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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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¡Viva el turismo inactivo!

Este domingo se clausura en Madrid la trigésima edición de la feria de Fitur, el gran escaparate mundial del turismo. La mayoría de las 11.000 empresas e instituciones allí reunidas han intentado y siguen intentando captar la atención del turista global, ese curioso impenitente capaz de gastarse grandes cantidades de dinero en descubrir lo que hay al otro lado del mapa.

Los griegos ya se iban de Olimpiadas, y seguramente antes ya había largas romerías y peregrinaciones, algo así como un incipiente turismo religioso. Ahora somos cerca de 1.000 millones los que nos movemos por todo el mundo cada año de un país a otro, sólo por diversión. Gastándonos la nada despreciable cifra de 625.000 millones de euros anuales. Mucho movimiento, mucho gasto, pero también muchos desequilibrios y mucho despilfarro energético.

En los últimos 50 años la estrella fue el turismo de sol y playa. Un sector en el que España se especializó de una forma tan terrible como terriblemente destruida quedó su costa. Agotados de este modelo, hemos vuelto ahora la atención al mundo rural, al turismo ecológico y cultural. Sin embargo, somos seres inquietos. Llegamos a un lugar nuevo y preguntamos: ¿qué se puede hacer aquí? Nació así el turismo activo y de aventura: rafting, surf, kayak, puenting, 4×4, quads,… Ser superhéroes durante unas horas, antes de regresar a la realidad de la oficina.

Yo sin embargo, cada vez soy más partidario del turismo inactivo o, mejor dicho, del turismo plácido. Ir a zonas rurales para pasear, leer, hablar con la gente, extasiarme ante el vuelo de una mariposa o el color de una flor. Lo que los italianos denominan “dolce far niente” y podríamos traducir como “refinada holgazanería”. Es lo más cómodo y ecológico, pero también lo más económico, saludable y lógico. ¿No os parece que al final nos estresamos más con esas vacaciones tan activas que con el propio trabajo? Entonces ¿para qué correr tanto?

Como reza un viejo proverbio árabe,

“la simplicidad es un tesoro infinito, si no puedes alcanzar lo que anhelas, conténtate con lo que tienes”.

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