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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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España pierde una cuarta parte de sus mejores bosques maduros

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Hay noticias terribles que apenas tienen repercusión en la opinión pública. Especialmente las referidas al medio ambiente. Por ejemplo, la terrible desaparición de los últimos bosques maduros españoles, aquellos verdaderamente viejos y complejos, nuestras últimas selvas ibéricas.

No tenemos datos nacionales, pero sí sabemos que en los últimos 5 años se ha perdido una cuarta parte de los poco más de 200 bosques centenarios inventariados en Cataluña. Y la culpa no la tuvieron los incendios forestales. Su desaparición o grave degradación se debe, directamente, a talas autorizadas.

Esos 200 bosques únicos cubrían apenas el 0,3% de la superficie arbórea catalana, pero daban cobijo a una extraordinaria riqueza biológica y paisajística. El 90% de las formaciones centenarias pertenecían a manos privadas y no contaban con protección efectiva, aunque las protegidas y de titularidad pública tampoco se salvaron del exterminio.

Eran auténticos tesoros dentro de bosques con menor valor, islas de biodiversidad que durante siglos se habían librado de las talas y los incendios. Eran. Pasado irrecuperable. Porque han sido eliminados a hachazo limpio y a una velocidad escalofriante.

Es verdad, no se arrasó todo el bosque. Tan sólo una parte. Pero fue la más valiosa, la más insustituible. También la que estaba llamada a convertirse en dinamizadora sostenible de las economías rurales gracias a su explotación turística o pedagógica ¡Cuántos bosques escuela hemos perdido!

La falta de interés de la Administración por conservarlos, unida a la desatención y la crisis económica, han puesto en la picota a las masas arbóreas con mayor valor biológico del país, se lamentan los expertos de DEPANA, Ecologistas en Acción, GEPEC-EdC, Greenpeace e IPCENA. Una vez más los árboles raquíticos, productivos, no nos dejan ver el bosque, el ecosistema, nuestro futuro.

Foto: La Fageda d’en Jordà. Wikimedia Commons

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Terribles imágenes de incendios forestales en 360 grados

Barranco de Lucia

Llega el verano y con él las rebajas y los incendios forestales. Así de seguro. Así de banal. Así de triste.

Volveremos a ver dantescas imágenes en la televisión de bosques quemados. Nos sobrecogeremos y apenas unas horas después se nos habrá olvidado.

Pero no a todos. Seguramente muchos os habréis preguntado alguna vez: ¿Qué habrá sido de esos lugares calcinados? ¿Se habrán recuperado ya esos sitios cinco, diez años después de que las llamas arrasaran tantos y tantos lugares maravillosos?

Hoy os traigo a La Crónica Verde un impresionante proyecto fotográfico que da respuesta a estas dudas. Se llama ‘Quemados, Fotografía 360º‘ y es un proyecto fotográfico colectivo sobre los incendios que en 2012 arrasaron 50.000 hectáreas de los montes de Alcublas y Andilla, y con ellos una gran parte del patrimonio forestal valenciano. Una terrorífica galería de imágenes panorámicas de alta resolución geolocalizadas que permite navegar por los calcinados enclaves afectados, así como conocer su lenta recuperación natural.

Entre sus objetivos, los promotores pretenden fomentar la reflexión sobre la complejidad, la dimensión y el impacto de los incendios forestales. Aunque sólo sea para que, cuando los telediarios vuelvan a hablarnos de este tipo de siniestros, tengamos muy claro la terrible destrucción que suponen.

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Regresan a España los caballos salvajes de Altamira

Mañana, 24 de octubre, correrán libres por San Cebrián de Mudá (Palencia) tres caballos de la raza Prezwalski, los más parecidos a los que pintaron nuestros antepasados en las cuevas de Altamira y Tito Bustillo. Son la última raza de caballos salvajes de Europa, herederos de los grandes rebaños de herbívoros que cazaban los hombres de Cromagnon, extinguidos en la Península Ibérica hace más de 1.000 años.

