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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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Mares de petróleo amenazan al turismo (y la vida) de Canarias

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El comandante Cousteau nos descubrió que el mar no era tan sólo agua y peces. Que era el último mundo sin explorar, desconocido pero bellísimo.

La primera vez que hice submarinismo en Canarias renegué de él. Sus famosos documentales palidecían ante la realidad que en esos momentos se desarrollaba frente a mis gafas de buceo. Lo mismo me ocurrió con la navegación. Adentrarse en el océano en medio de una noche estrellada y sin luna “viento en popa a toda vela” te cambia la vida. Escuchar el lamento fantasmagórico de las pardelas. Surcar las olas en compañía de delfines juguetones. Sufrir una tormenta y sobrevivir para contarlo.

A pesar de tener tan avanzado el siglo XXI, esos mares canarios, a caballo entre Europa, África y América, siguen siendo los grandes desconocidos. Y los grandes amenazados. Las compañías petroleras, sedientas de un oro negro cada día más escaso, han empezado a buscarlo a 60 kilómetros de las costas de Lanzarote y Fuerteventura, en una zona con una profundidad media de unos 1.200 metros.

Dice el Gobierno central que es una gran noticia. Que así reduciremos la dependencia energética española del exterior un 10%, las arcas del Estado ingresarán 700 millones de euros y se crearán entre 3.000 y 5.000 puestos de trabajo. No hablan de abaratar el precio de la gasolina. Tampoco del serio riesgo de contaminación de un territorio que vive exclusivamente del turismo y donde todo el agua potable se obtiene de un mar ahora en peligro.

Es el progreso, imbécil”, nos espeta desdeñoso el ministro de Industria, el canario Manuel Soria. “Si no lo sacamos nosotros lo sacarán los marroquíes y será peor”, apoyan los responsables de Repsol.

Cousteau les habría tapado a todos ellos la boca hace mucho tiempo. Pero nuestra sociedad lleva demasiado tiempo sin comandantes.

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Se buscan cazadores de estrellas

Debo confesaros un pecado imperdonable. Llevo toda la vida dedicado al estudio de la flora y la fauna, de la geología, del mar, del arte (que también es un milagro de la naturaleza, pues somos parte de ella), del paisaje en su más amplia acepción, y me había olvidado de lo más importante. Me había olvidado del firmamento. Hasta hace unos meses miraba al cielo y sólo veía puntos de luz en la noche.

Un reciente viaje iniciático por el Atlántico, navegando a vela bajo un firmamento sin luna cuajado de estrellas, me abrió los ojos y desde entonces vivo entusiasmado tratando de introducirme en tan apasionante mundo. ¿Cómo podía estar tan ciego?

Algo parecido le pasó a Gustavo Muller, a quien conocí hace una semana durante la celebración en Fuerteventura de unas interesantísimas Jornadas de Astronomía. Un día asistió a unas conferencias de astronomía semejantes y acabó abducido. Hace cuatro años no distinguía la estrella polar y hoy es uno de los más importantes caza asteroides aficionados del mundo. Carpintero de profesión, se ha construido en madera un observatorio en la azotea de su casa, en el pequeño pueblo lanzaroteño de Nazaret, cúpula incluida.

Con un telescopio comprado por Internet, una cámara de fotos y un ordenador ha logrado descubrir 65 objetos cósmicos hasta la fecha desconocidos, que la Universidad de Harvard, en Estados Unidos, ha incluido en el catálogo mundial. Incluso se ha permitido el lujo de poner a dos de ellos los nombres de sus hijos, Mauricio y Alessio.

Yo no aspiro a tanto. Para mí es suficiente mirar al cielo y admirar Las Pléyades, sorprender la salida de Sirus o hacer un guiño a Aldebarán. O salir estos días con los niños bien abrigados para ver juntos la lluvia de estrellas Gemínidas. Las mismas que admiraron los neandertales hace 250.000 años y que verán nuestros descendientes… si para entonces hemos logrado poner fin a la contaminación lumínica.

