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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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¿Por qué cada vez comemos menos fruta?

En seis años el consumo de frutas en nuestro país ha caído en España un 7%, de los 4.695 millones de kilos de 2010 a los 4.369 millones de 2016. Si echamos la mirada hacia atrás ha caído a la mitad, reducido a unos tristes 3,8 kilos de fruta por persona y año.

Paradójicamente, en el mismo periodo de tiempo la producción se ha triplicado hasta el punto de que nuestro país es el segundo productor mundial de frutas después de China.

Según  Ignasi Iglesias, investigador del Parque Científico y Tecnológico Agroalimentario de Lérida, a este ritmo en diez años ya no se consumirá melocotón. Lee el resto de la entrada »

¿Merece la pena conservar variedades locales de frutas y verduras?

Fuera de su precio, ¿qué más dará una variedad de manzana que otra? Hay diferencias, es verdad, pero durante años tan sólo se ha tenido en cuenta la parte más comercial de su cultivo. Qué produzcan más. Que sean más grandes. O dulces. O ácidas. Que sean más tardías o adelantadas.

Esta visión mercantilista nos ha llevado a abrazar con entusiasmo las variedades estándar, aquellas provenientes de lejanos rincones o producto de manejos de laboratorio y que podemos encontrar iguales en cualquier lugar del mundo. Y la misma visión es la que nos ha hecho arrinconar a las variedades locales de frutas y verduras, aquellas exclusivas de cada lugar, de cada valle, de cada región. Esta erosión genética se ha producido durante el último siglo, con el uso de las semillas mejoradas. Cuatro generaciones han sido suficientes para destruir el trabajo de cuatrocientas.

¿Para qué sirve proteger variedades locales si se venden peor, si el consumidor no las aprecia, si son mas caras o menos agradables a la vista? Tienen más sabor, eso es indudable. Y son más nuestras, las mismas que comieron nuestros abuelos y tatarabuelos, las propias de la tierra.

Pero quizá necesitamos alguna razón menos sentimental para justificar el mantenimiento de este viejo legado genético. Como su importancia económica. Porque la variedad también sirve para algo tan práctico como la lucha biológica contra plagas y enfermedades. No se trata de una suposición gratuita. Es un hecho científicamente demostrado en cultivos como, por ejemplo, el manzano.

Una investigación llevada a cabo durante ocho años por el Instituto de Tecnología Agroalimentaria de la Universidad de Gerona ha identificado 22 variedades de manzano autóctono de Navarra resistentes a plagas como el fuego bacteriano y el moteado del manzano, dos de las enfermedades que mayores daños y perjuicio económico producen en los cultivos de medio planeta.

A raíz de los primeros resultados, el campo de aplicaciones queda abierto. Por ejemplo, podría producirse fácilmente sidra ecológica que no necesite fungicidas, o lograrse una producción de tipo integrada en la que, al contar con variedades más resistentes, el uso de productos fitosanitarios sea menor.

Otra de las vías apunta a la mejora genética de las variedades a partir de aquellas que se han mostrado más resistentes a la enfermedad. Por no hablar de la adaptación de estas variedades a algo tan inevitable e incierto como es el cambio climático.

Por otro lado, diferenciarse en el mercado con productos únicos, de calidad y mantenedores de un paisaje cultural único permite a los productores locales obtener un precio justo por su trabajo, evitando así el imparable éxodo rural.

Resulta evidente. Conservar nuestra biodiversidad productiva sirve para mucho.

Y hablando de manzanas y de otoño, la época de esta fruta maravillosa, recuerda el dicho inglés: «An apple a day keeps the doctor away«. Que en román paladino significa: «Una manzana al día mantiene alejado al médico».

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Celebra hoy el Día de la Manzana

Los británicos, que son únicos para revalorizar el campo, celebran hoy, 21 de octubre, el Apple Day o Día de la Manzana.

El Reino Unido es el campeón mundial en appledom, con más de 6.000 variedades diferentes de esta sanísima fruta. Sin embargo, en las estanterías de los supermercados de allí, como en las de aquí, apenas encontramos nueve variedades distintas, muchas de ellas procedentes de lejanos países, preciosas por fuera pero insípidas.

Instituido el Apple Day en 1990 por la asociación Common Ground, a lo largo de toda la semana se desarrollan cientos de eventos locales donde la manzana se convierte en símbolo de una importante diversidad natural, cultural y genética en preocupante retroceso. Gracias a esta vinculación de las manzanas con su lugar de origen, se trata de lograr que los huertos sean reconocidos y conservados debido a su contribución a las particularidades locales, incluida la rica biodiversidad de vida salvaje que sostienen.

