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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

Esta Navidad ¿habrá alguien en tu plato?

Cochinillo asado

La Navidad es la época de las grandes comilonas, de eso no hay duda. El momento estrella de los opíparos asados, las mariscadas abundantes, el jamón «del bueno» y los patés variados.

Optar en estas fechas por una dieta vegetariana parece la opción del desgraciado, pobrecito, vaya cenas más tristes. Pero para la antropóloga Barbara J. King, la tristeza es pensar que en esos platos festivos «hay alguien».

En su último e impactante libro Hay alguien en mi plato (Plaza y Valdés, 2021), la norteamericana trata de explicar «cómo son y qué sienten los animales que nos comemos«.

Lo interesante de esta publicación es que huye del activismo vegano. No trata de convencer a nadie; tan solo nos aporta mucha información, además de profundas reflexiones y dudas éticas, para que seamos nosotros y nosotras quienes finalmente decidamos el origen de las proteínas que llevamos a nuestras mesas.

La pregunta final que te haces cuando terminas de leer el libro no puedes ser más incómoda: ¿A quién nos estamos comiendo?

Amamos a los perros y nos comemos a los cerdos

Amamos los gatos y nos comemos al conejo o al pulpo. Para la mayoría no existe conflicto en esta paradoja. Pero los hallazgos más recientes de los ámbitos de la antropología, la psicología y la zoología fenomenalmente bien explicados por King pueden ayudarnos a abordar esta cuestión al mostrarnos qué piensan, qué sienten y cómo actúan como individuos los animales que comemos. Porque, ya no hay duda científica, todos los animales, tanto los más salvajes como los más domésticos, gozan de una vida interna y social compleja; tienen sentimientos. Y personalidades propias.

En este libro hay mucho de filosofía y reflexión personal. No se trata de que al final construyamos una escala personal abstracta basada en el supuesto grado (mayor o menor) de inteligencia y sentimientos que tienen las especies animales nutricias. Tampoco es un manual para indicarnos a quién debemos comernos y a quién no. Pocas decisiones más personales que las dietas de cada uno.

¿Qué hay detrás del fiambre?

El trabajo de Barbara J. King nos puede ayudar es a mirar un poco más allá de esos loncheados envasados en blíster plásticos tan hermoseados con el márketing de la industria alimentaria, de esas adornadas cartas de restaurante, de esos chuletones presidenciales «imbatibles», y pensar qué vidas y sufrimientos hay detrás de todo ello. Nada más. Y nada menos.

Hay alguien en mi plato es un viaje inolvidable (también duro) por el mundo de los animales que nos comemos. ¿Qué postura ética es la más apropiada hacia el consumo de carne? ¿Cuáles son las consecuencias para el planeta? ¿Podemos vivir una vida ética y ecológica basada también en lo que decidimos, o no, comer?

Problema ético, pero también ambiental y sanitario

Más allá de las razones éticas están las razones ambientales. El imparable consumo de carne industrial y otros productos animales está agravando la crisis climática. Para esto no hay duda; está demostrado científicamente. Lo avalan los sabios, los que más saben y han investigado sobre ello. Lo ratifica una y mil veces la Organización de Naciones Unidas, su entidad especializada en agricultura y alimentación (la FAO), el Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) y el Instituto de Recursos Mundiales (WRI, World Resources Institute).

En agosto de 2019, los científicos del IPCC pedían un cambio urgente en la dieta mundial para frenar la crisis climática. Como es habitual en nuestra sociedad, nadie les ha hecho caso y el consumo mundial de carne sigue creciendo de manera disparatada.

Es un hecho incuestionable. Necesitamos comer mucha menos carne si queremos reducir la emisión a la atmósfera de gases de efecto invernadero.

El sector ganadero genera más gases de efecto invernadero que el sector del transporte. El 20%, medidos en su equivalente en dióxido de carbono (CO2). Y es también una de las principales causas de la degradación del suelo, de la deforestación y de la esquilmación de los recursos hídricos.

Pero más allá de las razones éticas y ambientales están las razones sanitarias. En esto último todos los médicos, dietistas y expertos en salud lo tienen muy claro: la dieta vegetariana es un ejemplo inmejorable de una alimentación saludable. O al menos la dieta que reduce el consumo de proteínas animales y opta por una variedad donde es más importante la calidad y el origen que la cantidad.

La propuesta más realista de esta nueva dieta saludable del siglo XXI sería probablemente la defendida por el famoso periodista Michael Pollan: «Come alimentos. No demasiados. Vegetales en su mayor parte».

Una mirada diferente a lo que comemos

Para terminar, destacaría de este libro la reflexión con la que Barbara J. King concluye su prólogo:

«El mensaje central que quiero transmitir en las páginas siguientes es que debemos ver con una mirada limpia. Ver a los animales que designamos como nuestro alimento precisa esfuerzo, pero merece la pena. Mientras servimos a miles de millones de animales anónimos en la mesa de casa o del restaurante, otros animales sienten y a veces sufren; aprenden y a veces aman; piensan y a veces reflexionan. Sus vidas son importantes para ellos, y también deberían serlo para nosotros».

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1 comentario

  1. Dice ser Rural

    Sectarismo en su máximo esplendor.
    Luego vas y se lo cuentas a los ganaderos que seguro que te invitan a una cerveza…

    21 diciembre 2021 | 18:48

Los comentarios están cerrados.