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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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Talarán árboles porque no les dejan ver la catedral de Burgos

Hay gentes a quienes los árboles no les dejan ver el bosque. Pero hay otras, como los políticos del Ayuntamiento de Burgos, para quienes los árboles son aún más molestos, pues no les dejan ver la catedral.

Próxima la fecha de la inauguración del flamante Museo de la Evolución Humana, los ediles burgaleses observan con disgusto cómo unos árboles irredentos, crecidos espontáneamente en las márgenes del río Arlanzón, estropean la visión catedralicia y, al tiempo, ocultan de las miradas lejanas parte del espléndido edificio diseñado por el arquitecto cántabro Juan Navarro Baldeweg.

Para salir al paso de las críticas de Ecologistas en Acción, el concejal de Fomento Javier Lacalle ha reconocido que no se cortarán árboles del cerano paseo, aunque no se descarta suprimir algún ejemplar de las riberas para mejorar la visión de la catedral desde el Complejo de la Evolución. Y no lo descartan porque ya lo tienen decidido.

Soy burgalés y un entusiasta tanto del nuevo museo como del templo metropolitano. Pero también lo soy de esas riberas fluviales únicas donde aún es posible ver la nutria y al fugaz martín pescador. Por eso me escandalizo ante una tala de arbolado decidida tan sólo por motivos estéticos, despreciando precisamente la estética bellísima que supone la unión de arte y naturaleza, la maravilla de contemplar las agujas de la catedral asomando por entre las lorquianas «flechas caídas del azul» de esos admirables chopos. ¿No os parece una absoluta falta de sensibilidad talar esos árboles?

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¡Malditas pelusas!

No falla. Cada mes de junio ocurre lo mismo, llegan las grandes nevadas primaverales a Castilla. Y las protestas. Son las pelusas de los chopos, un peculiar sistema de reproducción que logra enviar muy lejos las semillas de estos árboles envueltas en un ligero algodón flotante.

Algo natural para quienes amamos el campo, pero odioso para ciertos urbanitas. Tanto que algunos han pasado a la acción y reclaman con pasión la tala de todas las choperas y su sustitución por otras especies menos incómodas. Molestas durante unas pocas semanas, se las acusa injustamente de provocar graves alergias, la muerte por asfixia de otras plantas y hasta incendios forestales.

¿Alergias? Son simples semillas, nada que ver con el polen, por lo que aunque se nos metan por la nariz es muy raro que provoquen poco más que un estornudo. Y los incendios los hacemos nosotros y nuestros niños con los mecheros, prendiendo esos fugaces fuegos que más de una vez se nos van de las manos. Además, puestos a buscar culpables, la culpa es exclusiva de las chopas, de los ejemplares hembra, por lo que plantando machos desaparecerían esas nieves de primavera.

Pero siempre es más fácil acusar al más débil, al inocente árbol. Y para el político, tan sensible a las críticas de sus convecinos, nada hay más sencillo que hacerles caso, arrancar las choperas y poner otras especies menos impopulares. Como en Vigo, donde acaban de decretar la muerte de 450 chopos para solucionar el problema de las pelusas.

Luego llegará el otoño y nos quejaremos de las hojas. En invierno del peligro de sus ramas. Y sólo en la siguiente primavera nos daremos cuenta de lo tristes y solos que estaremos sin esos chopos del río que, como cantaba Antonio Machado,

“acompañan

con el sonido de sus hojas secas

el son del agua cuando el viento sopla”

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Foto: Blog Notas de campo y jardín, del biólogo Jesús Dorda, donde podéis leer más información sobre este tema.