Estos caballos compartirán el espacio palentino con un sorprendente grupo de bisontes europeos (Bison bonasus), donde ya pastan en régimen de semilibertad 15 ejemplares y ha nacido la primera cría. España contribuye así a los esfuerzos internacionales por salvar estas dos especies y, a la vez, recupera con ellas los símbolos del paleolítico pintados en las cuevas hace 30.000 años.

Fernando Morán, presidente del Centro de Conservación del Bisonte Europeo en España, es el promotor de tan aventurero proyecto que considera una apuesta de futuro y desarrollo sostenible. Le apoyan, entre otros, el alcalde de San Cebrián de Mudá y el periodista ambiental Benigno Varillas.

Soñar con el regreso de los grandes rebaños paleolíticos es ya imposible. Pero lo que sí pueden lograr estos animales es ayudar al desarrollo rural de zonas que se están quedando sin habitantes y sin ganadería como es la montaña palentina, al mismo tiempo que se protege a animales en peligro de extinción y se lucha contra los incendios forestales. Aunque sólo sea por ello, el proyecto merece la pena.

La reserva nacional del bisonte europeo está en San Cebrián de Mudá, Palencia (www.mundominer.es). La visita es guiada, cuesta 4 euros y dura unas dos horas. Como los animales se mueven libres por la reserva no hay seguridad de verlos, por eso se recomienda ir a primera hora de la mañana.

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El incendio de La Gomera sigue destruyendo el monte y la verdad

Aunque estabilizado, el incendio de La Gomera sigue aún activo casi un mes después de iniciarse el pasado 4 de agosto. En total se han quemado 4.000 hectáreas (el 11 por ciento de la superficie insular) y las pérdidas materiales causadas por el fuego se han cifrado en más de 70 millones de euros. Las pérdidas ambientales son incalculables. Y las mentiras, medias verdades, errores de bulto, confusiones y malas interpretaciones sobre las razones que lo han provocado están quemando las posibilidades de encontrar soluciones razonables que permitan afrontar con garantías su recuperación. Que por supuesto incluye juzgar a los responsables políticos que tan desacertadamente han gestionado la extinción del fuego.

Conozco muy bien el monte gomero. He trabajado varios años en el Parque Nacional como monitor ambiental. También he realizado allí diferentes estudios ambientales sobre su extraordinaria flora y fauna. Con esta experiencia como base, me gustaría responderos a una serie de preguntas que seguro muchos de vosotros os hacéis.

¿Cómo se pudo quemar Garajonay, un bosque húmedo y siempre verde?

Porque estaba terriblemente seco. La sequía actual es la peor que se recuerda en Canarias en el último siglo.

¿Empezó el fuego en la laurisilva?

El fuego empezó fuera del Parque Nacional, en la parte baja de arbustos y campos de cultivo abandonados. Fue allí donde los pirómanos se pasaron meses metiendo cerillazos que luego eran rápidamente sofocados por los servicios de extinción de incendios. Una y otra vez. Al final un día, de extremo calor y fuerte viento, se salieron con la suya.

Los incendios de La Gomera nunca empiezan en la laurisilva. Prácticamente el 99% de los incendios de La Gomera empiezan fuera del monte y casi ninguno entra al monte. Al contrario, el mejor cortafuegos que hay es la laurisilva madura.

¿Tuvo la culpa del terrible incendio la leña muerta acumulada en el monte?

En absoluto. Lo que algunos ven como «suciedad» es el proceso natural de un bosque donde los árboles muertos dan de comer a los jóvenes y a todo un importantísimo ecosistema de plantas y animales. Esa leña podrida llena de hongos e insectos arde muy mal. Lo mismo ocurre con la hojarasca, la piel viva de la laurisilva.

¿Por qué antes no había incendios en el monte gomero?

