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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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Muere de hambre e ineptitud un lince en Doñana

Era el único macho de lince ibérico de la Reserva Biológica de Doñana, estaba radio marcado con un collar y para su seguimiento tenía a un amplio equipo de especialistas a sueldo centrados exclusivamente en lograr su bienestar. Pero hay amores que matan, y a este pobre lince le han matado quienes lo protegían. Accidentalmente, por supuesto. Pero le han matado.

La noticia acaban de filtrarla Ecologistas en Acción y WWF/Adena. Clavo era un joven lince de dos años de edad, quien en un momento dado, y sin que nadie se diera cuenta, logró entrar dando un gran salto dentro de los cercados de dos metros de altura instalados en las inmediaciones de la laguna de Santa Olalla, en el corazón del Parque Nacional, para liberar en él ejemplares traídos de Sierra Morena con los que reforzar la maltrecha población marismeña. Pero allí no había nada ni nadie. Y el pobre lince, al que nadie del equipo de seguimiento seguía, acabó muriendo de hambre y de sed. Con haber dejado la puerta del cercado abierta se habría salvado.

Con toda razón, Ecologistas en Acción califica de «escandalosa» esta muerte,

«derivada directamente de la mala gestión de los artefactos que el proyecto Life Lince, con un presupuesto de 26 millones de euros, va dejando en el campo, sin la adecuada vigilancia y sin adoptar un mínimo de medidas de seguridad que eviten casos dramáticos como éste».

Por su parte, el secretario general de WWF/Adena, Juan Carlos Olmo, ha asegurado que le resulta

«absolutamente inaceptable e incomprensible que mientras la Junta de Andalucía pretende traslocar (trasladar) linces desde Sierra Morena deje morir a los pocos que aun quedan en Doñana».

Por todo ello, los ecologistas esperan que

«igual que se alardea del éxito de las medidas adoptadas, se asuman las responsabilidades derivadas de un cúmulo de negligencias que han acabado con uno de los escasos ejemplares de lince de Doñana impulsando un poco más a la especie a la extinción».

¡Qué pena! Un fallo lo puede tener cualquiera, pero cuando se trabaja con especies al borde de la extinción, los protocolos de actuación deberían ser extremos. Y aquí no lo fueron. Otra vez la chapuza ibérica.

Linces con médicos personales

Hoy estoy contento. La protección del lince ibérico, el felino más amenazado del planeta, va por muy buen camino.

Conocemos tan en detalle los movimientos de los dos centenares de ejemplares de su menguada población salvaje que prácticamente los tenemos individualizados uno a uno, perfectamente identificados por las diferentes manchas de su cuerpo o por sus cicatrices. También se sabe qué hacen muchos de ellos minuto a minuto gracias a los collares de radioseguimiento colocados por los técnicos en sus cuellos.

De esta forma, cada vez que uno de ellos se accidenta o tiene algún problema, los técnicos del programa de conservación, cual ángeles de la guarda, se enteran y ponen en marcha un amplio operativo de ayuda.

Un macho adulto de Andújar (Jaén) acaba de beneficiarse de tanta dedicación. Resultó gravemente herido en el rostro, probablemente por haber luchado ferozmente contra otro lince en la defensa de su poderío sexual. En condiciones normales hubiera muerto. Pero para una especie amenazada un ejemplar reproductor es un tesoro genético de incalculable valor. Había que salvarlo.

Conocido su mal estado de salud gracias a fotografías procedentes del sistema de vigilancia y control de la especie, los veterinarios procedieron a su captura el pasado 12 de febrero como único método posible para poder curarle las heridas. Tan sólo 15 días después, totalmente recuperado, sus doctores personales le acaban de dar el alta y han autorizado su liberación en el mismo lugar donde vivía, aunque con un aparatoso collar para poder controlar su evolución.

Lo mismo sucedió hace dos años con Viciosa, una hembra de Doñana. También medio muerta a causa de una pelea, volvió al Parque Nacional tras pasar por el hospital veterinario. Regresó con tiempo suficiente como para aparearse y sacar adelante dos precisos cachorrillos machos, ahora fogosos jóvenes explorando retamas y jaguarzos en busca de un futuro prometedor.

Es la maravilla y la desgracia de estas especies tan amenazadas. Son tan pocos los ejemplares vivos que cada uno de ellos tiene nombre propio. Y sus andanzas, sus problemas y sus alegrías, son también los nuestros. Pero crucemos los dedos. Con un poco de suerte y todos los esfuerzos desarrollados, dentro de unos años serán tantos que volverán al anonimato. En ese momento sabremos que ya no están en peligro.