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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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La tragedia ambiental del incendio de La Gomera también es económica

Tengo el alma encogida en un puño, inmensamente triste por ese incendio que está destruyendo el corazón de La Gomera, las selvas mágicas de Garajonay. Cerca de un 10 por ciento del Parque Nacional ya se ha carbonizado y el fuego continúa imparable, descontrolado.

Conozco bien esos bosques y a sus gentes. Todos los años trabajo allí con los programas de voluntariado de SEO/BirdLife. Conozco también muy bien a sus gigantes vegetales, impresionantes árboles singulares a los que he inventariado para un catálogo oficial del Gobierno de Canarias. Por eso me siento incapaz de imaginar a esas selvas de niebla consumidas por las llamas.

Los bosques de Garajonay atesoran una triple singularidad:

  • Por un lado, son fósiles vivientes de las junglas cálidas y húmedas que poblaron la región mediterránea en el Terciario.
  • Por otro, protegen una extraordinaria cantidad de endemismos, producto de su aislamiento genético.
  • Finalmente, concentran una sorprendente densidad de árboles centenarios y monumentales.

Pero, por encima de su altísimo valor biológico, Garajonay contribuye al desarrollo sostenible de todo un territorio en sus aspectos ambiental, social y económico. En 1986 la Unesco reconoció estos méritos declarándolo Patrimonio de la Humanidad y este año toda la isla ha sido nombrada Reserva de la Biosfera.

La tragedia es ambiental, pero también económica. El Parque Nacional de Garajonay tiene una posición clave en la socioeconomía insular como principal fuente generadora de recursos. Su cada vez más activo sector terciario depende casi exclusivamente del turismo generado a la sombra de estos árboles siempre verdes. Gracias a este espacio se explican las más de 8.000 camas de su planta alojativa. Como resultado, Garajonay es el tercer parque nacional más visitado de España en relación con su superficie, por detrás del Teide y Timanfaya.

Todo indica que el fuego ha sido intencionado. Algún malnacido disfruta haciendo daño a sus vecinos y sus recursos, poniendo en peligro sus vidas y obligando a desalojar a 600 personas de 15 núcleos de población. El incendio es la mayor amenaza para la integridad de Garajonay, ya que como señalaba su director, Ángel B. Fernández, en un artículo que firmamos conjuntamente en la revista Quercus,

«destruye las estructuras forestales antiguas, imposibles de recuperar en la escala temporal de una vida humana».

Y al contrario de con el pino canario, capaz de rebrotar después de un incendio, el fuego no ha jugado un papel importante en la evolución del ecosistema, ya que no existen fuentes naturales de ignición y las plantas no están adaptadas a estos desastres.

Hoy en la Radio Autonómica de Canarias me pidieron que hiciera una descripción de Garajonay y hablé de su increíble paisaje sonoro. De ese silencio sobrecogedor arrullado por el reclamo de la paloma rabiche, el rumor del agua de un pequeño manantial y el susurro de los vientos alisios agitando las hojas de fallas y viñátigos. Me quedo con ese recuerdo íntimo. Como Federico García Lorca ante la sangre de Ignacio Sánchez Mejías, me niego a pensar en el alma carbonizada de Garajonay:

¡Que no quiero verla!  / Dile a la luna que venga,/ que no quiero ver la sangre / de ese bosque incendiado. / ¡Que no quiero verla! / Que mi recuerdo se quema.

Puedes seguirme (si quieres) en Twitter (@lacronicaverde) y en Facebook (www.facebook.com/lacronicaverde)

Luchan en La Gomera contra la maldición de la oreja de gato

Pobres gatos. Ellos no tienen la culpa, pero en biología de la conservación son los malos de la película; tanto por méritos propios como ajenos. Ya os he contado otras veces lo perjudiciales que resultan estos felinos para las aves y los reptiles cuando se escapan de las casas, especialmente en ecosistemas insulares. Ahí está el triste caso del gato del farero del islote de Stephens, responsable de haber extinguido él solito una especie única de ave en unos pocos años. O los que tienen contra las cuerdas a los lagartos gigantes endémicos de El Hierro o de La Gomera.

