitar este bosque de hadas en compañía de Ignacio Abella, el profeta de los árboles, de quien ya os he hablado, y de un grupo de arqueólogas de Atapuerca. Soy incapaz de expresar aquí las inmensas sensaciones recibidas en este punto caliente de biodiversidad, seguramente también centro emisor de buenas energías. Durante la ascensión nos acompañaron varios caballos asturcones con sus crías, tan duros y bellos como estas tierras. Una vez dentro, una espesa niebla nos cubrió de magia, ofreciéndonos una explosión de emociones en el interior de su selva húmeda, erguida sobre un duro lapiaz al que el musgo dulcificaba hasta convertirlo en un idílico paisaje más propio del Hobbit y su Tierra Media. ¡Qué maravilla!

Pero seguro que, al igual que yo, os preguntaréis todos: ¿Cómo es posible que no se haya protegido antes un santuario natural así?

Pues un paraíso de este calibre no sólo no se mimó, sino que se ha permitido su degradación. Soltando allí gamos, cuya avidez, unida a la del ganado, está acabando con los pocos brotes nuevos de tejo, condenando al bosque a su muerte por puro envejecimiento.

Pensaréis que, aunque tarde, la declaración de este singular espacio como Paisaje Protegido acabará con todas sus amenazas. Yo tengo mis dudas.

Y si no, que se lo pregunten a los gestores medioambientales asturianos, quienes antes de protegerlo ya hablan de abrir pistas de acceso a este peculiar rincón, bajo la escusa de favorecer los estudios científicos. Mal empezamos.

Aquí podéis ver algunas fotos hechas por mi el verano pasado de la tejeda del Sueve y de sus asturcones. ¿No os parece un lugar espectacular?