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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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Un cazador mata accidentalmente a un ciclista

Domingo, 26 de octubre por la tarde, en el bellísimo bosque Lagorce, cerca de Vallon-Pont d’Arc y de la reserva natural Gorges de l’Ardèche, un espacio protegido del sureste francés.

El joven ciclista Fabio Butali, 24 años, animador juvenil en su pueblo (sobre estas líneas puedes ver su foto), pasea en bicicleta junto a un amigo por una pista pública. Probablemente no vio el cartel que advertía de la celebración de una cacería en las proximidades y donde se pedía a los caminantes que estuvieran atentos. ¿Atentos a qué?

De repente, suena un disparo y el ciclista cae fatalmente herido en la espalda por una bala perdida disparada accidentalmente por un cazador escondido a tan sólo 20 metros de distancia. Dice que le confundió con un jabalí. La víctima murió poco después de la llegada del equipo de socorro, según informó el periódico digital Le Dauphine.com.

El autor del disparo, un hombre de unos cincuenta años, ha sido acusado de homicidio por imprudencia temeraria, a la espera de que la investigación judicial abierta determine las circunstancias exactas de la tragedia y si la caza se llevaba a cabo bajo todas las medidas de seguridad necesarias.

Se llegue a la conclusión que se llegue, nadie devolverá la vida a este infortunado ciclista, amante de la naturaleza, cuyo único pecado fue querer disfrutar del otoño un domingo por la tarde cualquiera. Su sensibilidad, frente al punto de vista diametralmente opuesto de algunos de sus vecinos, más partidarios de mostrar ese amor a la naturaleza a tiro limpio, le ha costado la vida.

Todos coinciden que fue una imprudencia, pero no en quién la cometió.

Para algunos, la culpa la tuvo el cazador, pues disparó hacia un camino público, incumpliendo con ello las normas básicas de la caza.

Para los cazadores, la imprudencia la cometió el ciclista, por adentrase en un coto de caza cuando se desarrollaba dentro de él una batida.

Precisamente el domingo participé en una larga ruta en bicicleta de norte a sur de Fuerteventura, la FudeNas. A lo largo de todo el recorrido me crucé con varios cazadores. No tuve ningún problema con ellos, pero confieso que pasando cerca de sus escopetas me sentía intranquilo. Otras veces me los he encontrado cazando y, por las buenas o por las malas, me conminaron a irme lejos, «no se escapara alguna bala perdida», avisaban.

Y yo me pregunto y os pregunto: ¿De quién es el campo? ¿Es compatible la caza con actividades mucho más inocuas como el senderismo o el ciclismo? ¿Quienes son más peligrosos, los osos o los cazadores?

Sobre estas líneas, fotografía de la zona donde murió el ciclista, con el cartel que avisaba del desarrollo de una cacería en las inmediaciones, pero que en absoluto indica el peligro real que supone para el caminante.