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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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Saramago pide que Lanzarote no sea una nueva Marbella

¡Qué suerte tiene la isla de Lanzarote! Primero César Manrique, el padre del paisajismo, de la arquitectura sostenible y respetuosa con el medio ambiente. Y ahora José Saramago, Premio Nobel de Literatura pero, ante todo, una de las cabezas pensantes más realistas y mejor amuebladas de nuestra vieja Europa. Aún mejor filósofo que maravilloso escritor, desde su llegada a Canarias en 1993 se ha convertido en un abanderado de la lucha de los canarios contra la especulación urbanística. Porque por mucho Parque Nacional y Reserva de la Biosfera que tengan, Lanzarote está sufriendo de una manera terrible la devastación de sus más virginales espacios. Y donde antes gritaba César Manrique grita ahora con la misma o mayor energía Saramago.

En silla de ruedas, con voz firme a pesar de una neumonía, lo volvió a dejar bien claro el pasado sábado:

“Invito a los conejeros a que luchen para que Lanzarote no se convierta en una nueva Marbella. Espero que refuercen su conciencia para que no dejen de prestar la atención que merece el privilegio que significa vivir en una isla como ésta”.

No lo dijo con la boca pequeña. Aprovechó la inauguración en Arrecife de una sala de exposiciones de la Fundación César Manrique, que con toda justicia lleva su nombre, para proclamarlo frente a los políticos lanzaroteños responsables, en mayor o menor medida, de la imparable destrucción del bellísimo territorio. Seguramente por eso, en el acto no estuvo presente ningún representante del Gobierno regional (Coalición Canaria y Partido Popular). Nadie los echó de menos.

Hace un par de años tuvimos la inmensa suerte de lograr el apoyo de Saramago en Fuerteventura para impedir la construcción de hoteles y campos del golf en El Cotillo, en el noroeste isleño. Lo hizo como mejor sabe hacer, regalándonos un manifiesto soberbio. Su prosa contundente supuso un revulsivo en las conciencias de todos nosotros y al final el proyecto fue anulado. Pero el mensaje sigue actual. Nos da ánimos para seguir luchando contra el avance avasallador de ese monstruo especulativo con corazón de hormigón en cualquier lugar del mundo. Por eso lo reproduzco a continuación. Para que la mente lúcida de Saramago nos permita seguir ganando batallas contra el irracional saqueo del patrimonio de todos.

SOBRE EL COTILLO
Al principio, todos los hombres eran dueños de la tierra. Luego llegó el día en que una persona puso cerco a una parcela y dijo, «Esto es mío y lo voy a trabajar para mí y mis descendientes». Qué lejos estaba ese hombre de suponer que aquel acto más o menos egoísta, más o menos ingenuo, quizá necesario, iba a acabar en esta sinrazón precavernícola y disparatada, irracional y por tanto inhumana, en que algunos propietarios de la tierra se han instalado, creyendo, sin ninguna razón moral que lo justifique, que son algo más que simples usuarios de la tierra, porque la verdad incuestionable es que la tierra es de todos y todos tenemos sobre ella derechos y obligaciones.

Quizá alguien puede venir diciendo «Esto es mío y voy a hacer aquí un imperio de hormigón que me va a rendir muchos millones que luego me llevaré a la tumba para alimentar a mis gusanos». Hay quien piensa así, desgraciadamente, pero la sociedad entera tiene la obligación de hacerle entender que carece de derecho, porque la tierra y el bien común esta por encima de la desmedida ambición y del crimen. Y crimen es herir una tierra que no es infinita, un paisaje que no tiene la culpa de ser hermoso, unas personas que no pueden ser atropelladas por lo peor de esta civilización, por el dinero rápido, la soez grosería, el encanallamiento de quien nada respeta porque nada entiende.

Hay hombres así, constructores que no saben qué significa el concepto respeto, políticos sin escrúpulos y sin imaginación que promueven y fomentan la destrucción inmediata porque carecen de ideas alternativas para facilitar la vida a sus paisanos, propietarios que venden como si detrás de ellos nada existiera y que luego encabezarán manifestaciones racistas y xenófobas argumentando que lo malo que les ocurre a ellos y a sus hijos llega de fuera, sin darse cuenta de que ellos abrieron la caja de los truenos al permitir que se instalara en su sociedad el desarrollo explotador e incontrolado, que es todo lo contrario al deseable progreso humano.

Pero no nos equivoquemos: el mal avanza. Estos propietarios que no respetan las tierras que recibieron de sus antepasados o que compraron especulativamente, estos políticos de piedra y ambición que se mantienen con la coartada de los votos, tantas veces manipulados, estos constructores que edificarán mal y rápido, utilizando esclavos, sin consideración por nada y por nadie, ese grupo conseguirá sus objetivos si los ciudadanos no logramos frenarlos.

Ese es el gran reto que tenemos: utilizar, frente a la ambición inmoral, la inteligencia; frente a las artimañas legales, el peso del Derecho; frente a la rapiña la honestidad; frente a la corrupción, la fuerza de la razón moral y creadora. Los ciudadanos de buena voluntad no pueden ceder, no podemos cansarnos. El Cotillo no puede ser destruido, Fuerteventura tiene que ser preservada, las Islas Canarias no se pueden permitir otra agresión.

Hoy en El Cotillo, ayer en El Berrugo, mañana otra vez en el Berrugo y en El Cotillo y en todos los lugares donde pretendan instalar la destrucción y la muerte nos iremos encontrando, porque es nuestra responsabilidad, porque no podemos permitir que acaben con Canarias.