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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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Un magnate ruso paga 67.500 euros por cazar una cabra (montés) en León

No hace falta irse a Botsuana para matar elefantes por 30.000 euros. Se puede hacer aquí mismo, en España, aunque puede salirte bastante más caro si en lugar de paquidermos se prefiere matar de un tiro a un formidable macho de cabra montés (Capra pyrenaica) al que te llevan de la mano después de haber dado alegría a la tarjeta de crédito.

Lo cuenta el Diario de León. Un magnate ruso (no confundir con mangante, léase empresario) llegó la pasada semana a Llánaves de la Reina (León), cerca de Riaño, junto a su séquito personal compuesto por cinco escoltas y una secretaria. Pagó 67.500 euros, disparó al animal y se llevó la cabeza como trofeo a la lejana Rusia. Los escoltas le protegían las espaldas mientras el mangante magnate se las reventaba al bicho con toda seguridad-impunidad.

Dicen los expertos que los cuernos tenían un valor de 296 puntos. Desconozco si esa medalla cinegética incluye algún descuento en la próxima cacería como sí ocurre con los puntos del supermercado. También dicen los expertos que si no lo llega a cazar el mangante magnate ruso lo habría hecho algún furtivo indocumentado para vender la cornamenta en el mercado negro, criminal acción que habría dejado a los pueblos de la zona sin tan jugoso ingreso. Dice la cabra que a ella le da lo mismo quién la mate.

No hace falta por lo tanto ser noble e irse a África para hacer el cafre. En este aspecto nuestro país no es peor que Botsuana. Plebeyo enriquecido en poco tiempo, te vienes desde Rusia con amor y guardaespaldas, fusilas a un bicho y te llevas los cuernos después de pagar por ellos una fortuna. Y encima te permites el placer de hacerlo junto al Parque Nacional de Picos de Europa.

¿Quieres saber mi opinión?: Hay que estar como una cabra (montés) para disfrutar de tan tamaña y cara crueldad.

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Cabra montés: amor a testarazos

Hace frío pero la sangre está muy caliente. El viento gélido de las altas cumbres nos trae estos días los golpes secos, violentos, de imponentes testarazos retumbando en el aire. Todavía no han concluido los ciervos el prodigio de su berrea cuando, con la llegada de noviembre, en las sierras españolas comienza otro espectáculo aún más impresionante, el celo de la cabra montés (Capra pyrenaica).

En Sierra Nevada, Maestrazgo, Ronda, Sierra Morena e incluso en la cada vez más masificada sierra madrileña de La Pedriza, pueden verse ya a los grandes machos dándose cabezazos inmisericordes, tratando de lograr los favores de alguna hembra con la que establecer coyunda.

La conservación de este emblemático endemismo, joya exclusiva de la Península Ibérica, tiene en los cazadores una doble historia de culpa y mérito. Ávidos de sus colosales cuernas, fueron ellos los que la sometieron durante siglos a una incansable persecución, llevándola al borde de una extinción que acabó con las razas pirenaica y gallega, mientras dejaba tan sólo un macho y siete hembras en Gredos.

Pero también fueron los cazadores los que pusieron en marcha las primeras reservas de caza, embriones de nuestros parques naturales, donde una acertada gestión cinegética las ha permitido hacerse habituales de nuestras serranías, superando los 50.000 ejemplares.

Contrario como sabéis a los amigos del rifle, personalmente prefiero disfrutar de estas exhibiciones de la naturaleza con unos prismáticos antes que ensangrentarme las manos. Buscar a las cabras en las solanas de las pedrizas, al calor del sol mañanero. Y en la distancia, sin molestarlas, contemplar las salvajes competiciones de los machos para hacerse con el mayor número posible de hembras. Largas peleas para lograr fugaces cópulas de apenas dos o tres segundos, seguro de supervivencia de tan extraordinario animal.

Todos fuimos atentos espectadores de estas luchas en la pequeña pantalla de la mano de Félix Rodríguez de la Fuente. Gracias a su labor y a la de tantos otros, hoy este espectáculo es cada día más habitual. Disfrutemos pues de él. Merece la pena.