Biofilio es un nuevo palabro, de momento con escasa aceptación popular. Viene a describir a aquellas personas con una inusitada pasión por todo lo que tiene vida y el contacto directo con la naturaleza. Me la apunto. Yo y todos esos de miles de personas que en cuanto tenemos un momento libre salimos al campo a pasear, a ver pájaros, a contemplar el paisaje o, sencillamente, a disfrutar del aire puro. En el campo o en el parque, pues a fin de cuentas los jardines son reductos mínimos de naturaleza en las ciudades, pero naturaleza a fin de cuentas.
En realidad no es una pasión. Es una necesidad de los seres humanos. En el mes pasado ya os hablé aquí de esos estudios médicos que confirman el valor terapéutico de los bosques, especialmente los que cuentan con árboles centenarios y para dolencias como las fibromialgias.
Gracias a un reportaje de la Agencia SINC, descubro ahora que este poder benéfico es aún más genérico. La hipótesis de la biofilia del entomólogo y biólogo estadounidense Edward O. Wilson señala que, aunque vivamos en las ciudades, nuestro sistema nervioso aún echa de menos el tipo de estimulación psicofísica de los entornos naturales.
Este rasgo heredado se traduce en el hecho de que nuestro sistema nervioso mantiene una conexión emocional intensa con la naturaleza que facilita el desempeño y funcionamiento psicológico. Por ello hay médicos nórdicos que recomiendan a personas mayores con riesgo de enfermedades de deterioro neurológico, como párkinson o alzhéimer, estancias prolongadas en entornos naturales. No se curan, pero sí se reducen los síntomas depresivos y de irritabilidad ¡y sin medicamentos ni efectos secundarios!
Por el contrario, cuando optamos por aislarnos en las ciudades vienen los problemas. Una carencia de contacto con la naturaleza a la que los científicos se refieren como ‘trastorno por déficit natural‘. No se trata de un síndrome, pero sí conlleva patologías asociadas como la hiperactividad, el sobrepeso, las enfermedades neumónicas y respiratorias, y el déficit de vitamina D. Especialmente cuando afecta a la población infantil, urbana y teleadicta.
Hasta para estudiar y trabajar mejor es bueno el paseo por el campo. La psicología ambiental ha demostrado el efecto restaurador de la naturaleza sobre la fatiga causada por un exceso de atención concentrada. Poner la mente en verde nos ayuda a reprogramar nuestro cerebro.
¿Necesitas más razones para ponerte las botas y pisar barro? No lo pienses más. Apaga el ordenador, desconecta el móvil y hazte biofilio.
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