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Dime qué emoji usas y te diré cómo eres

Hoy 17 de julio es el Día Mundial del Emoji y es merecida la dedicación a este nuevo idioma universal propio de la comunicación no verbal, porque, ¿os habéis dado cuenta del cambio que ha supuesto en nuestras vidas?

Creo que casi nadie ya considera comunicarse por escrito sin estas simpáticas caritas que reflejan prácticamente todas nuestras emociones y que son capaces de transformar un mensaje por completo: suavizan a las palabras que puedan sonar severas o exigentes, enfatizan una idea, ironizan, sustituyen incluso a una respuesta o a un mensaje determinado… Solo con una imagen de corazón, una llama de fuego, una risa o un emoji de llanto o enfado ya podemos decir mucho. Incluso todo.

Las estadísticas relevan que entre los emoticonos más utilizados suelen estar el de la carcajada con lágrimas en los ojos 😂 y el beso del corazón 😘, pero curiosamente nuestra costumbre también cambia durante las circunstancias y los nuevos datos determinan que durante la pandemia por coronavirus, los emojis que se posicionan como más frecuentes son el del virus 🦠 y el de la carita con mascarilla 😷.

Un solo icono es un potente activador de emociones. Si recibimos un emoji con una cara sonriente, se activa la misma área cerebral que si vemos sonreír una persona de manera real. Los emoticonos transportan los matices de la comunicación cara a cara, esas sutilezas que se pierden cuando interactuamos con una pantalla de por medio.

Algunos estudios van más allá y han sido capaces de relacionar un determinado uso de los símbolos con ciertos rasgos de la personalidad:  un estudio publicado por la Universidad de Rochester llegó a la conclusión de que las personas más introvertidas son las que utilizan más los emoticonos.

Este tipo de carácter apuesta menos por los mensajes explícitos y han encontrado en los emojis una buena forma de no exponerse tanto y controlar más su comunicación.

Además en el mencionado estudio descubrieron que:

  • El uso de emoticonos con besos o corazones se vinculaban más con personas que puntuaban alto en la característica de ‘amabilidad’. 😍🥰😘😚
  • Las personas que eran más inestables emocionalmente (rasgo de neuroticismo) usaban los rostros con rasgos faciales más exagerados: cara cansada, cara que derrama lágrimas, cara con ojos girados. 😭😢🙄😫
  • Las personas altamente extrovertidas utilizaban más gestos expresivos, como guiños y sonrisas abiertas. 🤗😬😉😃

De un modo u otro, está claro que emplear este lenguaje figurativo en la comunicación digital escrita tiene un valor incalculable, ya que es capaz de compensar la ausencia del lenguaje corporal o emocional e incluso asume la función del ‘tono’ en los mensajes escritos.

En definitiva, humanizan las palabras. 

 

El lado oscuro de la comunicación no verbal

Comprender las emociones de los demás es fundamental para la vida social. Pero, ¿siempre es beneficioso?, ¿cuanta más habilidad tengamos será mejor para conectar con los demás?, ¿desarrollar en exceso esta destreza nos perjudicará de alguna manera?

El psicólogo Alan Crawley, experto en comunicación no verbal y autor del canal ‘Sin Verba’, da respuesta en exclusiva para este blog:

Si apelamos a un ejemplo, es bien sabido que el rostro es el canal principal de la expresión de los afectos, por lo que la capacidad de identificar las emociones ajenas a partir de los movimientos de la cara ha sido siempre una habilidad indispensable para nuestra especie.

A esta última se la conoce como la “habilidad de reconocer emociones” (HRE) y los expertos la han evaluado considerablemente. Dado que la HRE es una destreza, el sentido común nos dice que sería mejor tener más de ella, es decir, a mayor habilidad mejor se reconocerían las expresiones faciales de las emociones en los demás.

Concluyendo así que cuánto más se tiene, más redundaría en un beneficio para la persona. Tener más de una habilidad podría ser siempre positivo para un jugador de fútbol, un mago, un bailarín o un acróbata, sin embargo, algunos expertos en el tema señalan que existe un efecto adverso para la HRE.

