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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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Esculturas gigantes con esqueletos de ballenas

Hace ahora ocho años, un gigantesco rorcual común (Balaenoptera physalud) apareció muerto en Majanicho, un pequeño asentamiento de pescadores en el norte de Fuerteventura.

Se trataba de una hembra de 19 metros de longitud y un peso estimado de 15.000 kilos. Murió tras enredarse accidentalmente con un cabo de más de 300 metros de longitud. Enrollada en su boca, la cuerda le impidió alimentarse con normalidad, muriendo de hambre. Cuando el cadáver arribó a las costas majoreras, aún mostraba en su piel las dentelladas de tiburones y orcas que intentaron aprovechar parte de sus despojos.

No olvidaré nunca la imagen de ese inmenso animal de piel blanquecina arrumbado sobre la negra piedra volcánica, contra el que las olas chocaban como una roca más.

Hasta entonces todos los cetáceos varados eran trasladados al vertedero y enterrados allí. En esa ocasión el Cabildo de Fuerteventura aceptó la propuesta de los especialistas de convertirlo en una descomunal escultura. Enterrado para facilitar la limpieza natural de sus huesos, durante dos años los insectos hicieron la mayor parte del trabajo. Posteriormente, gracias a la habilidad de los técnicos de Canarias Conservación, su formidable osamenta ha quedado expuesta al aire libre en el Museo de la Sal, integrada en un paisaje marino que le pertenece por derecho propio.

La iniciativa ha tenido éxito y sólo en Fuerteventura ya está prevista la realización de una original Senda de los Cetáceos, a la que se suman el esqueleto de un cachalote de 15 metros en Morro Jable y de un zifio de Cuvier en el Centro de Interpretación del Faro de Jandía.

También en la vecina isla de Tenerife, donde el pasado 18 de julio la Fundación Global Nature inauguró otra de estas inmensas esculturas de la naturaleza en la localidad de Los Silos.

Nunca será lo mismo que ver a las ballenas nadando libres por el mar, pero al menos en esqueleto nos servirán para recordarnos su gran belleza y la permanente amenaza en la que nos hemos convertido.