Pues porque antiguamente todo el perímetro de Garajonay estaba rodeado de campos de cultivo que ahora están abandonados en su mayor parte. Pero es más fácil repetir cosas desde la absoluta ignorancia que plantearse tener TU palmera limpia de pencas secas, TU finca sin arbustos, rastrojos, cultivada…, TU casa y cuarto de aperos sin atrabancos, palés abandonados, muebles viejos. Es mucho más fácil echarle la culpa al monte y a sus gestores.

¿Es verdad que no dejan sacar madera del monte y por eso está descuidado?

Es una falsedad. A los vecinos de los caseríos del entorno se les permite retirar 5 estereos de leña por familia y año. También estaba a disposición de cualquier habitante de la isla el aprovechamiento de los pinos cortados (donde posteriormente se plantaron hayas y brezos), cosa que hizo quien quiso (sobre todo las panaderías y dulcerías que usaban leña).

La gente que propone limpiar el monte no tiene en cuenta que tal medida supondría la desaparición de cientos de especies de hongos, invertebrados, líquenes… que viven de descomponer la materia orgánica. Además del ingente trabajo que supondría sacar toda esa leña de un monte con un 46% de la isla con pendientes del 30% y el 12% con pendientes superiores al 50%.

¿Hacen falta más cortafuegos?

Otro gran error. La zona del Parque Nacional donde hay más pistas a modo de cortafuegos es la que resultó más rápidamente devastada por el fuego. Toda la zona de Pajarito, Alto, Pinos Redondos y Ajugal está surcada por pistas bien mantenidas, donde la vegetación no hacía “túneles” pues era joven y baja. Por lo tanto, donde más pistas hay en todo el Parque mayor ha sido la devastación. La razón es el tipo de vegetación, de monte de brezos y hayas jóvenes. Con el fuego se han esfumado en 48 horas los 30 años de trabajo de restauración de las áreas degradadas donde en los 60 se plantaron unas 500 hectáreas de pinos.

La laurisilva es un cortafuegos natural. El fuego de la meseta de Vallehermoso de 1995 empezó fuera del monte por una quema de rastrojos, y cuando llegó a la laurisilva húmeda prácticamente él mismo se detuvo y apagó. El fuego del año pasado en Cubaba y Tazo se detuvo cuando llegó al monte después de quemar palmeras, vegetación arbustiva y rastrojos.

¿Por qué el fuego ha sido tan rápido y devastador?

El gran barranco de Valle Gran Rey se quemó en 7 minutos. Fue como un gigantesco lanzallamas, por culpa, sobre todo, de los malignos cañaverales, plantas invasoras que están asfixiando el territorio canario. Los matorrales y brezales jóvenes del sur de la isla y el monte ardieron en apenas dos o tres días. Se trata de vegetación de monteverde joven, muy inflamable, que ha ido invadiendo zonas anteriormente agrícolas y que ha sido la gran propagadora del fuego. Frente a ello, en las zonas bien conservadas de laurisilva, o no ha llegado el fuego o avanzó tremendamente despacio, quemando partes del suelo pero respetando los árboles.

¿Ha acabado el incendio con el Parque Nacional de Garajonay?

En absoluto. Es verdad que el incendio ha sido terrible. Ha ardido un millar de hectáreas del Parque Nacional de Garajonay. Unas cien hectáreas de monte maduro necesitarán un siglo para llegar a un estado similar al de antes. Algunas de inmenso valor ecológico como Los Gallos, en Vallehermoso, un bosque tan antiguo o más que El Cedro. Pero la mayor parte del incendio ha quemado pastos y matorrales que en dos años recuperarán su aspecto verde. También ha destruido zonas situadas en la periferia del Parque y donde se habían desarrollado programas de restauración ecológica que tardarán una década en recuperarse.

¿Merece la pena viajar a La Gomera?

