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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

Los dragos de Fuerteventura ‘aberruntan’ un invierno lluvioso

Dragos Fuerteventura

Si te pasas este verano por la isla de Fuerteventura, donde yo vivo, descubrirás algo más insólito que sus famosas playas de arena dorada con aguas de color turquesa. La mayoría de los dragos (Dracaena draco), ese típico y sorprendente árbol canario, están florecidos.

No es habitual. Lo normal es que sólo florezcan cada 15 años a partir de un esfuerzo biológico tal que, a modo de parto natural, acaban ramificando a través de las cicatrices producidas. Por eso, contando cada una de esas heridas hechas cada tres lustros es posible calcular su edad.

Pero si preguntamos a los mayores de las islas respecto al significado de tan unísona floración nos dirán lo mismo. Como Marcos Martín, cuidador de un drago centenario en la localidad grancanaria de Luis Verde:

“Dice la gente que drago florido, invierno de lluvias”.

¿Será cierto? ¿Este invierno lloverá ¡por fin! en la desértica Fuerteventura? Os lo contaré en unos meses, aunque no tengo mucha fe hacia unos árboles plantados en jardines y malacostumbrados con el riego por goteo.

Aberruntar o barruntar hace referencia a esas supuestas señales del cielo, las plantas o los animales, que nos pronostican el futuro. Si va a llover o si hay una muerte en ciernes.

Su complemento aún más fabuloso son las cabañuelas: pronóstico fantástico del tiempo de todo un año a partir de una pequeña serie de días concretos. Aquí en Fuerteventura fueron famosas las cabañuelas de las Dueñas. Se dejaba dormir al raso a las camellas un día especial, y si éstas amanecían con la joroba húmeda por el rocío iba a ser un invierno húmedo. Pero claro, fueron muchos los medianeros que mojaban a escondidas las córcovas para engañar al señor y que así les dieran más semillas para sembrar.

Por ello, con aberruntos o cabañuelas, habrá que esperar al invierno para ver quién tiene finalmente razón, si la lógica o los dragos.

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3 comentarios

  1. Dice ser Sociólogo Astral

    Se aberroncha el invierno en Fuerteventura ¿no?

    17 julio 2015 | 19:50

  2. Dice ser Mari Rodríguez López

    ¡CLARO QUE EXISTEN LOS ABARRUNTOS!
    .
    …De muy buena gana, amigo César-Javier, me pasaría por Fuerteventura para que me enseñara sus volcanes, los dragos y las fantásticas playas de Garcey, Solapa o Cofete. Yo, a cambio, le haría un buen sancocho. Ya sabe usted que esta servidora de aquí, de Triana, estará siempre rendida a sus pies. La última vez que estuve en la isla fue en 2006, cuando la boda de una prima lejana (Antonia Santos, no sé si la conoce), pero el plasta de mi ex no quiso pasar allí el fin de semana y, al día siguiente, cogimos de nuevo el primer vuelo a la Península.
    .
    …Le digo. Una servidora sí cree en los barruntos, las cabañuelas y demás signos de la naturaleza. Sin ir más lejos, mi señor padre se ganaba algún que otro sobresueldo como zahorí, cuando no tenía labor en el campo. Se llamaba Próspero Rodríguez y llegó a servir de joven en el cuartel de Fuerteventura (no sé si lo habrá conocido. ¿Le suena de algo el apodo del tío Raposo?). Tenía fama, entre los señoritos sevillanos, de ser infalible detectando pozos de agua en el subsuelo de las fincas. Se valía simplemente de una especie de horquilla con forma de “Y” griega. Si encontraba agua, los señoritingos le pagaban con un billete de 5 pesetas y un plátano que, en aquella época, eran muy caros y escaseaban en Sevilla.
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    …En cuanto a lo de las cabañuelas, aunque en mi pueblo nunca se han visto camellos (de jorobas, se entiende), mi padre también adivinaba las características del próximo invierno, dejando a mi abuela dormir al raso por San Federico (18 julio). Y efectivamente, si al amanecer la joroba de mi abuela estaba húmeda, eso significaba que el invierno iba a ser lluvioso y las cosechas muy buenas. ¡Y nunca fallaba! Este recurso de la humedad también lo usábamos entre nosotras, las del pueblo, para adivinarnos los amoríos. Cuando fulano o mengano pasaba por la calle muy palomo, nosotras… Bueno, no le diré dónde nos metíamos el dedo para barruntarlo. Adivínelo usted.
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    …Más barruntos. Si un día a mi primo Evaristo, enfermo de gota, le crecía el tofo del pie era porque había estado comiendo a escondidas un trozo de longaniza o de morcilla picante, que le gustaba no poco. O si a mi hermanito pequeño, de 15 años, le salía una nueva espinilla en la frente, eso quería decir que había estado pecando detrás de la tapia del huerto. Entonces la tía Aurela le pegaba una torta para que no lo hiciera más. Podía quedarse tísico o ciego. Aunque usted seguramente sabrá todas esas cosas y más.
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    …Mi tía Aurelia tenía muchos barruntos. Por ejemplo, sabía cuándo estaba en el pueblo un tal Perico Serrallo, que era un golfo, por la Trini , que tardaba más de la cuenta en volver de la fuente con el agua. También barruntaba por los frutos del huerto cuándo habían pasado por la calle los gitanos. O si ese día íbamos o no a comer carne en el almuerzo. Según ella, y eso sigue siendo un misterio, el gallo nunca cantaba al amanecer.

    19 julio 2015 | 09:34

  3. Dice ser Toño

    Más lógico me parece que esta floración esté relacionada con abundancia de lluvias en el invierno anterior que en el próximo, pero ya nos contarás

    20 julio 2015 | 07:50

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