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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

Entradas etiquetadas como ‘educacion’

#Geolodía: El mundo en un grano de arena y la eternidad en la palma de la mano

 

© Wikipedia Commons

Este fin de semana me voy de piedras. Saldré al campo para disfrutar de algo tan fascinante como entender la historia de la tierra que pisamos, una historia tan vieja como el planeta, pero tan rejuvenecida como el planeta mismo. Este fin de semana celebraré el Geolodía, la fiesta mágica de divulgación de la geología en la que todos podemos participar. El 12 y 13 de mayo la Sociedad Geológica de España (SGE) pone en marcha la fiesta de la divulgación geológica. ¿Te vienes a ver piedras? Lee el resto de la entrada »

Este año el Carnaval se mueve al ritmo del De-po-si-to

Carnaval es la gran fiesta de las tres erres (3R) de la sostenibilidad. Se recicla ropa vieja y toda clase de complementos locos. Se reutiliza todo lo que pillamos a mano para darle una nueva y divertida vida. Y se reduce el gasto final del disfraz siempre que apostemos por la originalidad casera, el hágaselo usted mismo. Lee el resto de la entrada »

Los maleducados ambientales están de enhorabuena

La gente que pasa de reciclar, de reducir residuos, de reutilizar objetos, tiene cada cada 26 de enero un mal día. En esta fecha se celebra el Día Mundial de la Educación Ambiental. Una jornada en la que la sociedad se encarga de señalar con dedo crítico a tanto insolidario gastón, egoista.

La desgracia es que ellos no quieren aprender a ser mejores ciudadanos y los Estados tampoco se preocupan demasiado por ellos. La educación ambiental, hay que reconocerlo, está en horas bajas. O aprendes por tu cuenta o te haces un capullo como tantos otros. En ese sentido, los maleducados ambientales están de enhorabuena: nadie les va a recriminar su incivismo. Lee el resto de la entrada »

Siéntete como un insecto… polinizador

Poliniza

¿Tus hijos se pasan el día pegados a la maquinita matando marcianitos y otros bichos siderales? Pues si no puedes luchar contra ellos conviértelos en insectos. Polinizadores, claro. Que hagan algo útil y nos ayuden a tener más alimentos, flores y árboles en el planeta. En sentido figurado, claro está, pero menos da una piedra o un teléfono móvil.

Convertirse en un insecto polinizador para facilitar la reproducción de las plantas en cuatro espacios distintos de la naturaleza es desde hoy más sencillo y divertido gracias a PolinizAPP, un juego educativo de simulación en formato aplicación que han desarrollado los centros del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Real Jardín Botánico de Madrid y el Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados (IMEDEA) de las Islas Baleares, gracias a la financiación de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT). Lee el resto de la entrada »

Icíar Bollaín escribe en La Crónica Verde para defender los olivos monumentales

Firma invitada: Icíar Bollaín – directora de cine

Hoy viernes, 6 de mayo de 2016, la directora madrileña estrena su última película, «El Olivo«. En ella denuncia el expolio de árboles monumentales y el desarraigo provocado por la burbuja inmobiliaria en el levante español. Este texto que puedes leer a continuación lo ha escrito para nuestro blog de La Crónica Verde.

Olivos de la vida

La directora Icíar Bollaín durante el estreno de la película " El Olivo " en Madrid.Acabemos con el expolio de los olivos milenarios. Hasta hace muy poco yo no tenía mayor relación con ellos que verlos en infinidad de rotondas o jardines de lujo.  Olivos de troncos enormes y retorcidos, casi más escultura que árbol, que en el boom de los años 2000 se convirtieron en elementos decorativos, yendo a parar algunos hasta China. Lee el resto de la entrada »

Icíar Bollaín: «Con el arranque de olivos monumentales perdemos un patrimonio único»

Icíar_Bollaín

Este viernes 6 de mayo se estrena El olivo, de Icíar Bollaín, una bellísima película que denuncia el expolio patrimonial que supone el arranque de olivos milenarios para abastecer un mercado especulativo de rotondas, campos de golf y chalés de millonarios. Lee el resto de la entrada »

