La crónica verde La crónica verde

Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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No te puedes perder el desierto florido de Canarias

Flores Fuerteventura 2

Es la gran noticia del año. Por eso no entiendo cómo las agencias de viajes y los touroperadores de toda Europa no lo están pregonando en papel cuché y a los cuatro vientos: ¡el desierto canario ha florecido!

Después de cinco años de terrible sequía por fin ha llovido en las islas de Fuerteventura y Lanzarote. En el patio de mi casa 140 litros en apenas dos meses, casi el doble de todo lo caído el año pasado.

Así se entiende el prodigio, la actual explosión de color verde cubriendo arenas y lavas, rejuveneciendo unas tierras resecas donde, de repente, gracias a ese milagro que los botánicos llaman «banco de semillas«, de la nada han surgido con fuerza bellísimas plantas. Y todas de golpe han reventado en flores, sabedoras que aquí el agua es un espejismo efímero. Como el alhelí canario (Mattihola bolleana), un endemismo capaz de teñir de morado inmensas laderas donde durante décadas sólo había piedras. O de azul añil como lo logra la viborina (Echium bonnetii), el más humilde de los tajinastes canarios. O de amarillo intenso gracias a la potencia de cerrajas (Reichardia tingitana) y crisantemos (Chrysanthemum coronarium).

Mires hacia donde mires, el brevísimo jardín isleño se muestra espectacular. Y los bichos están como locos. Los machos de hubara (Chlamydotis undulata), una curiosa avutarda del desierto, agotados de tanta carrera sexual; inflados como pavos, corriendo con la cabeza hacia atrás pero sin tropezarse jamás. Los alcaravanes (Burhinus oedicnemus) roncos de gritar por las noches eso que aquí suena como «Pedro Luis», de ahí su nombre popular. Los tarros canelos (Tadorna ferruginea), un pato más propio del Sáhara, volando desorientados pues de nadar en seco tienen ahora decenas de charcas donde poder criar. Hasta los extraños corredores saharianos (Cursorius cursor) se muestran más inquietos que de costumbre, asombrados ante tantos insectos sabrosos a los que poder echar el pico.

Es el gran espectáculo de la naturaleza y llega con fecha de caducidad. En apenas un mes todo volverá a estar tan sediento como antes. Así que no lo dudes. Ni sol ni playas ¿Qué haces que no vienes?

Flores Fuerteventura

 

Fuerteventura verde

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Confirmado el valor terapéutico de los bosques maduros

bosques

Los árboles no hacen bosque, un complejo ecosistema donde se entrecruzan infinidad de seres vivos en difícil equilibrio dinámico, pues eso es la vida, frenética actividad por la supervivencia.

Las plantaciones de eucaliptos o de pinos o de chopos bien alineados, todos de la misma especie, sin apenas arbustos ni otras plantas como obligadas compañeras, son lo más parecido a un desierto verde. Paseas por ellos y, qué quieres que te diga, a mí no me saben a nada. Ocurre todo lo contrario cuando te adentras en una foresta sana, biodiversa.

Pero si el bosque elegido es una de esas pocas agrupaciones forestales maduras que aún nos quedan en España, reductos de viejos árboles centenarios e ilustre cementerio de colosos vegetales, el sentimiento experimentado al caminar bajo su dosel resulta extraordinario. Huele diferente. Se camina diferente. Te sientes mejor.

¿Exagerado? La ciencia acaba de confirmar lo que muchos sabíamos por experiencia propia: los bosques con árboles viejos son medicinales. Profesionales sanitarios e investigadores de la Universidad de Girona han demostrado estos beneficios entre enfermos de fibromialgia que realizan un ejercicio moderado en este tipo de bosques terapéuticos.

Su curioso y novedoso estudio médico demuestra que los paseos entre árboles centenarios mejoran el dolor y combaten el insomnio de los pacientes.

Para que no hubiera dudas, seleccionaron a 30 mujeres con esta enfermedad que, separadas en dos grupos, pasearon unas por un bosque joven y otras por uno con árboles centenarios. Las segundas fueron las que experimentaron un mayor grado de mejoría en sus dolencias. Y sin necesidad de medicinas.