Precisamente en esta última isla hay un programa de erradicación de una planta invasora con nombre gatuno que amenaza a la biodiversidad de uno de los bosques maduros mejor conservados del planeta. Se trata de la Tradescantia fluminensis, una especie habitual en jardines procedente de la mata atlántica brasileña y popularmente bautizada como “oreja de gato” debido a sus hojas puntiagudas.

Llegada a La Gomera hace medio siglo, su aprovechamiento forrajero le dio alas. Planta delicada como pocas, en su fragilidad reside el secreto de su fortaleza, pues se rompe con sólo tocarla, pero es capaz de multiplicarse asexualmente con que sólo una mínima yema o raíz quede en el suelo.

A modo de maldición felina, algunas de las más peligrosas especies invasoras recuerdan a nuestros bellos animales de compañía: uña de gato (Carpobrotus edulis), rabo de gato (Pennisetum setaceum) y oreja de gato (Tradescantia fluminensis).

Este verano estoy colaborando precisamente en un programa de voluntariado de SEO/BirdLife en el Parque Nacional de Garajonay donde tratamos de expulsar a la Tradescantia de los límites de la laurisilva. No es nada fácil. Con que dejemos tan sólo un tallito minúsculo en el suelo la planta volverá a invadirlo todo en poco tiempo, desplazando a geranios, violetas, laureles y viñátigos.

Menos mal que contamos con la inestimable colaboración de un montón de gente joven que es capaz de sacrificar sus vacaciones para colaborar desinteresadamente en tan desigual lucha. Su entusiasmo y excepcional formación profesional está logrando lo que parecía imposible, poner a raya a la “oreja de gato” en el monteverde.

En apenas una semana el primer turno logró eliminar más de una tonelada y media de plantas que harán las delicias de las cabras de la señora Luciana allí donde la aridez de la isla hace imposible su crecimiento accidental. El segundo turno está en estos días rematando la faena. Jóvenes comprometidos con el medio ambiente y para los que sólo puedo desearles ese radiante futuro que tanto se merecen.

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¿Conoces la Costa Rica de Europa?

Este verano la atención mediática se ha centrado en el impresentable senador y presidente del Cabildo de La Gomera Casimiro Curbelo, olvidándose una vez más de promocionar las excelencias de un territorio único que conocen mucho mejor los alemanes que nosotros los españoles.

Al margen de saunas y juergas vergonzantes, los gomeros han logrado preservar una isla sin parangón cuya explotación de los recursos naturales está llamada a convertirse en la Costa Rica de Europa; en modelo de turismo respetuoso, capaz de preservar e incluso acrecentar unos atractivos que con toda justicia están considerados Patrimonio de la Humanidad.

La Gomera ha sido la primera isla canaria en recibir la Carta Europea de Turismo Sostenible y es también la primera en la que una veintena de empresas se adhieren a esta distinción de Europa que marca estándares de calidad y objetivos de conservación y desarrollo.

Gracias a Ángel Fernández, querido amigo y director del Parque Nacional de Garajonay, pude asistir hace unos días en esa querida isla a la entrega de estas distinciones llamadas a convertirse en referente del ecoturismo español.

Fue también allí donde conocí a Ana Valien, de Los Telares, representante de esa nueva generación de emprendedores excepcionalmente bien preparados que han apostado decididamente por llevar a su isla a las más altas cotas de calidad ecológica. Su discurso de agradecimiento, que podéis leer íntegro en su blog, resulta tan emocionante como esperanzador.

