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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

Necesitamos árboles y esta nueva tecnología logra bosques en tierras degradadas

Llenado con agua de un «cocoon», la nueva tecnología de reforestación. Foto: The Green Link

Recuperar un bosque es muy complicado. Después de miles de años de talas, incendios y pastoreo las tierras quedan empobrecidas, yermas. Lograr que vuelvan a ellas los árboles no es tarea fácil. Lo sabe Pancho Purroy, director regional de Land Life Company en España, una empresa de capital holandés especializada en la reforestación de tierras degradadas gracias a la aplicación sobre el terreno de las últimas tecnologías. Él lo llama «reforestación inteligente«.

Este nuevo modelo incluye el estudio y seguimiento de las plantaciones a través de satélites, plantación automatizada mediante GPS, control mediante drones y, muy especialmente, la joya de la corona, el método Cocoon de donuts biodegradables, una moderna técnica desarrollada para cuidar a cada arbolito durante su crítico primer año de vida.

Invitados por la empresa hemos visitado una de estas plantaciones tan especiales, la realizada en el frío páramo burgalés a 1.000 metros de altitud, en terrenos cercanos a Fresno de Rodilla (85 hectáreas) y Quintanapalla (25 hectáreas). Es un terreno muy duro y difícil que en agosto de 2012 sufrió los embates de un gran incendio. Aunque ahora ya no se plantarán pinos. En su lugar habrá un bosque de verdad, diverso, con quejigos, arces y fresnos, pero también almendros, majuelos y serbales.

Te lo resumo en este vídeo de mi canal en YouTube. Y te lo cuento con más detalle a continuación.

El donut reciclado que cuida arbolitos

La palabra inglesa cocoon significa pupa o capullo, esa cápsula en la que se encierran las larvas de los insectos antes de transformarse en bellos adultos. En este caso, el cocoon vegetal se inspira en la naturaleza. Es el resultado del proyecto europeo “Life The Green Link“, que ha inventado unos dónuts de cartón reciclado y biodegradable. Se entierran rellenos de agua, alrededor de cada nueva planta, de forma que hidratan y protegen el árbol durante su primer año de vida.

Su utilidad es asombrosa. Este nuevo método permite lograr tasas de supervivencia para los plantones de hasta el 85% en tierras degradadas. Además de aportar humedad, la cápsula protege a los árboles del calor y el frío excesivos. También permite avanzar la plantación a septiembre o retrasarla a finales de la primavera, favoreciendo así los trabajos de reforestación.

Esta nueva tecnología proporciona a cada ejemplar agua y refugio, al tiempo que se le estimula a producir una raíz profunda. El resultado son árboles independientes y saludables que no dependen de riegos y pueden sobrevivir en condiciones severas.

Pancho Purroy camina por la reforestación hecha en Fresno de Rodilla (Burgos). Foto: C.J. Palacios

Plantar un bosque, no solo árboles

En estos tiempos de crisis climática, abandono del mundo rural, fuegos y sequías, para recuperar un bosque perdido ya no vale con abrir agujeros y plantar pinos. Lo más probable es que la mayoría de esos nuevos árboles se muera antes de haber llegado al primer año de vida.

Tampoco vale llenarlo todo de pinos o eucaliptos bien ordenados en apretadas filas, apostando por plantaciones de escasa rentabilidad económica y casi nula biodiversidad.

Las nuevas repoblaciones buscan crear bosques naturales cuya única rentabilidad, que no es poco, será almacenar carbono y mejorar la biodiversidad en la zona. Porque como explica Pancho Purroy, «a más especies, más resiliencia, menos plagas y mejores resultados».

Para lograrlo hace falta llegar a acuerdos con los propietarios de los terrenos, estudiar la zona, conocer cuál es su vegetación potencial, qué especies son las más adecuadas, cuándo, dónde y cómo plantarlas. Y hay que hacer un seguimiento durante años para reponer los arbolitos que no hayan prosperado, para comprobar que todo sigue bien y que ese nuevo bosque, poco a poco, cada vez necesitará menos cuidados. Comprobar que la naturaleza sigue su camino gracias a este primer empujón reforestador que le hemos dado.

El seguimiento posterior es importante

Una vez que los árboles han sido plantados el trabajo no termina. En el caso de Land Life se hace un seguimiento detallado de cada parcela con tecnologías sobre el terreno y a distancia para controlar el impacto de la reforestación a lo largo del tiempo.

