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Comienza la vendimia de los vinos «del cielo a la tierra»

Vendimia

© Wikimedia Comons / Stefan Kühn

Con el permiso de mi amigo Paco Berciano, uno de los más grandes expertos europeos en vinos y mi maestro en tan apasionante mundo, hoy os quiero hablar de la viticultura biodinámica. Y eso que no creo en ella, pero la admiro como el más respetuoso acercamiento del ser humano a la naturaleza.

Para quien no conozca esta técnica de cultivo, le diré que supone el último escalón de compromiso con la tierra (el terroir que dicen los franceses, terruño que decimos nosotros), aún más exigente que la agricultura ecológica. Basado en las teorías holísticas de Rudolf Steiner, considera a las explotaciones agrícolas como organismos orgánicos complejos donde suelos, plantas, animales y hasta el propio productor están profundamente interrelacionados. Como en la agricultura ecológica, fertilizantes artificiales, pesticidas y herbicidas están estrictamente prohibidos. Pero todos, todos. Manejan con inteligencia los abonos orgánicos, aportándoles las propiedades medicinales de algunas plantas. Las malas hierbas se eliminan arrancándolas o con el uso del tradicional arado romano empujado por animales. Vuelta a los orígenes. Aunque con influencias demasiado esotéricasy sin rigor científico como los preparados biodinámicos, algo así como homeopatía para suelos enfermos.

Otras técnicas son, sin embargo, tan viejas como la propia agricultura. Por ejemplo, la creencia/mito de que la astrología influye en el desarrollo de la plantas.

Preguntad en el pueblo, a la gente mayor, cuándo se siembra o poda. Os dirán que dependerá de la Luna. Podríamos aceptarlo, pues si nuestro satélite influye en las mareas algunos consideran que también es capaz de influir de alguna manera en los seres vivos terrícolas.

Menos creíble es que para fertilizar el campo haya que enterrar cuernos de vaca (la cornucopia, el mítico cuerno de la abundancia) o placentas, como se hacía antiguamente.

Pero pensar que, como solución para una plaga de ratones, lo más eficaz es «un preparado a partir de cenizas de piel de ratones de campo cuando Venus está en la constelación de Escorpión» me suena a magia de birlibirloque. En este caso yo apostaría por algo mucho más tangible y efectivo, favorecer la presencia de rapaces diurnas y nocturnas como cernícalos o lechuzas.

Pero quería hablaros de vinos biodinámicos. Imaginad el producto: nada de química en el campo, nada de bombas y filtros en las bodegas, y algo que a mí me gusta especialmente, nada de sulfitos en el vino. Ese azufre, los sulfitos, se acepta como conservante incluso en los vinos ecológicos. No me gusta. Es algo prescindible, empíricamente demostrado por algunos vinos biodinámicos tan maravillosos como el famoso Romanée-Conti, el más prestigioso (y caro) del mundo, u otros no menos fabulosos de la Borgoña, Loira y Ródano.

No sólo en Francia triunfan los vinos biodinámicos. En Italia también esta técnica tiene cada día a más bodegueros encandilados. Y en España, con pesos pesados como Telmo Rodríguez con su riojano Altos de Lanzaga, Carlos Esteva y su Gran Caus de Can Rafols en el Penedés, o ese maravilloso Pétalos del Bierzo de los descendientes de J. Palacios. Que por cierto, uno de ellos, Ricardo Pérez Palacios, es el traductor al español del libro que está considerado como la Biblia de la viticultura biodinámica: El vino del cielo a la tierra, de Nicolas Joly. Leedlo. Interesantísimo y muy ameno.

El autor, propietario de uno de los viñedos más antiguos del mundo (Vignoble de la Coulée de Serrant), se ha convertido en el enfant terrible de los bodegueros del marketing, azote de esos vinos sin alma ni raíces. Como bien dice Joly, los viticultores pueden escoger entre convertirse en wine makers (fabricantes de vino) o en «asistentes de la naturaleza». Hay mucha diferencia.

Septiembre es el mes por excelencia de la vendimia en España, el momento de cosechar los frutos de un año de trabajos y sacrificios. Ahora es cuando se decide todo, pues sin uvas de calidad es imposible hacer vinos de calidad. Algunos, muy pocos, pero por suerte cada vez más, son pequeños productores empeñados en cuidar la tierra y su producto estrella, la vid. Ecológicos, biodinámicos o tradicionales, pero ante todo honestos.

Sin embargo echad un vistazo a las estanterías de los supermercados. ¡Cuánto engaño! El vino es cada vez menos natural. Salvo honrosas excepciones, la mayoría busca grandes producciones homogénas basadas en viñedos contaminados por la industria fitosanitaria, con caldos filtrados y bombeados hasta el desmayo, y donde incluso las levaduras son seleccionadas en el laboratorio de la bodega para buscar ese toque de autenticidad que han perdido entre tanta fumigación y trasiego.

He hablado mucho del tema con Paco Berciano bajo el cálido influjo de esos productos llegados «del cielo a la tierra». En su opinión, la biodinámica ha supuesto un renacimiento de las denominaciones de origen, pues por fin el vino empieza a trasmitir las características propias de cada terruño, de cada paisaje, de cada productor.

Por eso le pregunto directamente: «Paco, tú qué eres un experto con los pies en la bodega, ajeno a creencias y mundos paralelos. ¿De verdad se nota la diferencia? Y Paco, que cada vez se le nota más influido por la Ribeira Sacra, me responde a lo gallego:

Perjudicar no perjudica, eso es evidente. Y permite hacer algunos de los mejores vinos del mundo.



Como colofón os dejo este vídeo precioso de una de las mejores bodegas de Canarias, una tierra donde todavía se tira demasiado de la química y poco del sentimiento. Son los sonidos del vino. Los tranquilos sonidos del silencio.

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