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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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Descubren viva y a la venta en un mercado una codorniz extinguida

Es sin duda el descubrimiento natural más sorprendente de los últimos años. Ornitólogos filipinos han encontrado viva una rarísima codorniz, el Torillo de Worcester (Turnix worcesteri), puesta a la venta en un mercado de aves de corral en la sierra de Caraballo, en la isla principal de Luzón. Como explica gráficamente el diario británico Daily Telegraph, cuando los miembros del Wild Bird Club de Filipinas descubrieron al pájaro éste iba «camino de la cazuela», pues estaba a la venta como una gallina más.

Hasta el momento, esta especie de torillo tan sólo era conocido anteriormente a través de dibujos hechos sobre la base de especímenes muertos conservados en museos, pues nadie en el último siglo la había logrado ver viva. De hecho, tras su localización, se sigue sin saber nada de ella, ni dónde, ni cómo, ni cuántas viven.

No sé de qué guindo se cayó el presidente del club Michael Lu, quien a preguntas del periodista dijo sentirse triste por que los vecinos «no valoran la diversidad biológica a su alrededor». En una sierra perdida le van a decir a un indígena que tenga cuidado con las especies en peligro de extinción, de las que los expertos ni siquiera saben si siguen vivas o no. Lo que hace falta es más investigación y más esfuerzos de educación.

Mientras tanto, y aunque nos pese, los filipinos más humildes seguirán haciendo caso a ese refrán tan castellano que seguramente forma parte allí de nuestra herencia hispana: «Ave que vuela, a la cazuela». Y es que el hambre no entiende de biodiversidad.

Menos codornices para los cazadores

Cumpliendo la vieja tradición cinegética, más de un millón de cazadores han salido este largo fin de semana con sus perros a matar codornices. Una vez más la Virgen de Agosto marcó el comienzo de la media veda en una gran parte de España, pistoletazo de salida de una nueva temporada en la que se matarán unos 30 millones de animales.

Para alegría de las codornices y desesperación de los cazadores, las primeras jornadas se han presentado muy desiguales, aunque con el denominador común de haberse abatido muchos menos pájaros que en años pasados. Salvo excepciones, las perchas no han pasado de 3-4 codornices por escopeta.

A los que nos gusta el campo ya lo sabíamos. Quizá por el frío y exceso de lluvia, quizá por el cambio climático, quizá por la cada vez mayor presión cinegética, este año las africanas han criado poco y mal.

Me lo reconocía el día antes de comenzar la media veda el catedrático de Prehistoria Germán Delibes, hijo del famoso escritor vallisoletano y, como toda la familia, entusiasta cazador:

Apenas hay codornices en el campo. Cerca de nuestra casa en Sedano siempre se oían tres o cuatro machos cantando y este año no escuchamos ninguno. Yo no saldré a cazar, me recuerda demasiado a esos días calurosos de verano acompañando a mi padre por las rastrojeras en busca de unos pájaros de los que cada vez quedan menos.

Miguel Delibes se confesaba siempre «un cazador que escribe antes que un escritor que caza», afición que contagió a todos sus hijos. Muy mayor para salir al campo (88 años), sin perros adiestrados y cada vez más preocupado por el medio ambiente, las escopetas poco a poco han ido arrinconándose en la casa familiar que los Delibes tienen en la localidad burgalesa de Sedano.

¿Cundirá el ejemplo? El empobrecimiento del campo, la confirmación de que hay demasiados cazadores y pocas piezas, de que es más el daño que hacen a la Naturaleza que el beneficio obtenido, ¿les hará colgar las escopetas y cambiarlas por unos prismáticos o un cámara de fotos? Mucho me temo que no.