Cientos de kilómetros de senderos entre montañas imposibles y bosques de niebla perfectamente acondicionados para caminar, agropaisajes únicos donde el hombre ha logrado esculpir con bancales una arquitectura de piedra de auténtico vértigo, quesos de cabras felices ahumados con leña de brezos de la laurisilva, guarapo y miel de palmera canaria extraída según técnicas aborígenes, potaje de berros, mangos y aguacates, cerámica sin torno, el silbo gomero como método excepcional de comunicación, gentes felices y playas familiares.

¿Queréis un consejo? Id de vacaciones a La Gomera. Será algo inolvidable.

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Acabemos con las papeleras, llévate la basura a casa

Odio las papeleras. Me parecen la peor solución para lograr ciudades limpias y la peor herramienta educativa para conseguir una sociedad más cuidadosa con el entorno.

Ya pasó la época del “niño, no tires el papel al suelo, llévalo a una papelera”. En pleno siglo XXI, en un país desarrollado y con graves problemas ambientales relacionados con la gestión de los residuos, lo lógico es decir al niño (y al adulto): “Lleva el papel al contenedor azul, el envoltorio al contenedor amarillo y los restos del bocata al de los orgánicos”.

Pero no. Lo que funciona para casa no sirve en la calle. Y en lugar de educar al personal para que recicle la basura hemos llenado ciudades y pueblos de papeleras, incluso en lugares tan frágiles como nuestra red de espacios naturales protegidos, el colmo del absurdo.

¿Os habéis parado a pensar en el desmedido sobrecoste de salarios y combustible que supone el mantenimiento de esos receptáculos de basura no clasificada? Que muchas veces no se gestionan bien, acaban desparramando su contenido y favoreciendo la proliferación de ratas y otras plagas.

Hace muchos años, en una reserva natural en Inglaterra, me sorprendió la total ausencia de papeleras incluso en el área de pic-nic. Todos guardaban los restos del almuerzo en sus mochilas. A fin de cuentas, de ellas habían salido y el residuo siempre pesa menos. Por el contrario, en el Parque Nacional de Garajonay (La Gomera) los caminos que atraviesan la mágica laurisilva están sembrados de clínex usados como papel higiénico alternativo, además de colillas y alguna que otra lata de refresco. En otros espacios hay papeleras a lo largo de senderos de varios kilómetros de longitud. Y en mi ciudad, el alcalde ha puesto una cada 10 metros en las calles principales y ninguna en el resto, por eso de dar imagen de capital limpia.

Pero así no se educa. Así se maleduca. Para que sigamos tirando basura al suelo “porque no hay cerca una papelera”.

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El otoño llega a La Gomera

Pensaba que en Canarias siempre era primavera, pero estaba equivocado. En este maravilloso archipiélago nada es lo que parece y todo es al contrario que en el resto del mundo. Las estaciones, por ejemplo. Estos días de canícula veraniega, cuando más aprieta el sol, es otoño en La Gomera, en sus selvas de monteverde.

Un momento. Si la laurisilva es monteverde, se trata por lo tanto un bosque de hoja perenne, de hoja siempre verde. ¿Cómo va a existir allí el otoño?

Pues porque esta selva relicta del Terciario se ha adaptado prodigiosamente al ambiente isleño, y aprovecha la sequía estival para aligerarse de hojas, reduciendo de esta manera una evaporación natural que los húmedos vientos alisios no logran mitigar del todo.

Como resultado, un mar de sugerentes ocres tapiza en estos momentos los suelos selváticos, umbrosos, de esta increíble masa forestal de aspecto antediluviano, cargándolos aún más si cabe de una aureola de misterio.

Mientras, en las zonas orientadas al sur, la sequía implacable da un aspecto invernal a esos retorcidos tabaibales cuyas hojas hace meses que se perdieron en la canícula.

Pero llegarán las primeras lluvias en otoño y todo cambiará al revés de como pensamos. Reverdecerán los campos y la laurisilva se tornará de un verde intenso, confirmando la excepcionalidad de una Naturaleza única.

