La crónica verde La crónica verde

Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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La terrible belleza de la destrucción del planeta

Daniel Beltrá es uno de los mejores fotógrafos del mundo. Iba para biólogo, pero al final le pudo más la cámara. Y con ella está logrando lo que cien trabajos científicos no lograrían: concienciarnos sobre la salvaje destrucción a la que estamos sometiendo al planeta en las últimas décadas cual dinosaurios suicidas.

Lo terrible de su trabajo es que es bueno, muy bueno. Y gracias a su arte logra presentarnos como bello la cara más fea de nuestra civilización.

Baste como ejemplo la fotografía que ilustran este post y que espero no le importe a Daniel que reproduzca. Es una imagen de la tala ilegal de 1645 hectáreas de selva amazónica en Gleba do Pacoval (Santarem, Brasil) para cultivar soja. Una cruz de martirio incrustada en el pulmón verde de la Tierra.

Me quedo sin palabras ante este formidable trabajo de Daniel Beltrá. No sé qué hacer, si felicitarlo o criticarle este bofetón de realidad que nos ha dado a todos.

No dejes de ver el portfolio completo de Daniel Beltrá dedicado a los bosques tropicales.

También puedes encontrarme en Twitter (@lacronicaverde) y en Facebook (www.facebook.com/cronicaverde)

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El desierto avanza imparable por España

Hoy celebramos el Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía. Suena algo lejano, abstracto y burocrático, pero nos afecta mucho más de lo que pensamos. Con estos calores, anticipo de un duro verano, no está de más pensar en los peligros del avance imparable de un desierto, el Sáhara, que empujado por el cambio climático, los incendios forestales y la sustitución del paisaje agrario por especulativas macrourbanizaciones ha saltado el Mediterráneo.

El mayor desierto cálido del mundo hace 5.000 años no existía en la extensión que ahora lo conocemos. Muchos de los lugares hoy resecos eran espacios verdes y agradables donde abundaba el agua. Desde su formación hace 2,5 millones de años no ha hecho más que crecer, cada vez más rápido y más voraz. En los últimos 50 años ha consumido una superficie equivalente a dos veces la de España, un país que sufre como pocos los efectos devastadores de su llegada. Tan sólo debido a la erosión, el 42% del territorio español pierde más de 12 toneladas de suelo fértil por hectárea y año, y otro 12% más hasta 50 toneladas. Para el conjunto del Estado se calcula una pérdida total anual de suelo de 1.156 millones de toneladas, 60 millones de camiones bien cargados cada año.

La diferencia entre desertización y desertificación somos nosotros. La primera se debe a causas naturales imposibles de evitar, pero la segunda es toda culpa nuestra. Sin árboles, sin cultivos, sin pastos, sin agua, millones de personas de todo el planeta han pasado a convertirse en sedientos y hambrientos refugiados climáticos. Huyen del desierto como antes huían de las guerras. Y una vez asentado tiene mal arreglo lograr su retirada.

Hace unos días tuve la suerte de tener en mis manos el retoño de uno de los últimos 231 cipreses del desierto que sobreviven en el Sáhara. Al tocarlo me temblaron las manos. ¿Pasará algo parecido con nuestros bosques ibéricos?

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Eucalipto, el árbol que amenaza a los bosques

Hace 40 años empezó la expansión del cultivo del eucalipto por toda la Península Ibérica.  Se vendió como la panacea rentable, una especie forestal de rápido crecimiento productora de abundante pasta de papel frente a la lentitud maderable de robledales y encinares. Actualmente hay más de 760.000 hectáreas de este árbol australiano plantadas en España y 646.000 en Portugal. Lejos de ser bosques, en realidad son enemigos del bosque dado su altísimo impacto ambiental y paisajístico.

En el Año Internacional de los Bosques, más de 20 organizaciones de conservación de la naturaleza y colectivos ecologistas de carácter estatal y de Andalucía, Galicia, Asturias, Cantabria y el País Vasco han presentado “Una Visión Común sobre el problema de las plantaciones de eucalipto”. En el manifiesto se hace un breve análisis sobre la conflictividad asociada a estas plantaciones y, sobre todo, se presenta una hoja de ruta a las administraciones públicas y al sector del eucalipto para acabar con medio siglo de conflictos.

