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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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El timo de las bayas del Goji

Efecto colateral de la crisis, la picaresca está haciendo su agosto con toda clase de productos milagro a costa de los cada vez más pobres y más ingenuos españoles.

Primero llegó la famosa pulserita de silicona, esa que gracias a unos hologramas que “reaccionan positivamente con el campo de energía del cuerpo”, nos brindan un estado de armonía y equilibrio semejante al que tuvimos antes de la llegada de la contaminación química, la comida rápida, la falta de ejercicio y el estrés. O al menos eso dicen.

Una vez recuperada esa potencia perdida, era necesario asegurarla a perpetuidad gracias a la ingesta de algún elixir de la eterna juventud. Y es aquí donde han aparecido las milagrosas bayas del Goji como el complemento alimenticio ideal, procedentes nada menos que del misterioso Tíbet y cuyas propiedades casi mágicas nos aseguran salud y longevidad. Afirma la nueva leyenda urbana que el Goji es un arbusto que crece en los valles del Himalaya, a unos 4.000 metros de altitud. También que sus frutos son el secreto de los Hunzas, conocidos por ser “el pueblo más sano y feliz de la Tierra”, cuyos ancianos llegan fácilmente a la edad de 130 años sin apenas un achaque.

Pero la realidad es muy diferente. A 4.000 metros de altura la vegetación es poco más que herbácea, incluso en el Himalaya, impropia para mantener los inmensos cultivos de bayas rojas capaces de inundar los mercados de medio mundo. Para colmo de males, la planta no tiene nada de silvestre, ni siquiera es autóctona. Es de origen mediterráneo, pariente de nuestros tomates, pimientos y berejenas, pues pertenece a la familia de las Solanáceas y son primas hermanas de nuestro cambrón (Lycium europaeum), ese arbusto espinoso común en las montañas de Almeria, Murcia y Alicante.

En realidad el Goji se cultiva en extensas plantaciones localizadas en el norte de China, especialmente en las fértiles tierras del río Amarillo. No son por tanto ni del Himalaya ni salvajes, y ni siquiera proceden de agricultura biológica.

¿Qué hay de sus efectos medicinales? La supuesta lista de propiedades es inmensa, desde reducir el colesterol hasta ser un infalible afrodisiaco. Pero como ha explicado el director del Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos de la Universidad de Granada, Emilio Martínez de Victoria, las bayas del Goji no tienen ninguna propiedad beneficiosa probada en estudios científicos extensos de intervención clínica en humanos. Contienen los mismos nutrientes que las frutas y las verduras tradicionales, salvo ese importante efecto placebo que le añaden los nuevos pícaros y propagan los ingenuos.

¿Y tú qué piensas? ¿Las has probado? ¿Es un timo o es un milagro?

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Un alpinista español encuentra huellas del Yeti en el Himalaya

El experto alpinista español José Ramón Bacelar logró en noviembre de 2006 ser el primer occidental en atravesar a pie el Alto Dolpo-Mustang, en la cordillera del Himalaya. Pero más extraordinario aún que esta proeza deportiva en tan desolado paisaje fue lo que encontró en una ladera cubierta por las nieves perpetuas, a 5.700 metros de altura: las huellas del Yeti.

Bacelar dará hoy una conferencia en Madrid [Librería Desnivel. Plaza Matute, 6; miércoles 23 de enero a las 19:00 horas] precisamente sobre este asombroso descubrimiento. El objetivo de su proyección es provocar el interés por el Yeti, “a través de las enseñanzas y las reflexiones de una cultura a la que no ha llegado buena parte de nuestra tecnología, y quizá por ello, por no haberse forjado en la dependencia de lo moderno, todavía pueden soñar, y temer, imágenes que nosotros hemos descartado, dándolas por irreales”.

No me queda claro si José Ramón es de los que cree en la existencia de este homínido misterioso o de los que disfruta con toda la mitología tradicional creada durante seguramente milenios a su alrededor.

De hecho, la fotografía ha circulado estos días por los correos de importantes zoólogos y la opinión más común es que las huellas pertenecen a algún oso.

Muchas son las explicaciones dadas sobre la falsedad de la existencia del Abominable Hombre de las Nieves. Las huellas encontradas por otros exploradores corresponderían a un nativo del Himalaya, descalzo y resistente al frío, con alguna deformación congénita o adquirida en los dedos de los pies, según unas versiones, o a una especie de oso de hábitos nocturnos, o quizá a un mono langur.

Sobre este mito propio del Nepal y el Tíbet, la Sociedad Española de Criptozología ofrece en su página una profusa y desmitificadora información cuya consulta es absolutamente recomendable para todo interesado en el tema. Personalmente yo me decanto por la teoría del úrsido envuelta en una maravillosa maraña de leyendas, pues parece imposible que un mono pueda llegar a tan remotos rincones carentes de comida, y mucho menos un homínido. ¿Y tú qué piensas? ¿Crees que existe el Yeti?

Realidad o ficción, lo cierto es que las fotos de José Ramón Bacelar son todo un misterio por desvelar.