Según parece, los árboles vetustos emiten al aire ciertas sustancias beneficiosas para nuestra salud. Una razón más para protegerlos.

Foto: Tres pacientes pasean por un bosque cerca de Olot como parte de la terapia contra la fibromialgia. EFE/Robin Townsend

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El astronauta que descubrió a Dios en el zodiaco

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El astronauta Charles Duke, durante la conferencia que pronunció en el Festival Starmus.

“El suelo de la Luna está cubierto de un polvo finísimo, como de harina. Al pisarlo lo notas blando y suave. Y la Tierra es una bola azul suspendida en la oscuridad del espacio, muy arriba. Una vez me caí de espaldas y fue un susto tremendo pues me encontré con la Tierra en lo alto. Lo primero que hice al alunizar fue dormir; había que descansar. En el vehículo espacial podíamos hacer hasta 100 kilómetros, pero apenas nos alejamos 5 por si se rompía y había que volver caminando. A 17 kilómetros por hora parecía que volábamos”.

Éste es un breve extracto del relato preciso, sensible, vivencial, que nos regaló el astronauta Charles M. Duke a quienes asistimos en Tenerife al festival científico Starmus.

Duke es una de las 12 únicas personas que han caminado por la Luna. Fue un largo paseo de 20 horas en 1972. Recuerdo haberle visto en la tele, sonriente, subiendo a la nave con un maletín gigante de la mano y ese traje copiado de Bibendum, el muñeco Michelin.

Su conferencia fue maravillosa hasta que se puso a hablar de Dios. De un cristianismo raro basado en los 12 signos del zodiaco y para el que dice tener pruebas científicas irrefutables.

Sin embargo luego negó la evidencia del cambio climático, asegurando que todo son maniobras políticas encaminadas a perjudicar a los Estados Unidos.

A su lado, el premio Nobel de Química Harold Kroto se hacía de cruces, convencido de que no hay peor ciego que el que no quiere ver. Y ése es el problema. Con toda la incertidumbre que queramos incorporar a los actuales modelos, la Tierra se está calentando y nuestra especie es la culpable.

Que se lo digan por ejemplo a las 35.000 morsas varadas ahora mismo en Alaska ante la falta de hielo. A las aves africanas que han colonizado Europa siguiendo un desierto en expansión. A las extinciones masivas de la mitad de las especies de vertebrados en los últimos 40 años. Este desastre no es una teoría. Es una verdad incómoda refrendada por los más importantes científicos del mundo.

Así que lo siento señor Duke. Le admiro por lo que ha hecho, pero no por cómo piensa.

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Aves y desierto. Estudian el cambio climático a las puertas del Sáhara

charranes

Hace un par de semanas os hablé de mi viaje al sur de Marruecos para conocer en detalle el proyecto Climatique. Entonces me centré en los profundos cambios socieconómicos, y por lo tanto ecológicos, que se están desarrollando a toda velocidad en nuestro país vecino. Algunos lectores de esta bitácora se mostraron muy interesados por el tema y me pidieron más datos. Vuestros deseos, ya lo sabéis, son órdenes.

Las aves migratorias son excelentes indicadoras de los cambios ambientales que sufre nuestro planeta. Son tan dependientes del clima que su modificación puede beneficiar a algunas o provocar la extinción de otras, al alterar comportamientos o rutas de viaje. Por eso resulta muy importante estudiarlas allá donde se muestran más vulnerables. Desde marzo de este año, un grupo de investigadores canarios analiza los efectos del cambio climático sobre la  migración de la aves en el sur de Marruecos, en el marco de un proyecto de cooperación denominado Climatique y liderado por el Instituto Tecnológico de Canarias.