Y es que la extensión masiva de este árbol ha provocado una seria pérdida de  biodiversidad, terribles aterrazamientos del terreno, degradando el suelo y reduciendo la disponibilidad de agua. Sólo en Galicia esta primavera se plantarán 30 millones de eucaliptos y apenas unos pocos miles de robles.

Es necesario mejorar la gestión de estas plantaciones y, poco a poco, empezando por los espacios protegidos, ir eliminándolos de nuestros paisajes más singulares y frágiles. No se trata de acabar con los eucaliptos, pero sí de fijar fronteras a su creciente e imparable expansión. Porque por mucho que se empeñen las compañías madereras, un montón de árboles plantados en fila no hacen bosque. En realidad lo deshacen.

Foto: Greenpeace. Infografía: Diario Público.

Tienes más datos (con todas las estadisticas por provincias) en el informe de Greenpeace: “La conflictividad de las plantaciones de eucalipto en España (y Portugal)”

También te recomiendo este vídeo de Greenpeace tan demoledor como descorazonador.

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Las playas españolas se quedan sin arena

En apenas dos noches de temporal la playa de Maspalomas, la más famosa de Canarias, ha desaparecido. Un desolado mar de piedras sustituye en estos momentos a los profundos arenales del que fuera el litoral turístico más ansiado de Europa, icono del tándem sol y playa del sur de Gran Canaria. Nunca antes había pasado nada igual. ¿Tendrá también la culpa de esto el cambio climático?

A los científicos la situación no les coge por sorpresa. Conocen perfectamente el funcionamiento de este sistema dunar y saben que desde su formación, hace no más de tres siglos, lo normal es que el Atlántico se lo vaya comiendo poco a poco.

Pero los que no lo conocen, ni lo quieren conocer, son los políticos y los empresarios, empeñados desde hace 50 años en urbanizar todo el espacio como si las doradas arenas fueran inamovibles montañas de granito. Construyeron cientos de hoteles, centros comerciales y chiringuitos hasta el borde mismo del agua, ajenos a que con ello no sólo se metían en los terrenos del mar (y el mar siempre recupera lo que es suyo), sino que todos esos mazacotes se iban a convertir en barreras infranqueables para el viento y las arenas, acelerando la desaparición de los sedimentos. Así somos los humanos. Levantamos murallas contra el arenal y ahora nos lamentamos de su efectividad.

Según los expertos, en 90 años dunas y playas habrán desaparecido del sur grancanario. Y lo mismo y por lo mismo sucederá con numerosas playas españolas. Pero no se alarmen. Es mucho el dinero en juego como para aceptar nuestros errores. Si la arena desaparece la traeremos de donde sea cuantas veces sea preciso, e incluso si es necesario la dejaremos bien fijada con diques de hormigón o la reinventaremos en cartón-piedra. Sólo faltaría que la naturaleza nos estropeara el negocio o nos obligara a derribar hoteles.

Foto: Flickr / playademaspalomas.com. En este enlace puedes ver más imágenes de la pobre playa grancanaria hace un par de años y ahora, así como de las barbaridades que están haciendo para tratar de mantener la arena en el litoral.

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El gigante del desierto está a punto de caerse

Castildetierra

Amo los desiertos, quizá porque es en ellos donde valoras como en ningún otro lugar del mundo la importancia de la vida, de una flor, del canto de un pájaro. Por eso vivo en un desierto, Fuerteventura, y admiro nuestros otros desiertos españoles, Tabernas, Monegros, Bardenas Reales.

A este último voy todos los veranos, aunque no suelo pararme delante de su emblema más universal, el cabezo de Castildetierra, siempre atiborrado de turistas. La bella “chimenea de hadas” es el último vestigio de un cerro desmantelado por la erosión, convertido en delicada pirámide imposible gracias a un remate de arenisca que, a modo de paraguas, protege de la lluvia las livianas arcillas inferiores.