Tener más no siempre es mejor. Recientemente, el Dr. Paul Ekman, máxima autoridad en Comunicación No Verbal, fue consultado sobre si alguna vez deseó no poder leer los sutiles mensajes emocionales que otras personas transmiten con su rostro y su respuesta fue: “Ciertamente hay veces que desearía no haberlo sabido”.

Los estudios insinúan que en general los seres humanos con alta HRE están vinculados con actitudes más prosociales, benevolentes y cooperativas. De igual forma, estas personas cuentan con más recursos para generar empatía, algo que les resulta más fácil y menos costoso porque están inclinados a observar los sentimientos de los demás.

A priori, parece mejor tener una alta HRE, pero según nos cuenta la experta Katja Schlegel en su más reciente publicación la HRE también se asocia con efectos contraproducentes.

Las investigaciones científicas actuales según Katja respaldan la afirmación de Paul Ekman. Lo que se ha encontrado puede ser realmente sorprendente y contraintuitivo. La HRE tiene un lado sombrío, que, así como la luna tiene una cara oscura que jamás es visible desde la tierra, la Comunicación No Verbal parece tener la propia

Los beneficios anteriormente nombrados podrían venir con efectos adversos en dos áreas: calidad de las relaciones y bienestar psicológico.

En primer lugar, al ser más hábil para reconocer las emociones en los demás puede que se esté recibiendo información que nuestros compañeros preferirían mantener oculta.

Los congéneres pueden sentirse incómodos y observados en nuestra presencia, por lo que se puede disminuir el rapport, perjudicar nuestra primera impresión e incluso deteriorar los vínculos. Sumado a esto, los individuos más competentes podrían percibir señales emocionales de sus amigos o familiares que preferirían desconocer.

En segundo lugar, a mayor HRE se está más consciente de las propias emociones, especialmente de las negativas, estando así más expuesto a los pensamientos dañinos. Es decir, pueden percibir en sí mismos con mejor claridad lo mal que se sienten, pensar en ello con frecuencia y esto sería peor si se exponen a situaciones estresantes.

Se deduce entonces que la HRE es una espada de doble filo: que a veces no saber mucho es mejor. Se considera que existe un nivel óptimo a nivel teórico que dice que llegado cierto nivel de pericia ya sería suficiente, y que superarlo sería poco funcional o incluso se transformaría en una desventaja.

Las consecuencias negativas por una alta HRE dependerían en gran medida de la personalidad y de la competencia para regular eficazmente las emociones de cada persona. Por tal motivo antes de entrenarse en esta habilidad se debería considerar si este conocimiento es conveniente, y también sus posibles consecuencias negativas.  

¿Alguna vez viste algún gesto o comportamiento no verbal que preferirías no haber identificado? ¿Qué opinas?

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*Referencia: Shclegel, K. (2020). Inter-and Intrapersonal Downsides of Accurately Perceiving Others’ Emotions. In: Stenberg, R. J. & Kostić, A., 1st ed. Switzerland: Palgrave Macmillan, pp. (359-395).

Los dos criterios que más valoramos en un líder político

Nuestro cerebro juzga constantemente a los demás, no puede dejar de hacerlo, sobre todo con desconocidos.

Es un patrón evolutivo que conservamos de nuestros antepasados cavernícolas, ya que entonces, era cuestión de pura supervivencia, era crucial averiguar si tu prójimo se mostraba confiable o no, podía matarte, robarte o ayudarte, querer formar parte del grupo a través de la afiliación emocional y todo ello se tenía que percibir e interpretar a través de la comunicación no verbal.

En nuestros días ya existe un lenguaje desarrollado y complejo para dar y recibir información, pero nuestro cerebro sigue fiándose más de las sensaciones de los primeros minutos de exposición, ya que sabe que el mensaje verbal, nuestras palabras, no es íntegro; es controlable y manipulable a voluntad.

Todos realizamos valoraciones en cuestión de segundos, en política con mayor empeño si cabe para tratar de acertar en nuestra importante ‘apuesta’, pero ¿qué es lo que analizamos exactamente?

