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¿Por qué nos sentimos mal cuando no hacemos nada? La productivitis

Es cierto. Vivimos en una sociedad que nos empuja a la productividad constante, desde que somos pequeños el sistema está creado para estudiar, tener deberes en casa, extraescolares, aprender idiomas, tocar instrumentos, practicar deportes y aspirar a una buena formación universitaria y posterior trabajo.

Fotografía CCO

Nos preparamos para la actividad constante orientada al rendimiento y nuestro cerebro tiende a creer que cuanto más hacemos, más somos, más valemos. Todo este bucle puede desembocar en una importante adicción al estrés.

Esto, sobre todo, ocurre en personas muy auto-exigentes y perfeccionistas y llega un punto en el que sienten una profunda culpa cuando descansan. Entonces, les invaden pensamientos del tipo: «Estar aquí tirado es perder el tiempo», «necesito hacer algo de provecho»…

Todas estas ideas durante los fines de semana o periodos de vacaciones les impiden disfrutar y desconectar, sufren una especie de «mono» ante la falta de adrenalina, dopamina y cortisol a la que su organismo está acostumbrado con tanta actividad diaria.

El problema surge cuando la tensión se cronifica y el cuerpo experimenta ansiedad sin descanso, se resiente por tal nivel de estrés, se desgasta el sistema nervioso y la auto-estima pasa por depender de todo lo que consigas, produces y tienes de forma material, sin tener cuenta el resto.

Es importante recordar que la valía personal no depende directamente del éxito laboral o económico, de lo que produzcas o de tus ambiciones.

Los mejores valores personales se pueden alcanzar a través de la inteligencia emocional, de la empatía, del auto-conocimiento, de las buenas relaciones sociales, de cuidar, de amar, de la risa y la práctica del humor, de la lectura o el cine por placer, del aprendizaje que proporciona viajar, conocer otras culturas y estilos de vida, de la observación, del medio natural…

No hacer nada está bien, porque no haciendo nada hacemos algo muy importante, cuidarnos, pensar, meditar, conocernos y generando ese ‘aburrimiento’ nutrimos nuestra creatividad, curiosidad, inspiración…

La mejor estrategia para superar esta tendencia es la auto-conciencia. Después, reordena tus prioridades y valora tu tiempo para ser amable contigo mismo y descubrir lo que de verdad importa.

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Descubren cuál es la música más adecuada para reducir el estrés de cada trabajo

Que la música amansa a las fieras es una realidad. La terapia del sonido ha sido popular durante siglos como una forma de relajar y restaurar la salud. Ya las culturas indígenas utilizaban la música para mejorar el bienestar y mejorar las condiciones de salud.

En los años 70, una serie de experimentos científicos reveló la relación entre la reproducción de música de fondo durante la ejecución de un trabajo repetitivo y la eficiencia en la realización de dicha tarea.

Recientemente los estudios sobre el tema siguen replicando aquellos primeros resultados, pero además establecen qué estilo de música favorece una acción en concreto, reduciendo el estrés hasta en un 65% y aumentando la eficacia y la rapidez en una determinada labor en más del 80%.

El Dr. David Lewis-Hodgson de Mindlab International solicitó a 26 participantes que resolvieran durante cinco días seguidos una serie de tareas en un ordenador mientras escuchaban distintos temas o cuando no había ningún sonido. Estas fueron sus conclusiones:

Si tienes que trabajar con cálculos numéricos o prestar atención a los detalles, lo mejor es la  música clásica. Los aciertos de los participantes se incrementaron un 12% con respecto a si ejecutaban esas tareas sin sonido alguno. La música clásica fue, además, el segundo tipo de música más valorado para la corrección ortográfica.

Si tu trabajo consiste en introducir datos o hacer correcciones ortográficas rápidas, la música más eficaz es el pop. Este sonido anima cuando se requiere velocidad. Igualmente, la música de baile impulsa este tipo de tareas. La eficacia, según el estudio, aumenta con respecto a hacerlo sin sonido de fondo. Es de suponer que si se realiza un trabajo monótono, una música que eleve el estado de ánimo ayuda a no distraerse y a hacerlo más llevadero.

Si tienes que resolver ecuaciones, la mejor música es la ambiental. Aquí se engloban aquellas melodías que escuchamos en ascensores o aeropuertos, que pasan inadvertidas, pero que tranquilizan. Un ejemplo: los temas compuestos por Brian Eno.

Si tienes que corregir o resolver problemas, la música de baile es lo tuyo. Este género ayudó a los participantes en el estudio a aumentar la precisión en los ejercicios de corrección ortográfica, ecuaciones matemáticas y velocidad de lectura hasta en un 20%.

Y mañana… descubriremos cuál es la canción  más relajante del mundo según la ciencia… no os lo perdáis!

 

 

*Referencia: Laboratorio de Felicidad 

 

 

Cómo influir en los demás a través del control de la luz y el color

Fotografía de la empresa Nechi Group

Fotografía de la empresa Nechi Group

La comunicación no verbal también es luz y color, y para explicar este curioso fenómeno acudo a Sergio Colado, ingeniero industrial especializado en psicología cognitiva y experto en comportamiento no verbal (ahí es nada la mezcla), el cuál ha investigado y aplicado sabiamente, en su empresa Nechi Group, la tecnología y el análisis emocional en entornos empresariales para influir y mejorar procesos como la comunicación, la productividad o la negociación con variables tan sencillas de control como la luz y el color.

A lo largo de la historia de la humanidad la luz y el color han ejercido una fuerte influencia en los seres humanos. La percepción que tenemos del color surge como resultado de la interpretación que hace nuestro cerebro al recibir la luz reflejada en los objetos de nuestro entorno. Cuando la energía del color es recogida por los nervios oculares estimula las glándulas pineal y pituitaria afectando a la producción de hormonas y provocando diferentes efectos sobre una variedad de procesos fisiológicos dependiendo del color. Esto explica por qué el color tiene influencia directa sobre el pensamiento, estado de ánimo y patrones de comportamiento.

Cada color posee una vibración espectral que provoca emociones diferentes. Por ejemplo, la luz ambiental azul provoca en las personas un ligero aumento en la intensidad de sus emociones comparado con la luz ambiental verde, aspecto que permite su aplicación en el tratamiento de la depresión. La luz roja, por otro lado, estimula el sistema nervioso simpático, mientras que la luz blanca y azul estimulan el sistema nervioso. Los humanos reaccionamos en general con más velocidad y fuerza cuando vemos el color rojo. El rojo aumenta el contenido emocional, lo que puede derivar en una ventaja específica en el conflicto o las negociaciones y también, y por la misma causa, en la atracción sexualEl rojo hace vender más, ya que se identifica al vendedor como una persona más expansiva, influyente y poderosa y por todo ello, con más poder de convencimiento y persuasión.

La luz puede ser utilizada como una herramienta que nos permite desarrollar nuestra actividad de una forma eficaz ayudando a que la visión se complemente para conseguir una mayor productividad, seguridad y confort.
Además de factores lumínicos, en la influencia de emoción juegan otros factores como la distribución de espacios, las formas de los objetos y del mobiliario, el sonido ambiental, la temperatura, el uso de aromas, las texturas y el color. En la actualidad, el uso de nuevas tecnologías permite poder controlar estos factores de manera voluntaria para provocar impresiones y generar las emociones y estados de ánimo deseados.

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