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«Si quieres pillar a un mentiroso hazle hablar» (y cuál es la mejor mentira)

Con el revuelo independentista de Cataluña y a tenor de las declaraciones de unos y otros, filtraciones, ruedas de prensa, mentiras y ‘desmentiras’, promesas, intenciones, etc, la comunicación no verbal toma protagonismo y no pasa desapercibida a la hora de intentar desentrañar este juego de tronos.

Así me lo planteaba Juan Fernández, periodista de ‘elPeriódico‘ de Cataluña, que decidió hacerme una entrevista (que podéis leer pinchando aquí) para ver qué era esto de la detección de la mentira y cómo podía aplicarse a la política y a nuestra vida en general.

La pregunta del millón: –Algún truco para saber si me engañan. En mi oficio, la máxima es: por la boca muere el pez. Si quieres pillar a un embustero, hazle hablar. Los que nos dedicamos a esto, desde el policía que interroga a un detenido hasta el encargado de selección de personal.

A menudo pensamos que la detección de la mentira basta con la mera observación, esta tendencia ha cambiado por completo tras la investigación científica. Debemos ser sujetos activos ante nuestro interlocutor para obtener información sensible que nos permita comprobar la veracidad de lo que nos cuentan. Debemos hacer que el interlocutor baje la guardia, sea nuestro amigo, dejar que hable y de vez en cuando lanzar preguntas inesperadas sobre lo que nos interese.

Si se desconcierta es que esconde algo. Y hay trucos que parecen juegos, como el del dibujo. –Cuente, cuente. Usted llega tarde a casa y dice que viene de un bar. Su mujer no le cree y le pide un dibujo del bar. ¿A que no se lo espera? Su seguridad al trazar ese dibujo le delatará. Otro truco consiste en cansar al embustero. Mentir es agotador, obliga al cerebro a inhibir la verdad y construir una mentira. Si lo sobrecargas, al final cometerá errores.

La mejor mentira es la que siempre se elabora a partir de una verdad, de una realidad vivida pero cambiando un pequeño detalle. Por ejemplo, en el caso del asesinato de la niña Mariluz. Santiago del Valle fue su asesino y su mujer lo sabía todo, aunque en las declaraciones públicas que hizo esta señora siempre lo desmentía, sin embargo, todos los indicadores eran de credibilidad, ¿por qué? porque lo único que hizo fue contar todo el relato con detalles tal y como pasó, exactamente tal y como pasó pero cambiando de protagonista, en lugar de su marido nombraba a su cuñada. Por tanto, todo era real salvo por el ‘protagonista’ de la historia, como más tarde se demostró por el resto de pruebas.