La profesora de Harvard, Amy Cuddy, ha realizado estudios longitudinales durante más de 15 años y los primeros resultados son claros, los dos rasgos que queremos ver en los demás, sobre todo si va a gobernar nuestro país, son la ‘calidez’ y la ‘competencia’. Nuestro cerebro trata de indagar continuamente si tiene estos dos rasgos a través de dos preguntas: ¿Puedo confiar en esta persona? y ¿puedo respetar a esta persona?

Podríamos pensar que la segunda dimensión, ser competente, podría ser la principal sobre todo en política o en un contexto laboral, al fin y al cabo queremos que sea lo suficientemente inteligente y capaz de manejar la presidencia. Pero lo cierto es que la calidez, o la confianza, es el factor más importante en la forma en que la gente evaluamos.

También es evolutivo, nuestros antepasados preferían confiar en alguien que no fuera a matarles que confiar en alguien que hiciera bien el fuego.

La competencia es importante y una cualidad muy valorada pero sólo se apreciará después de que ya se establezca la confianza, por tanto, que nuestros políticos se esfuercen en exceso en mostrar sus fortalezas, poderes y habilidades puede llegar a ser incluso contraproducendente, nos resultarán distantes e inaccesibles.

La psicóloga Amy Cuddy lo sintetiza así: «Si alguien a quien estás tratando de influenciar no confía en ti, no vas a llegar muy lejos; de hecho, es posible que hasta despiertes sospechas porque parezcas un manipulador. Una persona cálida y digna de confianza que también es fuerte suscita admiración, pero sólo después de haber establecido la confianza, su fuerza se convierte en un regalo y no en una amenaza«.

¿Lo lograrán?

La risa de Joker, ¿enfermedad real o solo ficción?

La verdad es que el análisis de esta obra maestra en la que se ha convertido la película de ‘Joker‘ da para mucho. Desde el punto de vista psicológico, ya analizamos la relación entre el actor Joaquin Phoenix con el personaje de Joker y cómo el lenguaje corporal y muchos de los rasgos de la personalidad del actor sirvieron como un magistral hilo conductor durante todo la interpretación.

Arthur Fleck (Joker es su nombre ‘artístico’) padece algún tipo de enfermedad mental que no se especifica durante la historia cinematográfica. La sintomatología que representa consiste en una risa impulsiva y explosiva en los momentos más inoportunos, presumiblemente aparece con mayor frecuencia cuando se encuentra en situaciones de tensión.

La carcajada no es producto de la emoción de alegría, se puede apreciar la tristeza y el sufrimiento en el rostro del actor que padece cada vez que sobreviene la incontrolable risa.

Tal y como se representa el cuadro médico en el personaje sí que se puede corresponder con una serie de condiciones clínicas reales, por ejemplo con una crisis de epilepsia gelástica, ya que el síntoma principal es una risa hueca o vacía e involuntaria que se incrementa con el estrés; normalmente está provocada por un tumor en el hipotálamo, lóbulo frontal o temporal.

Además, estos pacientes también sienten confusión entre el placer y el dolor y presentan problemas en el aprendizaje, la memoria y trastornos del comportamiento, sobre todo en etapas adolescentes. A priori pudiera parecer una afectación emocional o con las características del trastorno del espectro autista, por lo tanto, esto último puede retrasar el diagnóstico certero. El único tratamiento posible sería el control de las convulsiones focales mediante medicación específica, y de una manera más definitiva, aunque arriesgada, la cirugía.

La realidad siempre supera o, al menos, iguala a la ficción 🙂

 

La unión inevitable de Joaquin Phoenix con Joker #AnálisisNoVerbal

Si no habéis visto la película no os la podéis perder. El trabajo del actor protagonista es magistral, las emociones, los gestos extravagantes, la voz, las posturas estrafalarias, en definitiva, el lenguaje corporal de su interpretación se convierte en el pilar fundamental para representar la degradación del personaje; ilustra su demencia, su desesperación, su tristeza, incluso a través de una tétrica carcajada que será memorable.