¿Y como se celebra este día?

Primeramente, comiendo manzanas. Como recuerda el refrán anglosajón, «an apple a day keeps the doctor away!» (una manzana al día mantendrá al doctor fuera de su vida). Pero a ser posible cultivadas cerca de nosotros o por nosotros mismos, en esos huertos maravillosos de los pueblos donde las primeras heladas, a cambio de llevarse los últimos tomates y pimientos del año, han sembrado el suelo de fruta caída y hojas amarillas.

Y en segundo lugar, jugando. Con el frío otoñal encima, y los niños encerrados en las casas, la efemérides nos permite desarrollar divertidos juegos familiares dedicados a esta deliciosa rosácea, como atrapar con la boca manzanas que flotan en un balde de agua, practicar con ellas una original petanca frutícola o, más nutritivo, hacer ricos pasteles.

Los británicos van aún más lejos. Apasionados del juego, organizan concursos de pelada de manzana para ver quién logra sacar la espiral de piel más larga de todas. ¿Tu hijo es muy competitivo? Pues proponle que trate de batir los 69 centímetros del récord nacional, categoría junior, logrado el año pasado. Todo lo que necesita es un pelador, una manzana, una mano firme, mucha paciencia y un adulto supervisando el concurso.

No hay nada más triste que un huerto donde la fruta acaba pudriéndose en el suelo pues nadie la recogió. Esto me recuerda la primera vez que celebré el Apple Day en Inglaterra, en concreto en la bellísima ciudad de Norwich. Un vecino tenía tantas manzanas ese año en el jardín que las puso todas dentro de una carretilla que sacó a la calle con un cartel donde podía leerse:

«Llévese todas las manzanas que quiera, pero por favor, no se lleve la carretilla».

Viaje alucinante (y antiecológico) de una manzana

Sano como una manzana. ¿Existe un alimento más natural? Pues depende, tanto de su método de cultivo (ecológico o industrial) como de su lugar de origen. Porque al menos en gasto energético, la energía primaria necesaria para que una manzana perfecta de esas que en estas fechas invernales vemos en las fruterías, pongamos por caso de la popular variedad ‘Golden Delicious‘, llegue a ciudades densamente pobladas como las nuestras desde países remotos, es escalofriante.

La energía invertida en el transporte de una manzana (o un kiwi o unos lichis) de países tan lejanos como Nueva Zelanda a España (23.000 kilómetros) representa 35 veces la que se ha utilizado en forma de abono para producirla. Exactamente la energía equivalente a tener encendida una bombilla incandescente de 100 watios durante más de 10 días seguidos. Un derroche salvaje que, a pesar de todo, logra poner en la mesa fruta con precios más bajos que los de nuestras sabrosas manzanas leridanas o del Cinca.

Incluso almacenándola durante meses en cámaras frigoríficas siguen siendo energéticamente más eficientes que las llegadas de muy lejos. Esto último lo ha demostrado recientemente el investigador alemán Michael Blanke, en un Congreso Internacional de Horticultura cuyas actas han visto este año la luz.

En su caso Blanke hizo el cálculo con frutas llegadas a la populosa región alemana del Rhein-Ruhr (8 millones de consumidores) en el mes de abril. Para ello comparó el gasto energético entre dos lotes de manzanas. Por un lado las cosechadas en Alemania a mediados de octubre y almacenadas durante 5 meses en cámaras de refrigeración hasta mediados de marzo. Por otro lado manzanas frescas de la misma variedad nacidas en el hemisferio sur, en Hawke’s Bay, Nueva Zelanda o Grabouw-Elgin, en la provincia occidental del Cabo, Sudáfrica. Estas manzanas fueron recogidas en marzo y tardaron 28 días y 14 días de transporte, respectivamente, en llegar en buques frigoríficos a Amberes para su posterior venta en Alemania.

El resultado fue el esperado. El transporte desde lugares tan lejanos como nuestras antípodas consume mucho más que el almacenamiento de los productos locales. Con el añadido de su beneficiosa implicación en el mantenimiento del empleo local, huertos frutales, redes regionales de producción, preservación del paisaje, junto con una mayor seguridad alimentaria y empleo de sistemas de garantía de calidad europeos tales como QS y EUREP-GAP.

Resumiendo. Cuando vayas a comprar fruta mira bien antes su procedencia. Cuanto más lejos vienen mayor es el derroche energético y el daño que le hacemos a nuestra agricultura nacional. Así que seamos consumidores concienciados, también en Navidad.