Cuando los árboles superan el metro de altura, se echa mano al vuelo de drones, que junto con el desarrollo de algoritmos de aprendizaje automático, permiten su geolocalización, supervisando su crecimiento y supervivencia. Cuando ya tienen más de 5 años, este trabajo de supervisión pasa a hacerse con satélites.

Y como detrás de cada plantación hay una empresa que ha pagado por los trabajos y está interesada en su evolución, es posible acceder a través de una página web a toda la información de los proyectos junto con los datos de evolución y supervisión.

Imagen por satélite de una de las plantaciones de Land Life.

Bosques para compensar las emisiones de carbono

Pero si los nuevos bosques no producen madera ¿quién paga los trabajos de reforestación? Lo pagan grandes empresas. La reforestación se está incorporando a los proyectos de sostenibilidad dentro de sus programas de responsabilidad social corporativa.

En algunos casos lo hacen como una manera de mejorar el entorno natural de sus comunidades, apostando por lo que se conoce técnicamente como «beneficios ecosistémicos«.

Otras veces quieren compensar sus emisiones de carbono, por lo que estos nuevos bosques están verificados por empresas independientes que calculan con detalle el CO2 absorbido por las nuevas arboledas. En ambos casos está muy claro que la reforestación es una solución climática deseada y necesaria. Y como toda empresa, no dan el dinero y se olvidan del tema. Quieren conocer prácticamente en tiempo real cómo evoluciona esa plantación en la que han invertido tanto dinero. A cambio, destaca Purroy, «ese dinero que las empresas invierten en las repoblaciones se lo ahorran las administraciones públicas, quienes a su vez lo pueden invertir en otros proyectos en la zona». Paralelamente, los trabajos crean empleo y fijan población en las zonas rurales.

¿No será esto ecoblanqueo?

Le lanzo directamente la pregunta a Pancho Purroy, quien no duda la respuesta: «Hay una lupa gigantesca puesta sobre el ecoblanqueo y está bien que así sea, pero resulta injusto que se cuestione a las empresas que apuestan por la sostenibilidad y la lucha contra el cambio climático y nadie critique a quienes no hacen nada».

En su opinión, añade, este tipo de proyectos que apuestan por lo local y a largo plazo están fuera de toda duda. Porque en lugar de elegir reforestaciones en tierras degradadas de Castilla o Aragón podrían perfectamente apostar, por ejemplo, por maximizar sus recursos con plantaciones de eucaliptos en países tropicales, mucho más baratas y rentables. «Trabajar en la península Ibérica es más caro y complicado, sólo pueden hacerlo quienes van en serio», ratifica el responsable de Land Life España.

La tragedia de Ateca, a juicio

Aprovecho la visita a la sede de Land Life España para recabar información sobre el terrible incendio forestal registrado en julio del año pasado en la comarca de Calatayud. Se originó por la chispa de una máquina, durante los trabajos que llevaba a cabo la empresa Campos Rey Trabajos Forestales, subcontratada por ellos para reforestar 200 hectáreas en el paraje de Monegrillo. Destruyó 14.000 hectáreas de arbolado en pueblos como Ateca y una decena más, provocando el desalojo de 1.700 vecinos.

En medio de una ola de calor, las altas temperaturas, viento y sequía recomendaban no hacer trabajos de ese tipo por el peligro de provocar un fuego accidental, pero según Land Life, la administración regional solo lanzó una recomendación de parar este tipo de trabajos, sobre todo en las horas centrales del día, y no una prohibición. A pesar de ello, habían pedido a la empresa que extremara las medidas de seguridad. No se hizo y los trabajos de recuperación del bosque provocaron la destrucción de una inmensa masa arbolada. El asunto está ahora mismo siendo investigado por la vía penal en el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número dos de Calatayud.

«Han sido los peores días de nuestra vida», reconoce sin ambages Pancho Purroy, quien no puede evitar un profundo gesto de tristeza al recordar la tragedia. También confirma su confianza en la justicia. Por supuesto, han reforzado sus protocolos para que algo así nunca se pueda volver repetir. Porque a pesar de la tragedia, asegura, «estos trabajos de reforestación son más necesarios que nunca».

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