El psicólogo y experto en comunicación no verbal, Alan Crawley, autor del canal ‘Sin Verba‘, se percató de la extraña conducta que también manifestaba realmente el actor en sus diferentes apariciones públicas y analizó las posibles causas:

Joaquin Phoenix recorrió varios programas de entrevista tras el exitoso estreno de su más reciente película «Joker». Al verlo me llamó la atención su comportamiento. Parecía extraño, fuera de lugar. Se mostraba inquieto, por momentos inseguro e incluso avergonzado. Esto me llevó a la siguiente cuestión: ¿los actores son buenos ocultando su nerviosismo? y ¿puede que Phoenix, un actor renombrado, se sienta incómodo durante las entrevistas televisivas?, ¿no se le da bien socializar?

Según el experto en Comunicación No Verbal, el Dr. Jack Brown, los actores son igualmente capaces que las demás personas ocultando su malestar. Cuando se trata de sí mismos y no de un personaje les resulta difícil controlar completamente lo que expresan, y el caso de Joaquin no es la excepción.

Es un ejemplo claro de cómo las habilidades magistrales de un actor pueden ser insuficientes cuando se trata de guardar las apariencias en público. De hecho, el actor mismo reconoce que no disfruta de las entrevistas y creo que quedó clarísimo en su comportamiento.

Durante sus apariciones en los programas de Jimmy Kimmel y Jimmy Fallon fueron sus gestos con las manos, sus expresiones faciales, la manera en la que se tapaba los ojos, sus exhalaciones súbitas y sus posturas tensas las que denotaron incomodidad, más de lo esperable para un actor de su calibre. Por ejemplo, ante preguntas específicas, el actor aumentó la tasa de automanipulaciones faciales, actos en los que una o ambas manos tocan, frotan o rascan la cara, comportamientos asociados directamente con el incremento del estrés.

 

Algunas personas argumentan que Joaquin Phoenix estaba actuando, pero lo cierto es que podemos observar algunas entrevistas anteriores en las que su comportamiento fue similar ¿será que le resulta difícil actuar de sí mismo?

Otro aspecto curioso es su manera tan atípica de sentarse: colocó la planta de su pie derecho sobre el almohadón del sillón. Esta postura de las piernas remite a cuando uno se encuentra distendido en el propio hogar, desligado de las normas sociales ya que es considerada inapropiada en contextos públicos, pero él no parece someterse a esta convención.

Esto es muy curioso. A mí me hace pensar que, tal como afirmó, es una persona solitaria y prácticamente no sale a comer con otras personas. Una hipótesis es que, en contextos de estrés, Phoenix adopta inconscientemente una postura que le resulta cómoda en un intento por recuperar un estado de mayor control sobre sí mismo.

Conclusión: su comportamiento algo excéntrico puede deberse a que (1) no suele socializar demasiado, (2) las relaciones interpersonales pueden ser un punto débil en su comunicación y (3) probablemente le resulta displacentero ser el centro de atención en los eventos públicos.

En su conducta observé muestras de incomodidad excesiva (tocarse el rostro, comerse las uñas, evitar la mirada); emisión abierta de señales de rechazo interpersonal (apoyar la cabeza en un puño en señal de aburrimiento, tedio y molestia); y por último posturas socialmente inadecuadas (pie sobre el sillón).

¿Crees que Joaquin Phoenix actúa en sus entrevistas? y ¿Crees que disfruta de estas apariciones?

 

El insólito comportamiento de los tripulantes del Apolo 11 tras pisar la luna

El 20 de julio de 1969, Neil Armstrong se convirtió en el primer ser humano en pisar la luna. La transmisión de este evento histórico fue visto por un quinto de la población mundial, era “el pequeño paso para un hombre y un gran salto para la humanidad”.

Pero resultó que ese paso que él consideraba pequeño no resultaría tal. Fue grande para él, quizás demasiado. Y es que una de las cuestiones más interesantes sobre estos hombres trasciende lo biográfico para convertirse en un auténtico reto para la psicología humana: tras llegar, literalmente, más lejos que nadie, tras ver a lo lejos tu propio planeta desde la luna, y tras ser considerado por el mundo entero como un héroe … ¿qué sucedió cuando volvieron a su casa, se sentaron en su sofá y se preguntaron “y ahora qué”?