Los valles, ríos, lagunas y playas del sur de Marruecos acogen cada año a miles de aves que viajan entre el continente europeo y el África ecuatorial en busca de zonas donde alimentarse, pasar el invierno o reproducirse. La región de Souss Massa Drâa es para muchas de ellas un importante lugar de descanso durante ese largo viaje. Así, cada primeva y otoño hacen escala especies tan sensibles e importantes como la espátula, el carricerín cejudo, la tórtola europea o la golondrina común.

Esta región es el límite entre la cuenca mediterránea y el desierto del Sáhara, por lo que el estudio de fenómenos como el avance del desierto, la migración de las aves e insectos y el ciclo anual de las plantas resulta vital para el diseño de acciones futuras encaminadas a frenar el cambio climático en la cuenca mediterránea.

Tan interesante y poco conocida zona fronteriza ha sido elegida por un grupo de investigadores canarios de la empresa Birding Canarias para estudiar la relación entre la migración de las aves y el cambio climático. Lo hacen dentro como una de las acciones de Climatique, cuyo objetivo principal es el intercambio de experiencias entre institucionales y profesionales en los sectores relacionados con la lucha contra las repercusiones negativas que el cambio climático está generando en las regiones de Canarias y Souss Massa Drâa.

El estudio se ha desarrollado durante los periodos migratorios primaverales y otoñales, en los meses de marzo a mayo y de agosto a noviembre. Durante este tiempo se han censado aves migratorias, estudiado las especies reproductoras y seguido la migración de las paseriformes a través de una estación de anillamiento científico.

Una vez terminado el trabajo de campo, los datos obtenidos se compararán con registros climáticos, tomados en la región durante el periodo de estudio, con el fin de analizar las relaciones entre llegadas de aves, tiempo de permanencia en la región y su adaptación a los cambios ambientales.

Como veis, un interesante trabajo verdaderamente ejemplar del que fui testigo y colaborador durante dos inolvidables semanas. Una maravillosa experiencia que debo agradecer a Juanjo, Pedro y Juan, cuya amistad no fue óbice para que me levantaran casi todos los días a las 4 de la mañana para ir a anillar aves. Pero mereció la pena.

ornitologos

pescador

Fotos: Birding Canarias y Oliver Yanes. La primera es de un grupo de charranes en la playa de la desembocadura del río Massa. La segunda son los ornitólogos censando aves en ese mismo espacio natural. La tercera es un martín pescador recién anillado al que se está pesando y tomando otros datos biométricos antes de proceder a su liberación.

El Proyecto Climatique está financiado por el Programa de Cooperación Transfronteriza España – Marruecos (POCTEFEX), por el Fondo Europeo de Desarrollo Regional FEDER, liderado por el Instituto Tecnológico de Canarias – ITC, y cuenta con la participación de socios locales marroquíes como el Consejo Regional de Souss Massa Drâa, el Servicio Regional de Medioambiente de Souss Massa Drâa y la Universidad Ibn Zohr de Agadir.

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El desierto se frota las arenas del cambio climático

Souss-Massa Acabo de regresar de un viaje por el Sáhara. Allí he tenido la oportunidad de conocer el programa Climatique de cooperación transfronteriza entre España y Marruecos. Un proyecto piloto que estudia las aves migratorias como excelentes indicadores del estado del clima.

Traigo aún impreso en la retina el maravilloso sol africano meciéndose tras las palmeras de ese oasis que es el Parque Nacional de Souss-Massa. Pero también una gran preocupación por lo que se nos viene encima: el desierto.

La zona de estudio es el último cauce estable de agua dulce donde pueden reponer fuerzas miles de aves antes o después de atravesar el inmenso y árido Sáhara. Hasta él llegan retazos finales de bosques casi fósiles como los de argán (el del famoso aceite de la eterna juventud) que han sido declarados Patrimonio de la Humanidad. Un lugar tan importante como tremendamente frágil, pero sometido a una presión agrícola tremenda.

¿Agricultura en el desierto? Efectivamente, cultivos industriales bajo plástico para satisfacer la demanda europea de frutas y hortalizas, muchos de ellos promovidos por empresarios españoles y franceses.