¿Has caminado alguna vez por la laurisilva canaria? Pues ahora es el mejor momento para hacerlo, cuando los acebiños (Ilex canariensis) están cuajados de frutos y los viñátigos (Persea indica) se inflaman de rojo. No sólo en el Parque Nacional de Garajonay (La Gomera), sino también en el bosque de Los Tilos de La Palma, o en los tinerfeños de Anaga y Monte del Agua. El bosque encantado te está esperando, cargado de otoño prematuro.

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Os incluyo algunas de las otoñales fotos que he hecho estos días en Garajonay, mientras participaba en un programa de voluntariado del que ya os he hablado aquí. Espero que os gusten.

Trabajan gratis para ayudar a la Naturaleza

Acabo de regresar de pasar 15 días inolvidables en uno de los últimos bosques primarios de Europa, las selvas de monteverde de La Gomera, en el Parque Nacional de Garajonay. Mi labor no ha podido ser más gratificante, ser monitor de una docena de animosos voluntarios medioambientales llegados de toda España con una única ilusión: trabajar gratis en estas selvas de la laurisilva canaria, con la satisfacción de ayudar a su mejor conservación como único premio.

El de La Gomera es uno de los muchos campos de trabajo de voluntariado que durante este verano y otoño SEO/BirdLife ha organizado en doce Parques Nacionales y cuatro centros asociados al Organismo Autónomo de Parques Nacionales.

¿En qué consistía el trabajo? Nada menos que en censar las poblaciones de palomas endémicas canarias, las bellísimas palomas tuquesas (Columba bolli) y rabiches (Columba junoniae).

También se hacían recorridos en busca de desplumaderos de gavilán (Accipiter nisus granti) y excrementos de gato, los dos grandes depredadores junto con la rata negra de estos bosques. Una actividad que muy pronto quedó bautizada en el argot del grupo como cagarruting.

¿Sirvió para algo tanto trabajo? Desde el punto de vista práctico, estos 15 días nos han permitido confirmar el excelente estado de conservación de las poblaciones gomeras de ambas palomas, cada vez más abundantes y por lo tanto menos amenazadas.

Por el contrario, ha evidenciado el temido derrumbe hacia la extinción segura de las poblaciones de cuervo gomero, aniquiladas por el veneno. En 15 días sólo vimos cuatro ejemplares, cuando hace 10 años en apenas cuatro días se veían más de un centenar.

Pero lo más importante ha sido la experiencia de una estrecha convivencia con personas maravillosas, de las que todos hemos aprendido muchísimo. Esas mujeres y hombres (siempre hay más féminas en los programas de voluntariado) que te demuestran que aún queda mucha gente buena por el mundo, entregada desinteresadamente a trabajos solidarios durante sus escasas vacaciones. Entusiastas capaces de abandonar el descanso nocturno por ver estrellas, escuchar pardelas e incluso acudir de romería a Chipude.

Gracias a las incansables María José, Pilar y Paula, a Eva y Rafa, a Montse, Loli, Aiala, Jesús, Elena, Enric y Ana. También a nuestro amigo César, propietario del restaurante Las Chácaras, en Hermígua, sin duda uno de los mejores de la isla. Y por supuesto a mi compañero Pablo. Pero gracias también a todos esos cientos de voluntarios que durante este verano han sacrificado parte de sus vacaciones en algo tan hermoso como ayudar a la Naturaleza. Con gente como vosotros este mundo será cada vez mejor. Seguro.

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Os dejo a continuación unas fotos hechas estos días, la primera de una parte de los voluntarios censando palomas y rapaces desde el mirador de Igualero.

En la siguiente imagen, Pablo enseña a Aiala los detalles del extraordinario pico de una chocha perdiz que encontramos atropellada.

Y para terminar, parte del grupo visitando el Museo Arqueológico de San Sebastián de La Gomera, pues siempre hay sitio para la cultura.