El equipo del Apolo 11 (conformado por Armstrong, Aldrin y Collins) fue seleccionado, por supuesto, por su experiencia y capacidad técnica, pero parece que la personalidad de Armstrong fue un factor decisivo en la elección del ‘primer hombre’ que pisaría la superficie lunar. En el libro publicado por Chris Kraft se tuvo en cuenta la personalidad de ambos astronautas.

Mientras Aldrin era de carácter muy expansivo, autosuficiente y excesivamente extrovertido, Armstrong era mucho más fiable, serio y discreto. Armstrong representaba mejor el ideal del norteamericano medio y podría llevar durante toda su vida el privilegio de haber sido el primer hombre en la Luna con mucha mayor calma y discreción. Y así fue, nunca se dejó llevar por la embriaguez del éxito, pero también le pasó factura a nivel emocional y personal.

El mundo entero esperaba expectante el relato de Armstrong tras su inverosímil aventura espacial y lo que realmente nos encontramos en su rueda de prensa, pocas semanas después de su regreso, es un lenguaje corporal muy tenso e incoherente con las emociones esperadas. Es más interesante destacar lo que no vemos que lo que se aprecia. No hay visos de alegría, ilusión, orgullo, euforia, ni alivio. Nada de eso. Se ven muy malhumorados, cabizbajos, tristes, descolocados

Armstrong es el responsable de inaugurar la presentación, su cuerpo está totalmente rígido, de hecho, en los minutos iniciales se encoge de hombros fuertemente y permanece así durante minutos, no es duda, ya que no es momentáneo, se convierte en una postura de perturbación abrumadora. Respira estrés por cada poro de su lenguaje corporal.

La posición de las manos es de automanipulación, se aprieta una contra otra, se acaricia los dedos, inconscientemente el cerebro ejerce su función y le ayuda a relajarse y rebajar la ansiedad. Su discurso es excesivamente pausado, se atasca, traga saliva visiblemente de forma constante, su mirada está perdida y cabizbaja.

¿Corresponde está actitud a alguien que acaba de conseguir uno de los mayores desafíos para el hombre tras años de trabajo e implicación personal? ¿Por qué su lenguaje corporal es incoherente con la situación vivida?

Yo plantearía varias hipótesis, comenzaré con la que personalmente más me convence: Miedo escénico. Su comunicación no verbal es propia de una persona que sufre un leve ataque de pánico ante un público desconocido que espera que brilles. Aparecen emociones de miedo y vergüenza por un estímulo presente, se ve disperso, torpe.

Sí, ya lo sé. Este hombre estuvo al borde de la muerte en decenas de ocasiones, combatió en la guerra, vivió situaciones de alto estrés psicológico, su entrenamiento fue inimaginablemente duro, pero todo ello se relaciona con lo que mejor sabía hacer y más le gustaba: estudiar estrategias, investigar, volar, tripular… pero no con enfrentarse hábilmente a una audiencia sabiendo que millones de personas están pendientes de lo que dices y cómo lo dices.

A todos nos puede resultar increíble que Armstrong, visto como un super hombre, un héroe, una mente brillante con nervios de acero en maniobras de pilotaje extremas, se ponga nervioso y entre en pánico cuando habla en público, pero no está reñido, no es difícil teniendo en cuenta su patrón de personalidad altamente racional e introvertido.

También es posible, y puede darse esta hipótesis junto con la primera, que tras el desorbitado nivel de tensión experimentado durante ‘el viaje’ y días posteriores, Armstrong y sus compañeros se encontraran en una fase inicial de depresión. El cuerpo siempre intenta compensar para estabilizarnos y conseguir el equilibrio, tras una activación aguda de nuestro organismo, la balanza se inclina hacia el sentido contrario para promediar el exceso, entrando en un estado de tristeza, afectación, letargo y pensamientos negativos.

De hecho, los dos hombres que pisaron la luna admitieron un tratamiento psicológico posterior para atajar la depresión que sufrieron. Aldrin además para tratar el alcoholismo en el cayó. En esa entrevista ya puede apreciarse el comienzo de un camino emocional difícil de gestionar para dos hombres sabios y valientes, pero al fin, solo dos hombres.

