Ni rata, ni dragón, ni nuevo horóscopo chino. Coincidiendo con la salida del letargo invernal de anfibios y reptiles, organizaciones científicas y ecologistas internacionales han declarado 2008 “el año de la rana”. Tratan así de concienciar al mundo de los peligros que se ciernen sobre estos y otros anfibios, un sorprendente grupo animal donde más de la mitad de las casi 6.000 especies conocidas están en peligro de extinción.
A la destrucción de los hábitats naturales húmedos donde viven, la contaminación y los efectos del cambio climático, se ha sumado recientemente la aparición de una terrible plaga que está diezmando a los anfibios de todo el planeta. Se trata de un hongo letal conocido como Batrachochytrium dendrobatidis, de rapidísima propagación entre las especies y para el que no existe tratamiento.
Para evitar la extinción de tan peculiares animales, el famoso naturalista británico David Attenborough ha promovido la creación del Arca de los Anfibios. Una campaña que intenta reunir fondos económicos para ayudar a zoológicos en todo el mundo a establecer colonias de cría biológicamente seguras.
“En las últimas década hemos sido testigos de la dramática disminución de la población de anfibios y en algunas áreas del mundo hay especies que han desaparecido por completo”,
advierte Attenborough.
Jaime Bosch, experto en anfibios del Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid, asegura que este problema
“podría causar una extinción en masa de los anfibios en pocos años, similar a la que ocurrió con los dinosaurios hace 65 millones de años”.
Quizá los cantos nocturnos que ya comienzan a escucharse de ranas comunes, ágiles, patilargas, pirenaicas, bermejas, ranitas de San Antonio y meridionales, junto a los de sapos comunes, sapillos pintojos, corredores, parteros, baleares, de espuelas, moteados o verdes son gritos de protesta ante su cada vez más rápido declive. Pero también son llamadas de amor. Y a mí me encanta oír su croar machacón en estas aún frías noches primaverales, mucho más en las veraniegas de luna llena; especialmente el ronco bozarrón de la delicada ranita de San Antonio, mi favorita.
¿No disfrutas tú también con estos conciertos? Pues tarea de todos es garantizar su futuro, y no en reducidos zoológicos, sino en sus hábitats naturales, en sus charcas, fuentes, manantiales o bebederos. Protegiendo estos lugares, evitando su destrucción, ayudaremos a nuestras queridas ranas. Siempre, pero con más razón en éste su año