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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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España vaciada: pueblos con sabor frente a ciudades doble caldo concentrado

Foto: Faustino Calderón

Perdonen el símil, pero España se está convirtiendo en un doble caldo concentrado de carne. Todos amontonados en cada vez menos ciudades, cociéndonos en un caldo demasiado espeso mientras el resto de los pucheros, medianos, pequeños y muy pequeños, se quedan sin sopa, vacíos, vaciados, rebañados, olvidados.

Son dos Españas, dos modelos, dos cocinas, dos formas de vivir cada vez más antagónicas. La España urbana de los calderos llenos, opulentos, donde todos los ingredientes se mezclan con generosas cantidades, y la España rural de los calderos vaciados, rebañados hasta su último resto de salsa pero que, no lo olvidemos, no hace tanto estaban llenos y hasta más llenos que los de las ciudades pues abastecían la totalidad de sus despensas. Lee el resto de la entrada »

El patchwork se llama almazuela en La Rioja

Peroblasco

Un año más he vuelto a las Fiestas del Humo en Peroblasco, un diminuto pueblo riojano en el valle del río Cidacos famoso por haber logrado resucitar de la despoblación gracias al entusiasmo de sus nuevos vecinos, apenas 20 pero parecen 2.000.

Siempre encuentro allí alguna agradable sorpresa cultural de altísima calidad entre sus calles, ya sean certámenes de poesía, presentación de libros o conciertos de música.

Este año fueron las almazuelas, una maravillosa artesanía textil de origen árabe típica de la comarca de Cameros. A modo de colgaduras festivas, colchas multicolores realizadas con todo tipo de telas pendían de los viejos balcones en inusual adorno. Los urbanos lo llamaríamos quilt o patchwork, pero como me explicó Rufus, el alma conseguidora de Peroblasco, mucho más bonito es llamarlo retacerías, el arte, o la necesidad, de aprovechar los retazos de la ropa más vieja e inservible para darle una nueva (quizá la enésima) oportunidad. Lo que allí vi eran auténticas obras de arte salidas de la mano de Regina Martínez, una maravilla.

Pero esta artesanía nacida, no ya de la escasez, sino sobre todo de la sabiduría de aprovechar al máximo cualquier cosa aprovechable, ha sido una actividad cotidiana en nuestras casas desde probablemente el paleolítico y hasta hace nada.

Me lo recuerda mi suegra, natural de otro pequeño pueblo pero éste, ¡ay!, ya abandonado, el burgalés de Huidobro: “Hombre claro, entonces se aprovechaba todo, las mantas y hasta la ropa”. Y me pone un sorprendente ejemplo: “Sin ir más lejos, de la pata de un pantalón roto la abuela Ramona hizo un vestido precioso para una niña”.

Recuerdo las almazuelas e imagino el pichi-pantalón mientras paseo ahora por las tiendas en rebajas. Moda rápida, barata, de usar y tirar. ¡Cuánto ha cambiado el cuento!

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Ponen puertas (y alambradas) a los pueblos abandonados

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Muchos “pueblos del silencio”, abandonados durante décadas, vuelven a tener vecinos. ¿Regreso al campo? Pues sí y no. El retorno no es el de la vida rural, comunal, participativa. La mayoría de ellos se han transformado en fincas ganaderas y cinegéticas. Modernas explotaciones gestionadas desde la distancia por empresarios que contratan al personal como harían en una fábrica, sólo que añadiendo al salario la obligación de vivir junto a los animales.

Un único detalle los distingue de otras granjas. Ocupan como suyas casas, plazas, iglesias, ermitas, fuentes, huertas, dehesas. Ya sea en propiedad, alquiler o usurpación directa, lo que durante siglos fue de todos los vecinos lo es ahora de una Sociedad Limitada, de una empresa. Hasta los caminos públicos, cerrados con altas vallas alambradas o protegidos por violentos perros guardianes, han pasado a integrarse en el latifundio.

Las Merindades, en el norte de Burgos, es un terrible ejemplo de esta tendencia al acaparamiento de lo público. En Huidobro, el pueblo de mi suegra, la bella iglesia románica se ha convertido en garaje. Y para visitar la arruinada casa familiar es necesario esquivar perros, toros y miradas de desconfianza.

Fuente Humorera, que en la Edad Media fuera “coto cerrado” del ahora arruinado monasterio de Rioseco, ha pasado a ser finca cerrada de un emprendedor madrileño que aúna la producción de queso ecológico de cabra con la explotación de la caza mayor. Propiedad privada. Prohibido el paso.

Dice mi amigo Elías que mejor esto que las ruinas. Que algunos como en San Quirce o Bujedo de Juarros han convertido las iglesias en salones de bodas familiares, pero al menos las han restaurado. Quizá tenga razón, aunque no me gusta. Poner puertas a los pueblos no es recuperarlos. Es matarlos y enterrarlos.

Foto: Candado que impide el paso por el antiguo camino público entre San Martín del Rojo y Fuente Humorera (del blog Fuente Humorera)

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