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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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Nacen más niñas como mecanismo natural contra la crisis

Un reciente estudio publicado en la revista Science confirma que el miedo reduce el número de crías en los gorriones. Incluso aunque no haya depredadores cerca, si estos pájaros perciben el riesgo de que pueden ser cazados disminuye el tamaño de su descendencia hasta en un 40% . Es el coste del miedo, un intenso sentimiento generalizado en todos los animales como prudente comportamiento de supervivencia.

Nosotros también lo tenemos, y es en épocas de incertidumbre, como la terrible crisis económica que nos está tocando vivir a los españoles, donde la generalización de esta emoción se manifiesta de forma más sorprendente. Sin darnos cuenta, nuestra naturaleza animal ha puesto en marcha sus mecanismos de defensa. Hemos pasado a tener menos hijos por pareja y a que nazcan más niñas que niños.

La razón es puramente biológica. Como explica el profesor de genética humana Bryan Sykes en su famoso libro ‘La maldición de Adán’, la producción de machos en los mamíferos es muy cara, pues la competencia entre ellos consume mucha energía y es más fácil asegurar la pervivencia de nuestra carga genética con las hembras. En los humanos, la mayor vulnerabilidad y agresividad de los machos explica que en condiciones normales nazcan como media en el mundo 103,5 chicos por cada 100 chicas.

Sin embargo, como resalta el biólogo y neurocientífico Gerald Hüther, en épocas de gran estrés ambiental, como las guerras o las grandes crisis, donde las mujeres no se sienten bien, nacen menos niños que niñas, pues ante un futuro incierto los embriones masculinos mueren en los primeros dos meses de gestación.

Además, y según han demostrado varios estudios científicos, cuanta menos testosterona tienen los hombres menos hijos machos se engendran. Y estas épocas de vacas flacas le bajan las hormonas al más entusiasta ¿no os parece?

Yo tengo además otra teoría. Este desastroso mundo masculino sólo lo podrán salvar las mujeres. Y la naturaleza es sabia. Muy sabia.

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La siesta está en peligro

Una empresa textil valenciana ha diseñado una sábana bajera anti-estrés que libera la electricidad estática y favorece el descanso. Dicen que mejora la calidad del sueño. Me recordó a la famosa pulsera magnética. ¿Se acuerdan de ella? Al final de los años ochenta se vendieron más de seis millones de unidades pues sus imanes supuestamente nos liberarían de enfermedades y tensiones. Hoy todas están en el fondo del cajón.

Pelotas flexibles, aparatos masajeadores, mascarillas, cremas, música, luces, sillones, drogas,… Todo vale con tal de reducir nuestra tensión diaria. Y sin embargo, aquí en España tenemos el mejor sistema antiestrés conocido: la siesta.

Pero mientras nuestro invento más internacional sigue triunfando en el mundo nosotros lo vamos arrinconando, empujados por un vertiginoso sistema de vida que, ahora que lo abrazamos, está empezando a ser abandonado por sus primeros promotores. Si pinchamos en Google aparecen 11 millones de entradas con la palabra “siesta”, y si vamos a las oficinas de Google nos encontraremos con cabinas especiales para poder echarla sus trabajadores. Sin embargo en España cada vez son menos los que pueden practicarla, incluso ahora que los calores tanto animan a ella. ¿La razón? No está bien visto dormirse en el trabajo.

Yo me declaro defensor a ultranza de la cultura de la tranquilidad, de este tipo de vida tan nuestro que los anglosajones, precisamente quienes con sus malas influencias nos lo han ido arrebatando poco a poco, lo defienden ahora bajo el pomposo nombre de «Movimiento slow«. Desacelerar nuestra vida, comer con tranquilidad, vivir en ciudades tranquilas, sin agovios, sin estrés… y con siesta.

Siesta viene de hora sexta, la división del tiempo diurno mantenida por los romanos y que indicaba el medio día. Su práctica aumenta nuestro rendimiento laboral, reduce el riesgo de infartos y el de estresados. Tan saludable reposo tras el almuerzo lo habíamos convertido en ley, pero últimamente lo hemos derogado. Ya no comemos en casa, seguimos trabajando hasta muy tarde y no hay forma de encontrar un lugar donde echar una cabezadita reparadora.

La siesta está en peligro de extinción en nuestro país. ¿Lo vamos a permitir?

En la imagen, cabinas de siesta o “nap pod” instaladas en las oficinas de Google en California. Qué quieren que les diga, yo prefiero la fresca sombra de un árbol.