El efecto del centésimo mono, falso pero esperanzador

Jigokudani_hotspring_in_Nagano_Japan_001

Es uno de los temas más recurrentes en los libros petardos de autoayuda o de Nueva Era. Citar el efecto del centésimo mono, también conocido como «de los cien monos» o, mejor aún si lo ponemos en inglés, «hundredth monkey effect». Para quien no lo conozca, la definición de la Wikipedia, donde deja bien claro su naturaleza de bulo pseudocientífico, resulta clara:

Es un comportamiento aprendido propagado rápidamente desde un grupo de monos hasta todos los monos, una vez que se alcanza un número crítico de iniciados [100]. Por generalización, se refiere a un fenómeno por el cual, una vez que una cierta parte de una población ha oído hablar de una nueva idea o aprendido una nueva habilidad, la difusión de dicha idea o habilidad entre el resto de la población se produce en forma instantánea, mediante algún proceso desconocido en la actualidad, más allá del alcance de la ciencia.

Vale sí. Es mentira que unos científicos japoneses comprobaran que algunos monos de una isla nipona aprendieron a lavar batatas, y poco a poco este nuevo comportamiento se extendió a través de la generación más joven hasta que una vez alcanzado un cierto número crítico de monos adiestrados ―el llamado «mono 100»― la conducta se extendió instantánea y milagrosamente por las islas cercanas, cruzando el mar. Esos famosos monos aprendieron de los mayores y no de los jóvenes, como era de esperar, y su descubrimiento gastronómico tardó mucho más que un centenar de monos en generalizarse, sin llegar nunca a extenderse a otras islas con las que no tenían contacto físico.

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Estamos matando a nuestros hijos a cucharadas

obesidad

Comparto con el mediático cocinero británico Jamie Oliver su preocupación por nuestros (malos) hábitos alimentarios.

Comparto sus críticas a esa comida de catering que diariamente dan a nuestros hijos en los comedores escolares y luego reforzamos los fines de semana llevándolos a hamburgueserías y pizzerías.

Comparto sus elogios hacia los productos frescos y nutritivos, sus críticas salvajes (y merecidas) hacia la comida preparada, transformada, congelada, trufada de conservantes, antioxidantes, espesantes, colorantes, aromatizantes, estabilizantes, emulgentes, gelificantes, antiespumantes, antipelmazantes, antiaglutinantes, humectantes, correctores, acidulantes, potenciadores, edulcorantes y una larguísima panoplia de productos químicos de síntesis.

Comparto su lucha contra los refrescos azucarados y las leches coloreadas para imitar ese chocolate, fresa o vainilla que no tienen.

He firmado en change.org su petición para que en los colegios de todo el mundo exista una asignatura obligatoria en educación alimentaria; para que entre las competencias básicas de todo joven se incluya el saber hacer al menos 10 recetas de cocina diferente.

Pero también estoy de acuerdo con el dietista-nutricionista y bloguero de 20 Minutos Juan Revenga en que la auténtica revolución de la comida la debemos hacer en nuestras casas.

La culpa es nuestra y de nadie más. Porque en el pecado de este sistema de vida urbano, estresante, frenético, sin tiempo para preparar un guiso y ni tan siquiera para pelar una naranja, llevamos nuestra penitencia, terrible penitencia: 42 millones de niños menores de cinco años padecen sobrepeso u obesidad en el mundo, muchos de ellos con un tipo diabetes que hasta hace poco sólo se desarrollaba a partir de los 40 años.

En un espeluznante reportaje Jamie se lo explicaba así a una madre norteamericana que no paraba de llorar. “Estoy matando a mis hijos con toda esta comida basura”, le venía a decir al cocinero.

Y éste, también lloroso, le respondía: “Es verdad, los estás matando, pero aún estás a tiempo de evitarlo”.

