
La pregunta la ha hecho recientemente el prestigioso periódico francés Le Figaro a sus lectores:
¿Aceptaría usted la construcción de un parque eólico al lado de su casa?
Con esto del cambio climático, el protocolo de Kioto, la reducción de emisiones de CO2, el desarrollo sostenible y la promoción de las energías renovables, el campo europeo entero se está llenando de aerogeneradores.
Especialmente aquí en España, donde los modernos molinos se han adueñado de nuestras montañas, páramos y costas más apartados, ajenos a las protestas airadas de los ecologistas. Un colectivo que, defensor de las energías limpias, paradójicamente cuestiona la localización de muchos de estos proyectos a tenor de su grave impacto ambiental y paisajístico.
¿Qué opinan nuestros vecinos galos sobre el tema?
Básicamente lo mismo que nosotros. Un elevado grupo se posiciona mayorritariamente a favor de los aerogeneradores con comentarios como «Sí, naturalmente», o «una solución razonable y sostenible para el planeta». Pero otros señalan su impacto en el entorno, la muerte de aves, la escasa eficiencia energética y las elevadas subvenciones estatales recibidas por estos ingenios.
Recientemente, SEO/BirdLife ha presentado una queja a la Comisión Europea por la mala evaluación ambiental de los 91 proyectos eólicos previstos en Extremadura para los próximos años. Sí, han leído bien. 91 proyectos de golpe y porrazo.
Y con unos proyectos que, por regla general, no cuentan con estudios de campo en las sierras que pretenden ocupar, no se demuestra en sus proyectos que los generadores eólicos no interfieren en las rutas de vuelo de grandes rapaces o especies migratorias y, finalmente, aunque incluyen por fin un análisis de los impactos de los tendidos eléctricos, casi ninguno suma estos impactos a los del propio parque eólico.
No es el ambiental el único problema. Algunos estudios señalan como el 85% de los turistas no está dispuesto a visitar zonas con parques eólicos.
Resulta evidente. La energía eólica sufre del síndrome del contenedor de basura. Todo el mundo la considera necesaria, pero nadie la quiere tener enfrente de casa. Ni matando paisajes únicos y especies protegidas, añadiría yo.
Seguramente tú mismo conoces muchos de estos parques cuya construcción ha destruido horizontes únicos.
¿Qué podemos hacer entonces? ¿Los ponemos frente a la casa del vecino o nos olvidamos de ellos? El debate está servido.


En la imagen superior, fotomontaje realizado por el naturalista Javier Prieta de cómo se verían los molinos desde la estatua de Alfonso VIII, en el centro de la histórica ciudad de Plasencia (Cáceres), y que se pretende rodear con más de un centenar de estos aparatos.
Las dos imágenes siguientes son reales como la vida misma. Están tomadas en los parques eólicos cercanos al Estrecho de Gibraltar, contra cuyas palas mueren todos los años miles de aves protegidas.