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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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Así celebrábamos San Valentín hace 800.000 años

Celebrando hoy San Valentín me hago una pregunta poco típica. ¿Cómo era el sexo entre homínidos hace 800.000 años?

Parece imposible conocer con detalle algo así, pero gracias a los avances de la paleoantropología en yacimientos tan espectaculares como los de Atapuerca (Burgos) y al buen hacer divulgador de científicos como los tres codirectores de estas excavaciones, cada vez lo sabemos con más detalle.

Los Homo antecessor vivían en grupos de 8 a 12 individuos y tenían parejas estables basadas en el cariño, lo más parecido al amor. No conocían el fuego, eran cazadores, carroñeros y también caníbales.

Las hembras de los primeros homínidos tenían una disposición permanente al sexo. Al contrario que otros primates, como los chimpancés o los gorilas, estos antepasados nuestros, al igual que nosotros, no tenían periodos concretos de celo. Si así fuera, las hembras sólo estarían receptivas para la procreación un mes cada cuatro años, el tiempo necesario para parir y destetar una cría.

Un sexo tan olímpico (cada cuatro años) impediría la formación de parejas estables, fomentando la promiscuidad entre los machos dominantes. Por el contrario, el sexo diario ya en esas remotas épocas mantenía al macho ligado a la hembra durante años, en una adaptación de la ovulación femenina tendente a lograr máxima protección para ella y su prole a lo largo del extenso periodo que tarda un indefenso bebé humano en lograr una cierta independencia.

Para complicar aún más las cosas a los fecundadores, ya entonces las hembras no manifiestan señales físicas de estar ovulando, algo único entre los mamíferos y que obliga a realizar el acto sexual continuamente ante la imposibilidad de conocer exactamente cuándo es el momento de fertilidad. De esta forma el sexo sin limitación biológica favorecía y favorece la fidelidad entre las parejas y, con ello, la participación del macho en la crianza y protección de la descendencia.

Todo esto y mucho más lo sabemos gracias al excelente artículo que Lorena Sánchez y Juan Luis Arsuaga publicaron a finales del año pasado en la revista Quo. Un texto interesantísimo sobre Paleosexo donde se descubren aspectos tan increíbles como:

  • Ella siempre tenía ganas al carecer de periodos concretos de celo.
  • La postura más frecuente era la del misionero, pues mirándose a los ojos se refuerzan los vínculos de la pareja.
  • Copulaban entre tres y cuatro veces al día.
  • Las hembras tenían orgasmos y momentos postcoitales de gran laxitud.
  • Lucían amplias caderas como símbolo físico de su buena disposición al parto que derivó en atrayente sexual.
  • Las diferencias anatómicas y faciales reforzaban el vínculo de pareja, evitando «confusiones».

Tanto sexo en pareja tuvo y tiene, según Arsuaga, una única finalidad.

«Que tengamos una infancia prolongada (con madre y padre cooperando en el cuidado de las crías), y que nuestro cerebro se tome su tiempo para desarrollarse».

En resumen, convertirnos en los primeros y únicos animales racionales del planeta. Gracias al sexo.Y al amor.

Puedes leer el artículo completo «El sexo en Atapuerca» en este enlace de la revista Quo.

Foto: Escultura de una hembra de Homo antecessor practicando canibalismo (Wikipedia).

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