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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

Llega el turismo «del corcho a la botella»

Korkensammlung

Saca del corcho

Fotos © Wikimedia Commons

Amo el vino, pero cada vez que elijo una botella, la descapsulo cuidadosamente y me encuentro con que el corcho no es tal, que lleva un tapón de silicona, automáticamente pierdo el interés por un caldo que, seguro, no puede ofrecerme nada interesante.

¿Cómo un bodeguero de los buenos va a cuidar con mimo sus viñedos, vendimiar con delicadeza, elaborar con esmero, si para culminar su obra elige por remate un vulgar e irreciclable tapón de plástico?

Sus defensores aseguran que así evitan el acorchamiento, ese enmohecimiento que echa a perder un 0,6% de los vinos sin distinción de su calidad. Aunque por la misma razón podrían también optar por botellas de plástico y así evitar el porcentaje habitual de roturas, seguramente mucho mayor.

Penoso, pero por doble motivo. Porque así se mata al vino, impidiéndole que respire, que evolucione. Y porque así se mata un paisaje, una cultura y una economía única, la del alcornoque. Desde la llegada del tapón plástico, el consumo de corcho de calidad ha comenzado a caer peligrosamente, haciendo cada día menos rentables a los alcornocales.

Aunque algunos no lo sepan, alcornoque no es (sólo) un insulto. Es un árbol (Quercus suber) primo de la encina y del roble, de cuya corteza esponjosa se extrae el corcho sin provocar daño alguno al árbol. Típico de nuestras dehesas mediterráneas, entre España y Portugal acaparamos la mayor parte de sus bosques, más de un millón de hectáreas. Y también la producción mundial de corcho, unas 340.000 toneladas al año de las cuales Portugal produce un 61%, España un 30% e Italia un 6%.

Frente a siliconas e incendios forestales resulta obligada la protección a ultranza de tan maravilloso patrimonio. Y se está haciendo, aunque esta iniciativa, que debería de ser española o ibérica, es norteamericana. La Cork Forest Conservation Alliance (CFCA) es una organización sin ánimo de lucro dedicada exclusivamente a la protección y preservación de los bosques de alcornoque, a la mejora de las condiciones de vida de sus habitantes y a la conservación de la enorme biodiversidad que éstos albergan. Desde mediados de 2013 está desarrollando el proyecto “From bark to bottle» (de la corteza a la botella), una iniciativa turística destinada a mostrar la realidad de los alcornocales y la trascendencia del consumo de corcho.

Para ello, la entidad nos propone participar en una experiencia eco-turística recorriendo algunos de los principales territorios corcheros de la península Ibérica. Un tour donde se combinan actividades de sensibilización a través de la observación directa del descorche, la visita a centros tecnológicos, museos temáticos… junto con otras destinadas a conocer y disfrutar los valores naturales y culturales más atractivos y representativos de cada territorio visitado.

El toque hispano se lo ha dado Two Birds One Stone Ecoturismo, una modélica empresa, vallisoletana para más señas, seleccionada por la CFCA para poner en marcha uno de esos grandes viajes que no puedes perderte: la sierra extremeña de San Pedro, el andaluz Parque Natural de Los Alcornocales y el catalán Massís de les Gavarres. Tres paraísos ecológicos y etnográficos con una fauna, una flora y, también, una gastronomía, únicas.

Estoy seguro. Después de conocer con detalle estos rincones y a su gente, no volverás a comprar vino con corcho de silicona.

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8 comentarios

  1. Dice ser Maria Jose

    Completamente de acuerdo Cesar creo que todos los amantes del vino tenemos la misma sensación cuando descorchamos (como su nombre indica abrir un tapón de corcho) y vemos que es de silicona.
    Pero si me lo permites haré un apunte y es que en Valencia se conservan los alcornocales más al sur del mediterráneo y es muy importante que sigamos manteniéndolos y cuidándolos y como no haciendo una apuesta clara por estos ejemplares y su entorno.
    Gracias por el artículo

    14 enero 2015 | 09:34

  2. Dice ser Juanjo Martínez

    Nunca comento los articulos, sobre todo por falta de tiempo, pero no he podido evitar darle a la tecla para felicitarte, César. Es un gran artículo como tantos otros con los que nos deleitas tan frecuentemente. Paradojicamente tus denuncias se convierten en esperanzas. Un abrazo.

