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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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Yo soy antinuclear. Y no por miedo a que ese tipo de centrales eléctricas se conviertan en terribles bombas destructivas al estilo de Chernobil. Tras una década dedicado a cubrir como periodista la información referida a la central nuclear de Santa María de Garoña (Burgos), haber estado muchas veces en su interior e incluso visitar el reactor sintiendo bajo los pies las potentes vibraciones de esa descomunal fuerza controlada, confío relativamente en la seguridad de este tipo de instalaciones. No explotarán y, como mucho, reconocen sus ingenieros diseñadores, podrían producir alguna nube radioactiva accidental a través de sus dispositivos de venteo. Un peligro asumible para muchos (no para mí), especialmente la clase política y empresarial, único que se tiene en cuenta en los planes de emergencia.

Yo soy antinuclear pensando ante todo en los residuos radioactivos. Todavía recuerdo con terror cuando me enseñaron en Garoña las irreales piscinas de fantasmal color azul cobalto donde se guarda todo el combustible gastado de la central. Y digo todo, la totalidad de las barras de uranio enriquecido consumidas desde la inauguración de la planta en 1970. A falta de un cementerio nuclear en España, nuestras nucleares guardan su incómoda basura junto al reactor mientras siguen produciendo más residuos.

Dicen los pronucleares que ésta es una energía barata y limpia, pero también eso es mentira. Un ejemplo de esta flagrante falsedad es el coste de la gestión de los residuos radiactivos en España, que estamos pagando mayoritariamente los ciudadanos a través de la tarifa eléctrica y que nadie parece tener en cuenta. Según los cálculos de la Empresa Nacional de Residuos Radiactivos (ENRESA), esta gestión aún no iniciada nos costará a todos más de 13.000 millones de euros sólo hasta 2070. Y como los residuos siguen siendo peligrosos durante miles de años ¿quién pagará su gestión en el próximo milenio? Y lo que es aún peor. ¿Quién se responsabilizará entonces de ellos?

Por eso apoyo la última gran campaña de Greenpeace, donde se reclama al Gobierno un plan decidido para cerrar antes de 2020 todas las centrales nucleares y tener entonces al menos un 50% de electricidad renovable.

Como primer paso de presión, los ecologistas acaban de poner en marcha el primer registro de antinucleares de España. A través de la web www.yosoyantinuclear.org nos estamos apuntando todas las personas que apostamos por el abandono definitivo de la energía nuclear. Paralelamente, los internautas podemos convertirnos en vídeoactivistas y grabar un vídeo antinuclear.

Porque como explica Greenpeace en su informe Una energía sin futuro, la energía nuclear es incompatible con un modelo energético sostenible, pues no es económicamente eficiente, ni socialmente justa, ni medioambientalmente aceptable.

A esta nueva campaña antinuclear ya se han unido numerosas personalidades del mundo medioambiental como Jorge Riechmann, Odile Rodríguez de la Fuente o Joaquín Araújo; de las letras como Manuel Rivas o Jordi Bigues; de la música como Alejandro Sanz, Amparanoia, Ojos de Brujo o La Unión; del mundo cinematográfico como Beatriz Rico, Clara Segura, Marta Belenguer; de la televisión como Joaquín Reyes (Muchachada Nui), Francesc Mauri o Jordi Rebellón.

Tú mismo puedes ser activista antinuclear. Que se enteren todos. No queremos esa energía.

Un registro de los no cazadores

Hoy los cazadores tienen prevista una gran manifestación en Madrid en defensa de «sus derechos». Frente a ello, Ecologistas en Acción acaba de lanzar una contrapropuesta: un registro de los no cazadores donde se reivindica el disfrute de la naturaleza sin sangre. Os adjunto a continuación el impecable manifiesto añadido a esta iniciativa y os animo a firmar. Yo ya lo he hecho.

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Defendamos los derechos de los NO cazadores.

«La caza genera agresiones a la naturaleza, viene dando lugar a numerosos conflictos sociales y resulta éticamente reprobable pues se desarrolla fundamentalmente con fines económicos o lúdicos.

En España, la caza provoca cada año la muerte de 50 millones de animales, utilizando para ello más del 95% del territorio. Envenena el medio ambiente y, en particular, a la avifauna con el vertido de unas 6.000 toneladas de perdigones de plomo. Pone puertas al campo mediante la colocación de cancelas y el levantamiento de miles de kilómetros de vallados cinegéticos. Provoca la desaparición de la fauna silvestre autóctona mediante sueltas incontroladas y, sobre todo, a través del uso todavía muy extendido de venenos, lazos, y cepos para acabar con los depredadores. Da lugar al maltrato animal, no sólo de las víctimas de la caza, sino también de los perros que se emplean en rehalas y cacerías.

En contraste con una actividad tan agresiva como la caza, cada día son más numerosas las personas que usan el medio natural de forma pacífica y respetuosa. Diversificándose las actividades ligadas al disfrute de la naturaleza y generando una creciente renta económica en el medio rural. Este es el caso del senderismo, la bicicleta de montaña, las rutas a caballo, el montañismo, el piragüismo, la observación de aves y un largo etcétera.

Pero la intensificación creciente de la caza y la falta de una regulación y control acorde a los tiempos que vivimos altera, cuando no impide, que se lleven a cabo estas actividades en condiciones de seguridad y tranquilidad.

La caza condiciona el paso de las personas y aleja el contacto con las especies animales, limitando múltiples actividades que sí son ambientalmente responsables.

A pesar de todo lo anterior y de manera incomprensible, un millón de cazadores, que supone menos del 4% de la población española, ha conseguido supeditar el derecho de una gran mayoría no cazadora a la práctica de una actividad controvertida y excluyente dónde las haya.

La Constitución Española dice en su artículo 45 que todos tenemos el deber de conservar y el derecho de disfrutar del medio ambiente, y sin embargo eso no es factible cuando en el terreno por el que paseamos está permitido cazar.

Por todo ello, por el respeto a los no cazadores y por combatir los impactos de la caza, se ha impulsado desde Ecologistas en Acción el Registro de personas NO CAZADORAS, para que se inscriban en él quienes han renunciado a la actividad cinegética y quienes reclaman el reconocimiento de los derechos de los no cazadores a disfrutar del medio ambiente y de la convivencia con los animales.

Se pretende que el Registro de NO CAZADORES sirva de referencia y punto de encuentro entre personas interesadas en la iniciativa y en el que los que se inscriban hacen suyo el siguiente MANIFIESTO

– Declaro públicamente mi condición de no cazador.

– Reclamo mi derecho a disfrutar de la naturaleza sin estar sujeto a la amenaza y el ruido de los disparos de los cazadores.

– Reclamo mi derecho a deambular libremente por los espacios y vías públicas sin estar sujeto a las restricciones y obstáculos a que da lugar la actividad cinegética.

– Declaro mi compromiso de disfrutar de la naturaleza responsablemente sin dañarla ni molestar ni perjudicar a terceras personas ni a sus bienes legítimos.

Registro de personas NO CAZADORAS. Firma aquí.