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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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Ya puedes beber agua de niebla canaria

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Si me dijeran pide un deseo, ya no elegiría un rabo de nube, ese huracán que no toca el suelo inmortalizado por el genial Silvio Rodríguez. Mi torbellino es ahora de calma, la de esas brumas tranquilas impregnadas en humedad que dos jóvenes de Gran Canaria han sabido domar y hasta ordeñar, embotellando su milagrosa agua de niebla en la que sin duda es la más pura del mundo, pero también la más sostenible e innovadora.

Se llama Alisios porque nos la regalan esos vientos tropicales cargados de humedad y frescor responsables del amable clima canario. Y su sistema de extracción no puede ser más sencillo. Se recoge a 1.600 metros de altitud gracias a 30 captadores en forma de prisma que logran extraer del aire húmedo 20.000 litros mensuales sin gastar energía ni generar residuos.

El primer «atrapanieblas» fue el Garoé, un mítico Árbol Santo de la isla de El Hierro capaz de dar de beber a toda la población aborigen en un territorio sin ríos, del que ya hablaba Plinio hace 2.000 años y al que un huracán derribó en 1610. Su actual sucesor, un árbol de la misma especie plantado en idéntico lugar, sigue llenando los estanques esculpidos en la roca a modo de prehistóricos depósitos, pero ya nadie los usa.

En 1948 un sabio herreño, Tadeo Casañas, evitó una terrible sequía recogiendo en planchas de zinc el agua ordeñada por los árboles a razón de un litro por minuto. Y me decía hace años: «El agua está ahí, en las nubes, una cantidad insospechada que pasa por encima de nuestras cabezas sin que la utilicemos».

Entonces Tadeo apagó la sed de su pueblo, Tiñor, y aún vendió el sobrante a 40 céntimos el garrafón. Hoy los tiempos han cambiado. La de ahora tiene el mismo origen pero diferente uso. Ofrecerse como cristalina delicatesen en los mejores restaurantes canarios.

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Los bosques producen las lluvias, y no al revés

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Tradicionalmente se decía que las excepcionales selvas del Amazonas o del Congo se debían a la elevada pluviosidad de estos lugares, las más altas del planeta. Pero un nuevo estudio científico parece demostrar lo contrario: que son los bosques quienes hacen las lluvias y no las lluvias quienes permiten el desarrollo de los bosques. De hecho, sin los árboles, esas inmensas áreas continentales de junglas impenetrables serían desiertos.

Un controvertido trabajo recién publicado refuerza la teoría de que los bosques desempeñan un papel fundamental en la determinación de las lluvias, generando vientos atmosféricos que bombean la humedad tierra adentro como si se tratara de una «bomba biótica«. El modelo podría revolucionar la forma de entender el clima local y su extraordinaria vulnerabilidad. Sugiere, por ejemplo, que plantar bosques en las regiones desérticas y áridas como el sediento Sahel africano podría atraer beneficiosas lluvias.

Del mismo modo, la pérdida de bosques podría transformar las exuberantes regiones tropicales en áridos paisajes.

«Esta teoría nos da una razón más para proteger y conservar la cubierta forestal», ha asegurado Douglas Sheil, co-autor del artículo publicado en la revista Atmospheric Chemistry and Physics e investigador del Centro para la Investigación Forestal Internacional (CIFOR).

El modelo explica por qué el aire se eleva sobre las zonas con mayor evaporación intensiva, como los bosques. La baja presión resultante aspira el aire húmedo adicional, dando lugar a una transferencia de vapor de agua que cae en forma de lluvia en las zonas con mayor evaporación.

Debido a que el modelo propuesto es contrario a los actuales modelos climáticos, los autores se han enfrentado a numerosos obstáculos a la hora de poder difundir sus investigaciones. Finalmente, los editores de Atmospheric Chemistry and Physics han decidido publicar el trabajo junto a un comentario explicativo donde se destaca lo inusual de la propuesta, controversia que han dejado abierta a los científicos en este enlace.

Los autores del estudio están convencidos de la importancia de su descubrimiento. Para ellos la lección es muy clara:

Gestionar los bosques es preservar el principal corazón del planeta por donde circula nuestro bien más preciado: el agua.

Y el mensaje final resulta no menos trascendental:

Hay que detener por completo la actual deforestación e iniciar cuanto antes la recuperación de los bosques perdidos.

Fuente: Forest News


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