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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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Llega el hombre de bajo impacto

Quiero ser hombre de bajo impacto. De bajo impacto medioambiental, se supone, que no sexual o intelectual. Quisiera reducir mi huella ecológica, el daño que mi presencia en el mundo le provoca al planeta, rebajar al máximo el consumo de materias primas y electricidad, contaminar menos, pasar por este mundo habiendo machacado la Tierra lo mínimo posible. Pero soy incapaz de lograrlo. A pesar de vivir en un pueblo de apenas 200 habitantes, o quizá por ello, me es imposible escapar de una forma de vida intensamente urbana donde el uso del teléfono, el ordenador, internet y el automóvil resultan obligatorios.

Quien sí parece estar lográndolo es el belga Steven Vromman, que el próximo primero de mayo habrá logrado reducir su impacto en el medio natural a niveles mínimos.

Para conseguirlo no habrá utilizado más de 15 litros de agua al día, habrá consumido menos de 1kwh de electricidad diarios y no habrá generado más de 1 kilo de residuos al mes.

Visto de lejos, tampoco parece tan difícil ¿verdad? Pues estáis equivocados. Lo suyo es toda una proeza, sobre todo si tenemos en cuenta que, como señala un reciente reportaje de la Agencia EFE, cada ciudadano de un país del primer mundo consume al día más de 120 litros de agua corriente (ocho veces más) y 40,3 kwh (40 veces más) y produce 0,71 kilogramos de basura, casi lo que Vromman genera en todo un mes.

La huella ecológica es la superficie del planeta necesaria para absorber los residuos y producir los recursos que necesitamos cada uno de nosotros para mantener nuestro actual ritmo de vida. La media en Bélgica es de 5,1 hectáreas, semejante a las 5,4 hectáreas que ocupamos los españoles, aunque todavía muy inferior a la de los Emiratos Arabes (11,9), Estados Unidos (9,6) o Finlandia (7,6) según la Wikipedia. Vromman trata de rebajar la suya hasta 1,5 hectáreas, el nivel que se supone adecuado para permitir que el planeta se recupere al mismo ritmo que lo explotamos.

Pero el ejemplo de este ciudadano de Gante es inasumible para la mayoría de nosotros. Para lograrlo, Vromman ha decidido prescindir de ‘lujos’ cotidianos como usar ropa limpia, comer carne o pescado o utilizar champú. En lugar de ducharse se lava con agua de lluvia recogida del canalón del tejado, cuyo excedente utiliza para vaciar su retrete.

Cuenta también este belga con artilugios ecológicos tan curiosos como un reproductor mp3 que se carga haciendo girar una manivela, o una bicicleta estática que por medio de una dinamo genera electricidad [os pongo foto de ella bajo estas líneas]. Algo que ha justificado así a EFE:

«Es un buen sistema para que mis hijos aprendan que la energía no cae del cielo: si quieren jugar a algún juego del ordenador un rato, antes tienen que pedalear».

Seguramente su reto es exagerado y poco más que simbólico, es verdad, pero también supone una demostración clara de todo lo superfluo que consumimos compulsivamente a costa de nuestro entorno. Paralelamente, en tiempos de crisis como los de ahora, estas actitudes respetuosas suponen un importante ahorro económico nada desdeñable.

¿Os parece un loco? Quizá lo esté un poco, pero su locura al menos puede servirnos como aldabonazo verde, demostración de que es posible vivir bien sin machacar innecesariamente a la naturaleza.

FOTO: Piet de Kersgieter /Flickr