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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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Mamuts contra elefantes

En mi reciente viaje a Hong Kong me he encontrado numerosas tiendas dedicadas a algo tan increíble como vender esculturas esculpidas en marfil de mamut.

Sí, lo habéis leído bien, colmillos de esos elefantes peludos extinguidos hace miles de años.

En uno de esos comercios me explicaron que, como desde 1989 existe la prohibición internacional de comerciar con marfil de elefante, el hueco comercial se ha cubierto con colmillos de mamut procedentes de Siberia.

«Y yo voy y me lo creo», pensé para mis adentros. Sólo los muy especialistas son capaces de distinguir marfil de elefante del de mamut, algo prácticamente imposible una vez que los colmillos han sido troceados y tallados.

Según nos quieren hacer creer algunos, la fría estepa siberiana está llena de esqueletos de mamut. La gente sale por el campo, y con esto del cambio climático ven asomar por entre el barro blancas osamentas semifósiles. Las excavan y las venden, pero no a museos, sino a traficantes/comerciantes de marfil, en bruto o talladas por ellos mismos. Los datos oficiales hablan de exportaciones anuales de 36 toneladas métricas al año. ¿No serán muchos mamuts?, me pregunto incrédulo.

Os voy a contar lo que pienso. Que todo es una tapadera. En realidad se está haciendo pasar marfil de elefante como de mamut. Entre otras cosas para abastecer el creciente mercado japonés de los sellos personales, supuestos amuletos de la buena suerte para todo negocio floreciente que se precie.

Dicen los expertos que el mamut está salvando al elefante, pues gracias a estas especies extinguidas los actuales proboscídeos ya no son cazados. Pero yo sigo sin creérmelo.

Allí en Hong Kong las tiendas te ofrecen miles de piezas de todo tipo, desde delicadas tallas hasta piezas eróticas de un mal gusto increíble e incluso carcasas de teléfonos móviles. Nadie es tan tonto como para derrochar así un capital escaso llegado desde la lejana Siberia. Sólo lo hace quien lo obtiene a toneladas desde África, a través de un comercio ilegal que, digan lo que digan, sigue provocando la muerte de miles de elefantes todos los años. Me temo que esos mamuts son menos antiguos y más africanos de lo que ellos dicen.

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A continuación os dejo algunos ejemplos de ese arte que supuestamente se hace con valioso marfil de mamut.

Visita perpleja a Hong Kong

Tras pasar casi un mes en Hong Kong, viviendo en casa de unos amigos, conviviendo con los hongkoneses, pateándome todos sus rincones, regreso a España absolutamente sobrecogido.

La capital financiera del planeta, uno de los principales motores de la economía global, es la versión exagerada y derrochona de nuestro mundo. Siete millones de habitantes apiñados en un estrecho espacio donde se encuentran las mayores densidades de población del planeta, superior a los 40.426 habitantes por kilómetro cuadrado, volcados en el trabajo que les brinda la versión más salvaje del capitalismo.

Donde no se recicla ni el papel, pero te ponen fuertes multas si lo depositas erróneamente en uno de los escasos contenedores de reciclaje instalados como adorno en las calles más turísticas.

Donde el aire acondicionado es imprescindible para vivir dadas las altísimas y húmedas temperaturas, un aire que sale a bocanadas heladas por las puertas siempre abiertas de los comercios, pues cerrarlas es síntoma de pobreza.

Donde los rascacielos son inmensos vampiros energéticos, a los que todas las noches se convierte en gigantescas esculturas de coloridos neones por el único interés de asombrar al visitante con el poderío de sus dólares. Un espectáculo estético que ellos pagan gustosos, ajenos a la diaria liberación de toneladas de CO2 a la atmósfera que tal capricho supone.

Donde las calles han sido arrinconadas por las autopistas, sustituidas por pasadizos comerciales elevados que comunican a los grandes edificios entre sí por medio de una maraña de pasillos incólumes abarrotados de tiendas de marca.

¿Un mundo feliz? ¿Es ése el modelo de nuestro desarrollo?

También tiene aspectos positivos, no todo es malo. Por ejemplo, su modelo urbanístico de construir en vertical y sobre terrenos ganados al mar ha permitido preservar los valiosos bosques húmedos de sus montañas, auténticas selvas tropicales, lugares increíblemente bellos para los amantes del senderismo a tan sólo cinco minutos de la gran ciudad.