    14 enero 2015 | 09:57

  3. Dice ser Alguien

    Estoy de acuerdo en que, según la creencia popular, el corcho es sinónimo de calidad y de producto natural, entre otras cosas. La realidad es que la mayoría de los tapones llamados «de corcho», son en realidad un conglomerado de este material, previamente lavado con lejías y agentes químicos para su estabilización.
    Finalmente, este polvo se «pega» literalmente con colas a base de poliuretano. En fin, que es de todo menos natural.

    Sí comparto la opinión de que, en el caso de los vinos tranquilos se debe permitir el intercambio de oxígeno interior-exterior botella pero, en el caso de los espumosos, esto no hace más que oxidar el producto, echándose a perder.

    En base a esto, mi opinión es clara: Corcho natural? SI. Para vinos tranquilos. Para espumosos? sin duda tapón sintético.

    14 enero 2015 | 10:00

  4. Dice ser marian

    Lo mismo, esos tapones solo indican la falta de respeto que el bodeguero tiene por su propio producto. Una pena.

    14 enero 2015 | 10:25

  5. Dice ser Rubén

    Hay alternativas al corcho que en muchos casos son mejores, con corchos de material biodegradable, o incluso la rosca, esto no tiene que escandalizar a nadie. Aunque nos fastidie a portugueses y españoles cada vez habrá menos tapones de corcho.El buen corcho es recomendable, pero entre uno de peor calidad y uno tecnológico biodegradable, o rosca, me quedo con el segundo. Por cierto me rechina llamar caldos a los vinos, ni que fuesen avecrem.

    14 enero 2015 | 20:05

  6. Dice ser Luis Bravo

    Yo cuando abro una botella de vino quiero un vino de calidad,

    no quiero un vino guarreras donde el bodeguero por ahorrar

    ….a ahorrado en la calidad del vino,

    y hasta el tapón, poniendo un tapón de plástico guarreras.

    Yo cuando veo un tapón de plástico guarreras,

    ya sé que vino no volver a comprar.

    14 enero 2015 | 20:57

  7. Dice ser Aficionado al vino

    Como bien dice «Alguien» en un comentario anterior, lo del los corchos hay que saber entenderlo.
    Es evidente que para un vino que ha tenido crianza no le puedes poner un tapón de silicona, de hecho, no recuerdo haber abierto ninguna botella de vino «criado» con tapón de silicona ya que necesita de esa respiración que le facilita el corcho, pero corcho de calidad, no uno conglomerado.
    Así mismo nadie debería escandalizarse porque una botella de vino jóven, venga con los tapones de silicona, ya que dichos vinos no necesitan oxigenación, porque se supone que son vinos que no van a reposar mucho tiempo en botella, por lo que el tapón de cocho en estos caldos es mera apariencia, no cumple ninguna función especifica.

    Después de esto solo queda decir que no creo que el descenso del consumo de corcho de calidad no es culpa de los corchos de silicona, ya que no deben usarse para los mismos fines.

    14 enero 2015 | 23:43

  8. Dice ser Ramón Santiago

    Hay quien dice que un tapón de rosca de aluminio es mejor. No es mejor para el vino si le provoca una reducción y aparece el sulfhidrico, con su aroma a huevos podridos, no es mejor para el medio ambiente, con el gasto ingente de energía y degradación de las minas de bauxita, no es mejor para las personas que nos ganamos honestamente la vida con el corcho en zonas poco desarrolladas del oeste del Mediterráneo, no es mejor para el lince ibérico, el águila imperial, la cigüeña negra, y tantas otras especies protegidas que viven en los alcornocales…

    15 enero 2015 | 17:17

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