La nueva Almería se desarrolla en el sur de Marruecos y tienen tanto derecho como nosotros para hacerlo. Otra cosa son las consecuencias ambientales. Las aves hace tiempo que encendieron todas las alarmas. Especies adaptadas a los ambientes saharianos avanzan hacia el norte mientras las norteñas retroceden o se refugian en enclaves montañosos. Otras modifican sus hábitos migratorios. Y todas sufren de una manera u otra el aumento de la contaminación del aire y el agua, la desaparición de los hábitats naturales, el avance de nuestra sociedad urbana y el retroceso del mundo rural tradicional.

Este viernes concluye en Varsovia la 19 Cumbre del Clima. Una oportunidad global para no continuar con este error garrafal, pero todo parece indicar lo evidente. Nadie está dispuesto a levantar el pie del acelerador. Y mientras tanto el desierto se frota las arenas.

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Las cabras se comen los últimos bosques relictos de Fuerteventura

Cabras Jandia.jpg

Las cabras son seres extraordinarios. Capaces de sobrevivir en el desierto sin apenas agua ni alimento. Pero también capaces de comerse hasta el último matojo que allí pueda crecer. Es lo que ocurre en Fuerteventura, la isla donde vivo. Los herbívoros llegaron aquí hace unos 2.000 años. Por entonces las montañas estaban cubiertas de un bosque de acebuches, los olivos silvestres (Olea europaea ssp. guanchica), que en las zonas más altas eran sustituidos por laurisilva, la selva canaria de niebla. Dos milenios de hacha, fuego, diente y cambio climático han convertido el antiguo vergel en un reseco pedregal.

En un estudio que acabo de publicar en la revista Quercus junto a mi amigo Stephan Scholz, director del Jardín Botánico de Fuerteventura Oasis Park de La Lajita, advertimos de la actual tragedia ambiental que se cierne sobre este territorio. 10 especies endémicas de Fuerteventura, otras 13 exclusivas de las islas orientales y 4 más de distribución canaria están gravemente afectadas por el ramoneo y el pisoteo del ganado. La presión, cada vez mayor, sobre unas poblaciones, cada vez menores, las está llevando a extinciones masivas. Un ejemplo es el peralillo de las Canarias orientales (Gymnosporia cryptopetala), del que sólo sobreviven 13 ejemplares en el mundo. Todos refugiados en riscos a donde no llegan las cabras, pero incapaces de reproducirse. Como el palo blanco (Picconia excelsa). El «último mohicano«. Último ejemplar superviviente de los bosques húmedos majoreros. Cuando muera, la especie habrá desaparecido de la isla y con ella una riqueza genética irrecuperable, quizá remedio de alguna enfermedad.

No pedimos acabar con las cabras, postura indefendible en un lugar donde estos animales forman parte consustancial de la economía y la cultura isleña. Pero sí debería evitarse que vaguen sin control por las montañas, en estado de semilibertad, como ocurre ahora. Y consideramos fundamental la declaración urgente de una extensa red de microrreservas botánicas. Porque el pastoreo intensivo y la superpoblación caprina en un territorio con escasas precipitaciones supone una estrategia ambientalmente destructiva, responsable del avance del desierto, la erosión y la pérdida de biodiversidad.

Foto: Stephan Scholz. Dos cabras enriscadas en las montañas de Jandía (sur de Fuerteventura), uno de los lugares con más biodiversidad endémica del mundo por metro cuadrado.

En este vídeo podéis ver cómo es el manejo tradicional que se aún hace del ganado semisalvaje en Fuerteventura. Las apañadas, una técnica aborigen de gran interés etnográfico, pero que sin control es un desastre ambiental.

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Los viejos bosques nos ayudan a luchar contra la crisis

Roble centenario

Los bosques nos ayudan a salir de la crisis. Que se lo digan si no a los miles de españoles que este invierno se han pasado a la estufa de madera o de pellets. Con el gasoil, el gas y la electricidad por las nubes, la leña vuelve a estar de moda. La de esos árboles que durante décadas mirábamos con el desdén de quien no los necesitaría nunca. Hoy es diferente. Ahora los vemos como una fuente de ahorro. De riqueza. Los pueblos deforestados los empiezan a echar de menos.

