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Analizamos la carta de ‘El Prenda’, ¿arrepentido?

El arrepentimiento es un sentimiento muy intenso que genera pesar por algo que se ha hecho, dicho o dejado de hacer. El pesar es tristeza, un dolor interior, profundo, sobre todo cuando el acto tan aberrante que provoca esa culpa es tan grave como el acometido por «La Manada».

 

Uno de sus miembros, conocido como ‘El Prenda‘ ha escrito una carta de supuesto arrepentimiento en la que declara de forma escueta lo siguiente:

«Mi total arrepentimiento por el delito por el cual cumplo esta condena, y mi solicitud personal de perdón a la víctima por los daños causados, los cuales lamento profundamente, y así mismo a sus familiares directos».

La comunicación no verbal no trata solo de examinar caras o gestos, también explora lo que proyectan las palabras que elegimos, su coherencia emocional y una interpretación psicológica del discurso.

Si analizamos el contenido emocional de la frase es fácil apreciar una carencia absoluta de implicación del afecto (no hay alusión a descriptores que afronten lo que hizo ni a sus consecuencias).

La terminología que se utiliza es formal, fría, técnica, no hay verdad, no hay desgarro, no hay sentimientos.

Ni siquiera se dirige a ella por su nombre, la llama «víctima». Sí, es su víctima, pero ella no se reduce a eso, no era víctima antes de conocerle, es una persona, una mujer, casi una niña por aquel entonces, tiene nombre, un nombre que no se atreve a pronunciar, no la dota de identidad propia.

De igual forma, se muestra evasivo omitiendo lo que hizo con ella, reduciéndolo a «delito por el cual cumplo esta condena», así, se distancia emocionalmente de ella pero también de los hechos, no quiere destacar su importancia, no le interesa que aparezca en su texto la palabra violación, porque esa palabra resuena muy fuerte, es de gran impacto emocional y le convierte en algo que involuntariamente, o no, todavía no quiere reconocer a las claras.

Por tanto, si profundizamos en las palabras escogidas para demostrar su arrepentimiento, nos costará darle credibilidad, ya que en toda esta impostada retórica no reconoce el dolor, no afronta la realidad llamando a todo por su nombre, no expresa sentimientos ni emociones compatibles con un estado auténtico de sufrimiento, remordimiento o penitencia.

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