Gracias a su red de espacios protegidos, el 40 por ciento de todo su territorio es parque natural. Paraíso de 3.100 especies de plantas, 54 de mamíferos, 450 de aves, por no hablar de sus espectaculares insectos, con las mariposas y las libélulas a la cabeza.

Y sólo en un lugar así es posible ver, como yo tuve la ocasión, a un espléndido pigargo oriental (Haliaeetus leucogaster) volando en compañía de su pollo del año sobre una playa abarrotada de turistas, que tienen prohibido pasar a la islita de enfrente donde la gran rapaz cría todos los años.

Y sus parques públicos, aunque escasos, son de los más hermosos que haya visto nunca.

¿En conclusión? Hong Kong es un ejemplo más de nuestra psicótica sociedad, cada vez más alejada de la realidad, más paradójica y contradictoria. Pero me temo amigos que ése es el futuro. Habrá que irse acostumbrado.

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Os dejo unas fotografías sobre esta increíble ciudad que sin duda son más explícitas que mis palabras.

Europa pasa de la gripe A mientras China se blinda contra ella

Acabo de llegar de un largo viaje por Oriente y aún no me he repuesto de la sorpresa. Mientras en China se han blindado contra la gripe A, extremando hasta la paranoia los controles sanitarios, aquí en Europa dejamos abiertas nuestras fronteras al peligroso virus.

En Hong Kong, donde las clases escolares han estado suspendidas durante tres semanas por miedo al contagio de la pandemia, son miles las personas que no salen a la calle sin su mascarilla quirúrgica, incluidos policías y hasta barrenderos.

Picaportes, tiradores de puertas y barandillas de las escaleras mecánicas de los edificios públicos son desinfectados varias veces al día, en algunos casos cada hora.

A la entrada de museos, centros comerciales y bibliotecas hay instalados desinfectadores automáticos. Pones las manos bajo ellos y una célula fotoeléctrica activa un spray que las rocía de alcohol perfumado.

Pero los controles máximos están en puertos y aeropuertos. Antes de alcanzar el puesto de inmigración se controla la temperatura a todos los recién llegados hasta tres veces, con cámaras termosensibles, termómetros digitales y escáneres. También es obligatorio rellenar un largo cuestionario personal donde es necesario señalar si se tiene o ha tenido alguna enfermedad, dónde has estado en la última semana, y dónde te vas ha quedar, teléfonos y direcciones incluidos.

Todo es tan estricto que acabas rezando para que un estornudo inoportuno no te convierta en blanco de las sospechas.

En mi caso, entrando en Macao me llevé un buen susto cuando al tomarme un policía la temperatura en la frente me dio 37 grados, medio punto por encima de lo habitual. Tras repetir el control tres veces, me pusieron una mascarilla y fui rápidamente llevado a una sala de aislamiento. Rodeado de enfermeros y médicos embutidos en monos blancos, al final el viejo termómetro de mercurio demostró que mi temperatura era normal y pude seguir el camino hacia la hermosa antigua colonia portuguesa.

Sin embargo, a mi regreso a Europa vía Helsinki, el miedo a la gripe A desapareció como por arte de magia. Ningún control sanitario, ni grande ni pequeño, me dificultó la entrada en Finlandia. Fuera mascarillas, aquí no pasa nada.

Dicen los expertos europeos que esta gripe no hay quien la pare, que tantos controles sólo sirven para gastar dinero y molestar a los viajeros. Sin embargo, las extremas medidas de prevención en China están surtiendo efecto, con tan sólo 1.668 enfermos registrados (ningún muerto) en un país de 1.300 millones de habitantes.

¿Se pasan de exagerados los chinos o nosotros de confiados?

Quizá sea una exageración lo de Oriente, es verdad, pero me parece ridículo que nuestras autoridades sanitarias nos pidan que extrememos las medidas para evitar el contagio, cuando ellas están dejando las fronteras abiertas de par en par al virus.

Sobre estas líneas, control de temperatura corporal con cámaras termosensibles a la entrada de un museo en la ciudad china de Macao.

Aviso sobre la desinfección periódica de picaportes en un edificio público de Hong Kong.

Hasta los barrenderos de China llevan mascarilla y guantes para evitar el contagio de la gripe.