Pero los bosques nos ayudan mucho más. A comer gracias a la fertilización y mantenimiento de los suelos. A protegernos de los desastres naturales, del avance del desierto. A reducir el efecto de nuestro propio gran desastre no natural, el efecto invernadero. A respirar gracias a su oxígeno. A sentir que respiramos cuando caminamos por ellos, notamos el palpitar la vida en cada pisada, en cada hoja, mariposa o rayo de luz, en cada gorjeo.

Aunque no todos los bosques son iguales. Muchos son meras plantaciones de árboles, monocultivos dedicados a producir pasta de papel o serrín para aglomerados. En ellos falta lo más importante: la biodiversidad. La variedad. Ese “desordenado orden” del que nos hablaba Félix Rodríguez de la Fuente.

Ayer, inicio de la primavera, celebramos el Día Internacional de los Bosques. Una iniciativa de las Naciones Unidas muy matizable, pues a muchos los árboles no les dejan ver el bosque. Los míos son de viejos hayedos, encinares, robledales, tejeras, pinares maduros repletos de vida, casa común de una flora y fauna única. También los bosques de un único árbol, esos asombrosos árboles singulares tan viejos como una catedral y tan delicados como una flor, auténticos ecosistemas en miniatura.

¿Y el tuyo cómo es? Búscalo. Acércate a él y díselo: ¡Feliz día del Bosque!

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El árbol de la vida se está muriendo de éxito

Hace un par de años os hablé del árbol más solitario y gafe del planeta. La única acacia en 400 kilómetros a la redonda del más terrible de los desiertos, el Teneré. Contra la que chocó un camionero borracho en 1973 poniendo violentamente fin a la leyenda.

Y hoy descubro con horror cómo el heredero de tan discutible honor tiene todas las papeletas para acabar igual, en símbolo de la estupidez humana. Se conoce con el pomposo nombre de «El árbol de la vida» y no, no tiene nada que ver con la famosa película de Brad Pitt. Es una acacia de Bahréin, el país más pequeño del golfo Pérsico, a la que se ha dado el título de «el árbol más solitario y aislado del planeta«. Y aunque no os lo vayáis a creer, se está muriendo por culpa del turismo.

Milagro de la vida, pues parece mentira que un árbol pueda encontrar agua en ese secarral, se le calculan 400 años de edad. Y por ello son cientos, miles de personas las que acuden a verlo, tocarlo, treparlo, pintarlo e incluso escribirlo a cuchillo en su dolorida corteza. Le han puesto una mínima valla alrededor, pero da lo mismo. También le podrían poner una papelera para recoger tantas inmundicias como arrojan los turistas a su lado.

Ya os he contado en otras ocasiones cómo los viejos árboles monumentales pueden morir de éxito. Le pasa a la famosa sabina milenaria de El Hierro y le ocurre a esta fabulosa acacia arábiga. Demasiada gente, demasiada curiosidad, demasiada poca educación.

¿Cuándo entenderemos que los árboles centenarios son monumentos vivos tan antiguos como una catedral, tan bellos como un paisaje, pero tan frágiles como una flor? Que su contemplación es un regalo hecho por nuestros abuelos a nuestros hijos. Que los árboles se ven de lejos, no desde abajo pisándoles las raíces. Que no se abrazan sino que se respetan. Que hay cariños (y curiosidades) que matan.

En este vídeo podeís ver el famoso árbol y su triste conversión en objeto turístico.

Un árbol al que incluso una entidad financiera local le ha dedicado un anuncio.

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El desierto avanza imparable por España

Hoy celebramos el Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía. Suena algo lejano, abstracto y burocrático, pero nos afecta mucho más de lo que pensamos. Con estos calores, anticipo de un duro verano, no está de más pensar en los peligros del avance imparable de un desierto, el Sáhara, que empujado por el cambio climático, los incendios forestales y la sustitución del paisaje agrario por especulativas macrourbanizaciones ha saltado el Mediterráneo.