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La receta de la semana: paladea el otoño

Otoño

© Creative Commons

Paladear el otoño, sentirlo, disfrutarlo, caminarlo, tocarlo, olerlo, bañarte en él. Este mes lluvioso y a la vez cálido está siendo espectacular. Especialmente para los aficionados a las setas, colmados como pocos años lo han estado de tan fabulosos manjares. Hasta 130 kilos por hectárea de producción micológica, casi el doble de la media.

Yo también me estoy dando estos días una placentera inmersión forestal en un paraje maravilloso, el monasterio de Poblet, en Tarragona. Participo en un congreso internacional dedicado al tejo, ese árbol mágico y a la vez escasísimo. El lugar no puede ser más acertado, el mismo elegido a mediados del siglo XII por los sobrios monjes cistercienses para fundar uno de los cenobios más impresionantes de Europa, con todo mérito declarado Patrimonio de la Humanidad. Esos ermitaños fueron adelantados ecologistas, pues buscaron bellísimos espacios naturales para aislarse del mundo y dedicarse a la contemplación.

Contemplar. Qué verbo tan fantástico para conjugar en otoño. Precisamente de eso vengo a hablar a Poblet. De que no es posible conservar tejedas, robledales, montañas como cotos cerrados. Sólo si divulgamos sus valores seremos capaces de apreciarlos y, lógicamente, aceptaremos y hasta exigiremos su protección.

Una excelente herramienta para lograrlo es el ecoturismo que, es verdad, también tiene su parte negativa de la mano de esos bestias con dos patas (o ruedas) tan dañinas como las pezuñas del caballo de Atila. Aunque hasta para ellos hay solución: educación. Nuestra gran asignatura pendiente.

Por supuesto, hay lugares delicadísimos donde las visitas contemplativas son imposibles. Esos ni tocarlos. Pero para el resto abrámoslos a nuestro disfrute. Al tiempo llevaremos oxígeno económico a esos valientes empeñados en seguir dando vida a los pueblos, en mantener un paisaje y una cultura tan en peligro de extinción como las tejedas.

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Apalean y torturan a un burrito junto a un colegio de Almería

El burrito Capitán

Deplorable estado en que fue encontrado Capitán. © La Huella Roja

Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Capitán es igual pero en marroncito. Un tierno peluche de 15 meses, animoso amigo de los niños de un colegio de Almería junto a cuyos muros gustaba de triscar alguna planta.

Niños, aulas, animales con ángel, sensibilidad, educación. Todo estalló en pedazos hace unos días. Un grupo de chavales, por llamarles algo, la emprendieron a golpes contra el pobre pollino. Como bestias salvajes, y que me perdone la fauna por tan injusta comparación. Con una violencia inconcebible, injustificable. Evito los detalles de su fechoría pues se me ponen los pelos de punta descubriendo hasta dónde puede llegar la brutalidad humana, la indiferencia ante el dolor ajeno.

Por suerte también hay gente buena. Como las dos profesoras que avisaron a la protectora “La Huella Roja” y los voluntarios de esta asociación que han logrado salvarle la vida. Trasladado a un refugio para equinos de Sevilla, el burrito podrá recuperarse con asistencia especializada de las graves heridas que aún sufre.

Cerca de 100.000 personas hemos firmado una petición en Change.org pidiendo a la Guardia Civil contundentes medidas legales contra los maltratadores que torturaron y apalearon al animal. Si los pillan, algo poco probable.

Y es que muy mal lo estamos haciendo para que hijos nuestros, amigos y colegas nuestros, nietos nuestros, apaleen hasta casi matar a un pobre jumento. Este año se cumple un siglo de Platero y yo, la obra más famosa de Juan Ramón Jiménez, esa que tantos aprendimos de memoria en el colegio. Entonces todos queríamos tener un asnito para acariciarlo. Ahora vamos hacia atrás.

Veo la foto de Capitán herido y se me cae la cara de vergüenza. ¡Vaya burros de dos patas estamos criando!

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