Nada es eterno, y menos tan frágil equilibrio condenado a desaparecer más pronto que tarde. Pero nuestra sociedad, tan necesitada de símbolos, se niega a aceptar la evidencia: Castildetierra está a punto de desmoronarse.

Hay que hacer algo, claman los más sensibles. Todo se puede estudiar, responden los responsables. Reforzar la piedra superior, apuntalarla e incluso barnizar las laderas del cerro para retrasar lo inevitable. Finalmente venció la cordura. Se dejará a la naturaleza seguir su inexorable curso, pero con limitaciones. Está prevista la realización de un escáner tridimensional de toda la montaña para, en un futuro, poder reconstruirlo, si así se decide, con total exactitud.

Y ahí están los políticos, preocupados por la anécdota, empeñados en mantener a toda costa la gran torre de barro en lugar de luchar contra el avance de la erosión, el despoblamiento y la crisis del mundo rural. O de cerrar ese polígono de tiro del Ejército instalado en el corazón de la Reserva de la Biosfera cuyos aviones y maniobras, sin duda, están acabando con otros «castildetierras» mucho menos conocidos.

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La tragedia de Haití también es ambiental

Pobre Haití. Dicen que «la pobreza nunca alza cabeza», pero en el caso de este malaventurado país podríamos señalar el viejo refrán colombiano:

Cuando el pobre va de culo, no hay barranca que lo ataje.

O siguiendo con el refranero popular, «a perro flaco todo son pulgas». Las pulgas haitianas son tan antiguas como su propia historia. Descubierta la isla por Cristóbal Colón en 1492 y bautizada La Española, nuestra desidia patria dejó en total abandono al sector occidental. Desde la famosa isla de La Tortuga, piratas, bucaneros y otras gentes de mal vivir, en su mayoría oriundas de Francia, se fueron instalando en esta zona, donde desarrollaron un fortísimo sistema esclavista. Ante la evidencia, en 1697 España cedió la mitad de la isla al Estado galo, convirtiéndose así en su primera colonia de Ultramar. En 1804 será el primer país latinoamericano que logrará la independencia, pero al estar integrado mayoritariamente por esclavos libertos (el 95% de la población es de ascendencia africana), recibió el rechazo internacional. Aislado del mundo, satanizado, se radicalizó, acabando con todas las grandes haciendas que simbolizaban el viejo dominio blanco. Luego aparecieron los dictadores (nunca se fueron) y todo fue a peor.

Y es aquí donde, tras el desastre social, llega la tragedia medioambiental de la que emana la terrible pobreza histórica de Haití. Más seco que su vecina República Dominicana, rápidamente sus selvas fueron eliminadas para abastecer los ingenios de caña de azúcar. En la actualidad, con tan sólo un cuatro por ciento de sus bosques originales, la falta de árboles protectores ha provocado una pérdida dramática de suelo fértil. Su agricultura de subsistencia apenas da para escapar del hambre. Y como pobres, el único combustible para sus paupérrimas cocinas proviene de una leña cada vez más escasa. También por no tener árboles, los efectos de los huracanes y las inundaciones son aquí más devastadores que en el país vecino.

>>¿Cuáles son a largo plazo las necesidades de Haití?

Está claro. Más allá de las ayudas urgentes, Haití necesita cambios profundos en su economía que pasan por una recuperación social y ambiental de país. Atajar el problema desde la raíz, logrando su desarrollo a largo plazo.

>En primer lugar es necesaria una profunda e intensa campaña de reforestación que deberá mantenerse durante décadas. Con árboles volverá el agua y el suelo fértil a la isla.

>En segundo lugar necesita una reforma agraria. El país y las ayudas deben centrarse en el desarrollo de una agricultura sostenible que permita alimentar a sus habitantes y producir excedentes con los que poder comerciar en el extranjero, pues para cubrir sus necesidades mínimas Haití necesita ahora importar más de la mitad de los productos agrícolas que consume. Lo ha dicho el responsable de la FAO:

«La prioridad es el suministro de semillas, fertilizantes, pienso para el ganado y vacunas, así como aperos agrícolas».