El mayor desierto cálido del mundo hace 5.000 años no existía en la extensión que ahora lo conocemos. Muchos de los lugares hoy resecos eran espacios verdes y agradables donde abundaba el agua. Desde su formación hace 2,5 millones de años no ha hecho más que crecer, cada vez más rápido y más voraz. En los últimos 50 años ha consumido una superficie equivalente a dos veces la de España, un país que sufre como pocos los efectos devastadores de su llegada. Tan sólo debido a la erosión, el 42% del territorio español pierde más de 12 toneladas de suelo fértil por hectárea y año, y otro 12% más hasta 50 toneladas. Para el conjunto del Estado se calcula una pérdida total anual de suelo de 1.156 millones de toneladas, 60 millones de camiones bien cargados cada año.

La diferencia entre desertización y desertificación somos nosotros. La primera se debe a causas naturales imposibles de evitar, pero la segunda es toda culpa nuestra. Sin árboles, sin cultivos, sin pastos, sin agua, millones de personas de todo el planeta han pasado a convertirse en sedientos y hambrientos refugiados climáticos. Huyen del desierto como antes huían de las guerras. Y una vez asentado tiene mal arreglo lograr su retirada.

Hace unos días tuve la suerte de tener en mis manos el retoño de uno de los últimos 231 cipreses del desierto que sobreviven en el Sáhara. Al tocarlo me temblaron las manos. ¿Pasará algo parecido con nuestros bosques ibéricos?

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Llega a Madrid uno de los árboles más raros del mundo

Acabo de regresar a casa tras un emocionante viaje a Madrid, donde he tenido el privilegio de asistir a la plantación de uno de los árboles más raros del planeta. Se trata del ciprés del Sáhara (Cupressus dupreziana), uno de los escasos descendientes de los 231 ejemplares que aún quedan vivos en el mundo, la mayoría de ellos con más de 2.000 años de edad.

Se trata de una especie en grave peligro de extinción, originaria del altiplano del Tassili n’Ajjer, en Argelia, cuya edad milenaria se relaciona con los míticos bosques anteriores a la llegada del desierto y con una extraordinaria cultura neolítica desarrollada a su sombra hace 8.000 años. En la actualidad constituye una población arbórea única y aislada, alejada cientos de kilómetros de los árboles más cercanos, localizada en un entorno único declarado Parque Natural y Cultural, Patrimonio de la Humanidad y Reserva de la Biosfera.

El espécimen es una donación del Instituto para la Protección de las Plantas (IPP) de Florencia, gracias al proyecto europeo del ciprés «CypFire» del programa MED que desarrolla el Departamento de Árboles Monumentales de la Diputación de Valencia, y la colaboración del Observatorio de Árboles Singulares de la Fundación Félix Rodríguez de la Fuente.

¿Dónde pensáis que hemos plantado esta joya? No hay duda, en el Real Jardín Botánico de Madrid, uno de los más importantes del mundo y que gracias a esta primavera lluviosa luce ahora más bello que nunca. Lo podéis ver cuando queráis por debajo de la Terraza de los Laureles, donde están los famosos bonsáis de Felipe González, y junto a la colección de agaves americanos.

Como madrina para tan singular acto tuvimos la suerte de contar con la siempre entusiasta y querida amiga Odile Rodríguez de la Fuente, hija del admirado naturalista, quien recibió el retoño con la misma emoción que sentimos nosotros al entregárselo. No lo veremos, pero ojalá aguante vivo varios miles de años como sus primos del desierto.

En la imagen superior, Odile Rodríguez de la Fuente planta el retoño de ciprés siguiendo las indicaciones de Mariano Sánchez, vicedirector del Real Jardín Botánico de Madrid, y del jardinero Eustaquio Bote (Foto: Jose Moya). Sobre estas líneas, uno de los viejísimos ejemplares que aún subsisten en el desierto argelino del Sáhara.

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