Sobre esta líneas os dejo un vídeo que me enseñó Gustavo Muller y me ha dejado asombrado. Está filmado en Canarias, así que os podéis hacer una idea del privilegio que tenemos todas las noches los que vivimos en estas hermosísimas islas. Su autor es Daniel López, uno de los mejores astrofotógrafos del mundo.

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Las aves eligen el invierno en Canarias

Acabo de regresar de Lanzarote. Mientras toda la Península se helaba bajo un grueso manto de nieve, para después, y antes, seguir ahogándose con una lluvia pertinaz, en Canarias disfrutábamos de un tiempo veraniego. Fui a esa isla a colaborar en un interesantísimo proyecto que los miembros de la Sociedad Española de Ornitología (SEO/BirdLife) estamos realizando por todo el país: el Atlas de las Aves Invernantes. Básicamente, queremos saber qué pájaros y en qué número eligen nuestras latitudes para pasar los rigores invernales. También si con esto del cambio climático están cambiando algunos sus hábitos migratorios, como ya se ha detectado con cigüeñas y golondrinas.

El Archipiélago canario está en medio del Atlántico, por lo tanto muy alejado de las rutas migratorias habituales de las aves. Llegar hasta allí se les debe hacer excesivamente complicado. Sin embargo, estos días de pateo por Lanzarote me he llevado unas cuantas sorpresas agradables. Por ejemplo en La Geria, ese inmenso queso de gruyere volcánico donde viñedos e higueras se plantan en el interior de pequeños cráteres abiertos en el negro lapilli. Allí hay una antigua fuente, tan miserable que sólo manaba unas pocas horas diarias, justo al amanecer. Donde en tiempos de sequía la gente iba de noche a coger sitio, no más de una botella por familia. Y que ahora, olvidada, rodeada de unos pocos arbustos, es el lugar elegido por un nervioso petirrojo (Erithacus rubecula) procedente de Centroeuropa para pasar el invierno en tan recóndito lugar.

Más tarde, en el parque de un pueblecito cercano, me he encontrado con algo aún más extraordinario, un rarísimo mosquitero bilistado (Phylloscopus inornatus) oriundo de Siberia. Apenas 6 gramos de peso, tres continentes a donde ir y eligió las Afortunadas. No es tonto el pajarito. Para que luego pensemos que el turismo de invierno es algo reciente que hemos inventado nosotros.

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En la foto, como no podía ser de otra manera, podéis ver al raro mosquitero bilistado. Bonito ¿verdad?

Saramago pide que Lanzarote no sea una nueva Marbella

¡Qué suerte tiene la isla de Lanzarote! Primero César Manrique, el padre del paisajismo, de la arquitectura sostenible y respetuosa con el medio ambiente. Y ahora José Saramago, Premio Nobel de Literatura pero, ante todo, una de las cabezas pensantes más realistas y mejor amuebladas de nuestra vieja Europa. Aún mejor filósofo que maravilloso escritor, desde su llegada a Canarias en 1993 se ha convertido en un abanderado de la lucha de los canarios contra la especulación urbanística. Porque por mucho Parque Nacional y Reserva de la Biosfera que tengan, Lanzarote está sufriendo de una manera terrible la devastación de sus más virginales espacios. Y donde antes gritaba César Manrique grita ahora con la misma o mayor energía Saramago.

En silla de ruedas, con voz firme a pesar de una neumonía, lo volvió a dejar bien claro el pasado sábado:

“Invito a los conejeros a que luchen para que Lanzarote no se convierta en una nueva Marbella. Espero que refuercen su conciencia para que no dejen de prestar la atención que merece el privilegio que significa vivir en una isla como ésta”.

No lo dijo con la boca pequeña. Aprovechó la inauguración en Arrecife de una sala de exposiciones de la Fundación César Manrique, que con toda justicia lleva su nombre, para proclamarlo frente a los políticos lanzaroteños responsables, en mayor o menor medida, de la imparable destrucción del bellísimo territorio. Seguramente por eso, en el acto no estuvo presente ningún representante del Gobierno regional (Coalición Canaria y Partido Popular). Nadie los echó de menos.