>También debe darse prioridad al desarrollo de las energías renovables, a ese sol y a ese viento del que tanto tienen y tan poco utilizan.

>Y por supuesto, la mejor manera de que este país pueda salir algún día de la pobreza pasa por cancelar de forma inmediata su deuda externa, que ahora mismo asciende a casi 2.000 millones de dólares.

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Las diferentes fotografías que ilustran este post están hechas en la frontera entre Haití y la República Dominicana. No existe ningún otro lugar en el mundo donde la deforestación tenga tan marcados contrastes políticos (Fotos de Yann Arthus Bertrand, ImageShack y Getty Images).

Pero no quiero terminar sin una visión positiva. Por ejemplo el gran bálsamo de este país, su maravillosa y desconocida cultura, especialmente su música. Para ello, nada mejor que escuchar el programa de Radio3 ‘Cuando los Elefantes Sueñan con la Música‘ donde se rinde justo homenaje al pueblo haitiano.

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La erosión se lleva en Canarias 300.000 camiones de tierra al año

El desierto avanza imparable en Canarias. O para ser más exactos, ya ha llegado a las islas. Como primer resultado de este fenómeno, casi la mitad de la superficie del Archipiélago está sometida a intensos procesos de erosión que se llevan al año 12 toneladas de suelo fértil por hectárea, la carga de 300.000 camiones de gran tonelaje.

El fenómeno afecta a casi la mitad del territorio canario, donde lluvias y viento tiran al mar miles de metros cúbicos de suelo fértil al año.

Unas 329.000 hectáreas de Canarias, el 43% de su superficie, están sometidas a intensos procesos de erosión debidos a la acción de la lluvia y el viento, siendo Fuerteventura y Gran Canaria las islas que sufren el problema de una forma más acuciante. Así de duras y contundentes son las principales conclusiones de un estudio elaborado por la Consejería de Medio Ambiente y Ordenación Territorial del Gobierno de Canarias sobre el diagnóstico del proceso de desertificación en el Archipiélago, que servirá de base para la puesta en marcha de un plan de lucha contra este problema.

Las espectaculares cifras son consideradas por los expertos mundiales como la activación de la alarma roja, pues supone entrar en los umbrales de erosión moderada, la de pérdidas de suelo entre 10 y 50 toneladas. El techo mundial está en sufrir un índice superior a las 200 toneladas. Sin embargo, los valores canarios tienen el agravante añadido de hacer referencia a terrenos insulares de reducida extensión y elevada población, situación que multiplica por cien los problemas derivados de esta erosión.

El informe encargado por el departamento autonómico advierte de que Canarias tiene un alto riesgo de desertificación en todas las islas, a excepción de La Palma. Así, Fuerteventura ocupa el primer puesto de la lista, con el 59,4% de su territorio expuesto a intensos procesos de erosión, seguida de Gran Canaria (56,7%). Le siguen en extensión La Gomera (47,1%), Tenerife (41,9%), Lanzarote (30,6%), El Hierro (15,8%) y La Palma (8%).

Además de un gran número de especies animales y vegetales en peligro peligran los ecosistemas y, especialmente, los agrosistemas. Con estos últimos también está desapareciendo un personaje fundamental en el control de la degradación ambiental: el agricultor. La crisis de la agricultura tradicional, con el consecuente abandono del campo, el sobrepastoreo y el aumento de la salinización de los suelos debido a la sobre explotación de los recursos hídricos, agravan una situación cada vez más preocupante y generalizada.

La desproporcionada urbanización del campo no sólo no ayuda a parar este proceso, sino que lo está acelerando gravemente. Donde antes se plantaban patatas se cultivan ahora viviendas, infinitamente más rentables para los especuladores. Los consumos de agua se han disparado y la contaminación del aire mata ya a más gente que muchas enfermedades. La solución a todos estos desequilibrios, más que difícil, resulta imposible.

En la imagen, corral de cabras en una terriblemente castigada ladera de Fuerteventura. Originariamente en estas montañas había bosquetes de acebuches y almácigos. Ahora sólo piedras.