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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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Descubren el secreto de la eterna juventud

La fuente de la eterna juventud, símbolo por antonomasia de la aspiración del hombre por lograr la inmortalidad, es una legendaria fuente que supuestamente devuelve la juventud a quien beba de sus aguas o se bañe en ellas. Los conquistadores de América la buscaron infructuosamente. Siglos antes, los alquimistas se obsesionaron por lograr el elixir de la vida, poción mágica que garantizaba la juventud, complemento perfecto a las riquezas obtenidas con la mítica piedra filosofal. Algunos incluso vendieron su alma al diablo para lograrlo. Ha pasado mucho tiempo pero seguimos igual, aferrados al sueño de no envejecer jamás: cremas, dietas milagro, productos exóticos, cirugía, botox,… Vanitas pecata mundi (la vanidad es el pecado del mundo).

Y sin embargo, la eterna juventud existe. ¿Sabes quién la disfruta? Las aves. Da igual la edad, en cuanto adquieren el plumaje de adultos su semblante no cambia más.

Hace unos días, en la BBC entrevistaron al guarda de las Islas Farne, un paraíso natural en el norte de Inglaterra muy próximo a las costas de Escocia. Este año capturó un charrán ártico que, tras comprobar los datos, resultó que había anillado él mismo como pollito en 1980. La especie, la más migradora de cuantas pueblan el planeta, cría en el Ártico e inverna en la Antártida buscando el verano permanente a costa de volar hasta 80.000 kilómetros al año. De este ejemplar en concreto calculan a groso modo que habrá volado un millón de millas (1,6 millones de kilómetros) en sus 30 años de vida, seguramente mucho más.

La pregunta que todos nos hacemos se la hizo el periodista de la BBC al ornitólogo: ¿Cuál de los dos ha envejecido mejor?

«El pájaro,» respondió sin dudarlo.

«Estos condenados mudan cada año todas sus plumas y salen como nuevos. Yo solamente parezco 30 años más viejo».


Agradezco a Dave Danglois la información, difundida a través del foro del Grupo Ornitológico Cacereño (GOCE).

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La Armada salva a los charranes

Os voy a contar una historia que no es mía, pero creo debe ser conocida por todos. Nos la acaba de relatar en un curso de verano mi buen amigo Pascual Calabuig, biólogo, veterinario y director del Centro de Recuperación de Fauna Silvestre de Tafira, dependiente del Cabildo de Gran Canaria.

El charrán común (Sterna hirundo), una preciosa golondrina de mar, era antes numerosísimo en Canarias, pero actualmente está en grave peligro de extinción. En Gran Canaria apenas quedan 3-5 parejas nidificantes, que por falta de hábitat apropiado suelen criar en lugares dispersos y tan poco habituales como barcas o plataformas marinas, siendo raro que saquen adelante algún pollo.

El caso es que esta primavera una pareja de charranes tuvo la osadía de instalar un nido en la punta de uno de los muelles de la Base Naval o Arsenal, en medio de la bahía del Puerto de La Luz, en la céntrica Avenida de Mesa y López de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria.

Era para estar contento, pero la presencia de estas aves no le hizo ninguna gracia a uno de los vigilantes del muelle, quien molesto por los ataques de estos territoriales pájaros a todo aquél que se acercara a su nido, agarró una pistola de aire comprimido que tenía para matar ratas y dejó malherido a uno de los adultos.

Pero los animales son tercos. El charrán superviviente volvió a emparejarse e hizo un segundo nido en el mismo sitio. Esta vez molestaron a un pescador, quien harto de los ataques agarró la manguera con la que estaba limpiando su barquillo y de un manguerazo tiró nido y huevos al mar.

Empeñados en criar como fuera, por tercera vez las aves rehicieron el nido en la misma punta del muelle. Aquí ya mi amigo Pascual decidió tomar cartas en el asunto. Decidido, fue directamente a hablar con el almirante responsable de la Base Naval.

«En nuestras islas la gente es muy responsable, y si hablas con ellos y se lo explicas bien enseguida colaboran», justifica Calabuig. «Sólo hay que ser perseverante».

Su atrevida lógica funcionó. Avisado de la importancia de esa especie, el alto militar de la Armada se tomó la protección de la pareja como un asunto personal. Incluso llegó a cerrar la punta del muelle para garantizar la máxima tranquilidad al lugar.

El pasado 30 de julio, como un regalo de la Naturaleza a sus celosos guardianes, dos preciosos pollitos daban sus primeros paseos ante la satisfacción de todos. Una vez más, hablando y educando se entiende la gente.

¿Todos felices? No del todo. Ajenos a la historia, los charranes se portaron con la ingratitud natural de los malinformados. Y Pascual Calabuig todavía presenta en la cabeza las heridas producidas por los picotazos de esas aves a las que salvó su pollada. Aunque para él, más que un castigo, es una señal de cariño.

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Tanto la historia como las fotografías son propiedad de Pascual Calabuig. Muchas gracias compañero por compartirlas con todos nosotros, pero sobre todo por tu trabajo en favor de la Naturaleza canaria.