Hace un par de años tuvimos la inmensa suerte de lograr el apoyo de Saramago en Fuerteventura para impedir la construcción de hoteles y campos del golf en El Cotillo, en el noroeste isleño. Lo hizo como mejor sabe hacer, regalándonos un manifiesto soberbio. Su prosa contundente supuso un revulsivo en las conciencias de todos nosotros y al final el proyecto fue anulado. Pero el mensaje sigue actual. Nos da ánimos para seguir luchando contra el avance avasallador de ese monstruo especulativo con corazón de hormigón en cualquier lugar del mundo. Por eso lo reproduzco a continuación. Para que la mente lúcida de Saramago nos permita seguir ganando batallas contra el irracional saqueo del patrimonio de todos.

SOBRE EL COTILLO
Al principio, todos los hombres eran dueños de la tierra. Luego llegó el día en que una persona puso cerco a una parcela y dijo, «Esto es mío y lo voy a trabajar para mí y mis descendientes». Qué lejos estaba ese hombre de suponer que aquel acto más o menos egoísta, más o menos ingenuo, quizá necesario, iba a acabar en esta sinrazón precavernícola y disparatada, irracional y por tanto inhumana, en que algunos propietarios de la tierra se han instalado, creyendo, sin ninguna razón moral que lo justifique, que son algo más que simples usuarios de la tierra, porque la verdad incuestionable es que la tierra es de todos y todos tenemos sobre ella derechos y obligaciones.

Quizá alguien puede venir diciendo «Esto es mío y voy a hacer aquí un imperio de hormigón que me va a rendir muchos millones que luego me llevaré a la tumba para alimentar a mis gusanos». Hay quien piensa así, desgraciadamente, pero la sociedad entera tiene la obligación de hacerle entender que carece de derecho, porque la tierra y el bien común esta por encima de la desmedida ambición y del crimen. Y crimen es herir una tierra que no es infinita, un paisaje que no tiene la culpa de ser hermoso, unas personas que no pueden ser atropelladas por lo peor de esta civilización, por el dinero rápido, la soez grosería, el encanallamiento de quien nada respeta porque nada entiende.

Hay hombres así, constructores que no saben qué significa el concepto respeto, políticos sin escrúpulos y sin imaginación que promueven y fomentan la destrucción inmediata porque carecen de ideas alternativas para facilitar la vida a sus paisanos, propietarios que venden como si detrás de ellos nada existiera y que luego encabezarán manifestaciones racistas y xenófobas argumentando que lo malo que les ocurre a ellos y a sus hijos llega de fuera, sin darse cuenta de que ellos abrieron la caja de los truenos al permitir que se instalara en su sociedad el desarrollo explotador e incontrolado, que es todo lo contrario al deseable progreso humano.

Pero no nos equivoquemos: el mal avanza. Estos propietarios que no respetan las tierras que recibieron de sus antepasados o que compraron especulativamente, estos políticos de piedra y ambición que se mantienen con la coartada de los votos, tantas veces manipulados, estos constructores que edificarán mal y rápido, utilizando esclavos, sin consideración por nada y por nadie, ese grupo conseguirá sus objetivos si los ciudadanos no logramos frenarlos.

Ese es el gran reto que tenemos: utilizar, frente a la ambición inmoral, la inteligencia; frente a las artimañas legales, el peso del Derecho; frente a la rapiña la honestidad; frente a la corrupción, la fuerza de la razón moral y creadora. Los ciudadanos de buena voluntad no pueden ceder, no podemos cansarnos. El Cotillo no puede ser destruido, Fuerteventura tiene que ser preservada, las Islas Canarias no se pueden permitir otra agresión.

Hoy en El Cotillo, ayer en El Berrugo, mañana otra vez en el Berrugo y en El Cotillo y en todos los lugares donde pretendan instalar la destrucción y la muerte nos iremos encontrando, porque es nuestra responsabilidad, porque no podemos permitir que acaben con Canarias.