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Ahora sabemos por qué Noé se olvidó de suegras y plantas

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Hay un gravísimo error en la Biblia. Según afirma el libro sagrado de judíos y cristianos, para evitar la supuesta gran extinción provocada por el diluvio universal Noé llenó un arca con parejas de todos los animales domésticos y salvajes del planeta, pero se olvidó de lo más importante. Además de esa suegra a la que condenó a morir ahogada, no salvó a la plantas. Seguramente porque se supone que plantas y suegras son seres vivos que ni sienten ni padecen. Pero al menos respecto al primer grupo Noé estaba equivocado. Las plantas sienten y hasta pueden considerarse inteligentes.

No lo digo yo. Lo asegura Stefano Mancuso, una de las máximas autoridades mundiales en el campo de la neurobiología vegetal que estos días presenta en España su último libro, Sensibilidad e inteligencia en el mundo vegetal. En él niega que las plantas sean organismos pasivos, carentes de sensibilidad y de cualquier otro tipo de comportamiento individual y social.

Según éste y otros científicos, además de nuestros cinco sentidos poseen por lo menos otros quince. Por ejemplo, sienten y calculan la gravedad o los campos electromagnéticos, hablan entre ellas y hasta reconocen a sus familiares. Al igual que en el reino animal, en el vegetal existen plantas oportunistas y plantas generosas, honestas y falaces, que recompensan a quienes les ayudan y castigan a quienes tratan de lastimarlas. Si consideramos inteligencia la capacidad para resolver problemas, las plantas no sólo son inteligentes sino hasta brillantes. E incluso más, pues desarrollan una “inteligencia de enjambre” que les permite manifestar comportamientos grupales similares a los de una colonia de hormigas o una bandada de pájaros.

Visto así, existiría ese bosque animado de Wenceslao Fernández Flórez donde los árboles hablan con el viento, aunque mejor es no saber qué dicen de nosotros. ¿Será por eso que Noé los dejó fuera del Arca?

Puedes leer el primer capítulo del libro en este enlace.

Y escuchar una charla TED del autor haciendo click en este vídeo.

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El Arca de Noé está en el Polo Norte

Hoy la humanidad da un importantísimo paso para evitar el irreparable tropezón del cambio climático. Caminando hacia atrás, regresaremos a los tiempos del Diluvio Universal para aprender de las enseñanzas bíblicas. En previsión de un imprevisible desastre medioambiental, el gobierno noruego inaugura por todo lo alto esta mañana la Bóveda Global de Semillas, proyecto que cuenta con el apoyo de un centenar de países. Una futurista Arca de Noé del tercer milenio diseñada para albergar a la mayor colección mundial de simientes vegetales en previsión de que una catástrofe, natural o humana, pueda poner en peligro los cultivos que sirven de sustento a nuestra especie.

Su ubicación no puede ser más extravagante. Una de las remotas islas Svalbard al norte de Noruega, muy cerca del Polo Norte. Allí, en unas modernas instalaciones que han costado a los noruegos más de 5 millones de dólares, se almacenarán unos tres millones de muestras de semillas procedentes de todos los bancos de germoplasma del mundo, desde las alubias de Tolosa a los chícharos majoreros, pasando por los grelos gallegos y el arroz bomba valenciano.

Las semillas se custodiarán en el corazón de una montaña ártica de hielo, dentro de unos almacenes rodeados por muros de un metro de ancho, reforzados de hormigón y con puertas blindadas, congeladas a -18ºC para garantizar su preservación en perfectas condiciones durante cientos o miles de años.

Desde el Neolítico hemos ido produciendo infinidad de variedades agrícolas perfectamente adaptadas al entorno y a nuestras necesidades. Sin embargo, de la mano de las multinacionales productoras de semillas (transgénicas o no) esta biodiversidad vegetal ha sido aniquilada en muy poco tiempo, hasta el punto de haberse reducido el número de variedades autóctonas en un 75 por ciento en apenas cien años. Es lo que ha pasado, por ejemplo, con las manzanas y el arroz. De las 7.100 variedades de manzana catalogadas en Estados Unidos en el siglo XIX tan sólo quedan ahora 300. Y de los 8.000 tipos de arroz que había en China hace 50 años apenas sobreviven 50.

Menos variedades significa menos disfrute gastronómico, pero ante todo menos capacidad de adaptación de nuestros cultivos a plagas, sequías o calentamientos. Para evitar tal peligro en el Polo Norte, bajo un hielo milenario, una nueva arca vuelve a navegar por los procelosos mares del descalabro medioambiental. Quién se lo iba a decir a Noé, tantos miles de años después de que la paloma le anunciara con una ramita de olivo el final de un desastre que nunca debería de haberse repetido. Volvemos a las andadas.

Entrada al gran banco de semillas ártico construido en el Polo Norte (Foto: Mari Tefre/Global Crop Diversity Trust)