Por supuesto. Todavía queda mucho Garajonay intacto, virgen, salvaje, misterioso, único. Todavía queda mucha Gomera fabulosa, muchos senderos que caminar, muchas gentes a las que conocer y con las que disfrutar de su gastronomía, de su cultura, de su bonhomía.

Este incendio no es ni debe ser un problema para la isla, sino un acicate para que todos nosotros nos volquemos en ella y la apoyemos eligiéndola en nuestras próximas vacaciones. Ten la seguridad de que no te defraudará.

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La tragedia ambiental del incendio de La Gomera también es económica

Tengo el alma encogida en un puño, inmensamente triste por ese incendio que está destruyendo el corazón de La Gomera, las selvas mágicas de Garajonay. Cerca de un 10 por ciento del Parque Nacional ya se ha carbonizado y el fuego continúa imparable, descontrolado.

Conozco bien esos bosques y a sus gentes. Todos los años trabajo allí con los programas de voluntariado de SEO/BirdLife. Conozco también muy bien a sus gigantes vegetales, impresionantes árboles singulares a los que he inventariado para un catálogo oficial del Gobierno de Canarias. Por eso me siento incapaz de imaginar a esas selvas de niebla consumidas por las llamas.

Los bosques de Garajonay atesoran una triple singularidad:

  • Por un lado, son fósiles vivientes de las junglas cálidas y húmedas que poblaron la región mediterránea en el Terciario.
  • Por otro, protegen una extraordinaria cantidad de endemismos, producto de su aislamiento genético.
  • Finalmente, concentran una sorprendente densidad de árboles centenarios y monumentales.

Pero, por encima de su altísimo valor biológico, Garajonay contribuye al desarrollo sostenible de todo un territorio en sus aspectos ambiental, social y económico. En 1986 la Unesco reconoció estos méritos declarándolo Patrimonio de la Humanidad y este año toda la isla ha sido nombrada Reserva de la Biosfera.

La tragedia es ambiental, pero también económica. El Parque Nacional de Garajonay tiene una posición clave en la socioeconomía insular como principal fuente generadora de recursos. Su cada vez más activo sector terciario depende casi exclusivamente del turismo generado a la sombra de estos árboles siempre verdes. Gracias a este espacio se explican las más de 8.000 camas de su planta alojativa. Como resultado, Garajonay es el tercer parque nacional más visitado de España en relación con su superficie, por detrás del Teide y Timanfaya.

Todo indica que el fuego ha sido intencionado. Algún malnacido disfruta haciendo daño a sus vecinos y sus recursos, poniendo en peligro sus vidas y obligando a desalojar a 600 personas de 15 núcleos de población. El incendio es la mayor amenaza para la integridad de Garajonay, ya que como señalaba su director, Ángel B. Fernández, en un artículo que firmamos conjuntamente en la revista Quercus,

«destruye las estructuras forestales antiguas, imposibles de recuperar en la escala temporal de una vida humana».

Y al contrario de con el pino canario, capaz de rebrotar después de un incendio, el fuego no ha jugado un papel importante en la evolución del ecosistema, ya que no existen fuentes naturales de ignición y las plantas no están adaptadas a estos desastres.

Hoy en la Radio Autonómica de Canarias me pidieron que hiciera una descripción de Garajonay y hablé de su increíble paisaje sonoro. De ese silencio sobrecogedor arrullado por el reclamo de la paloma rabiche, el rumor del agua de un pequeño manantial y el susurro de los vientos alisios agitando las hojas de fallas y viñátigos. Me quedo con ese recuerdo íntimo. Como Federico García Lorca ante la sangre de Ignacio Sánchez Mejías, me niego a pensar en el alma carbonizada de Garajonay:

¡Que no quiero verla!  / Dile a la luna que venga,/ que no quiero ver la sangre / de ese bosque incendiado. / ¡Que no quiero verla! / Que mi recuerdo se quema.

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