La tercera posibilidad es que mintieran, todos conocemos las teorías conspiratorias alrededor de los viajes a la luna, posible fraude, etc. Yo también me lo he planteado, y es cierto que hay una línea muy delgada que separa la ansiedad de la mentira. Pero cuestiono lo siguiente:

Imaginaos que sí, todo fue un engaño, rodaron las escenas en un desierto terrestre, en un plató televisivo y no fueron a la luna. Y ahora tienen que dar una rueda de prensa para contar una historia inventada (y muy difícil de crear)… ¿No podrían disimular mejor? Quiero decir, la primera premisa y la más importante para mentir bien es creerte tu propia mentira para que tu comportamiento parezca honesto. Los mentirosos simulan decir la verdad en el contenido y en las formas. Mantienen más contacto visual con la audiencia para controlar las reacciones de los presentes, por ejemplo, y no es el caso.

Si hubiera sido así, si mintieran, creo que mostrarían más entereza, mantendrían más el tipo y su discurso verbal estaría más estructurado, encorsetado, preparado, no hubiera dejado nada a la improvisación. Si fuera yo, directamente leería un guion, y me prepararía a conciencia, porque lo que está en juego (que te crean con un tema así) era bastante importante. No me rendiría al estrés, al nerviosismo, a un alegato inicial improvisado, simularía credibilidad y esto sí que se podría detectar; en este blog lo hemos hecho en numerosas ocasiones.

Hay un detalle más que me hace descartar esta opción de la mentira:

Están mucho más nerviosos al inicio, cuando tienen que ‘presentarse’ e introducir el discurso con un contenido sin importancia, banal y protocolario, que cuando entran a explicar los pormenores, puntualizaciones y tecnicismos del viaje. En esa parte del relato, la más crítica si es que vas a mentir, se relajan y fluyen mucho más de forma natural, se sienten más seguros y hablan con mayor convicción, hay nervios y tensión aún, pero no hay miedo. 

Estoy deseando de conocer vuestras opiniones, ¿estáis de acuerdo conmigo? 🙂

 

 

El gesto que hará que le caigas mejor a los demás

Es muy simple. Un reciente estudio, realizado por Kawahara, profesor asociado de la Universidad de Hokkaido y Takayuki Osugi, profesor asociado de la Universidad de Yamagata, concluye que asentir con la cabeza, ofreciendo no verbalmente tu aprobación, provoca un inmediato efecto de afabilidad en los demás.

En el experimento, los investigadores pidieron a los participantes que calificaran la simpatía de una serie de figuras generadas por ordenador. Los participantes tuvieron que evaluar el atractivo, la accesibilidad y la simpatía de las figuras, usando una escala de 0 a 100. El resultado: Asentir te hace un 30% más agradable.

Según explica Kawahara esta es la primera vez que un estudio muestra que el simple hecho de ver a alguien mover sutilmente la cabeza puede cambiar positivamente la actitud del observador hacia esa persona. Aunque puntualiza:

Generalizar estos resultados requiere un cierto grado de precaución porque las caras femeninas generadas por ordenador se utilizaron para manipular los movimientos de la cabeza en nuestros experimentos. Se necesitan más estudios que involucren figuras masculinas, rostros reales y observadores de diferentes antecedentes culturales para aplicar estos hallazgos a situaciones reales de nuestro mundo.

Ya existen numerosos estudios que han revelado que diversas señales propias de la comunicación social (por ejemplo, la dirección de la mirada y las expresiones faciales) desencadenen diferentes procesos que pueden influir en la formación de las impresiones de los rasgos de personalidad.

Con este estudio se amplía la idea al incluir el movimiento vertical de la cabeza como factor de influencia en las sensaciones subjetivas sobre los demás, lo que sugiere que el sistema cognitivo humano interpreta y califica las impresiones faciales al asociar los movimientos de la cabeza (por ejemplo, asentir con la cabeza) con valencia positiva (por ejemplo, aprobación).

Las ‘huellas’ del comportamiento: Comunicas siempre, aunque no estés presente.

Este concepto es original del profesor David Matsumoto, toda una eminencia en la investigación sobre comunicación no verbal, y hace referencia a que no solo transmitimos información cuando estamos presentes. Los demás también pueden inferir algo sobre mí porque mi comportamiento ha dejado una huella.

Por ejemplo, el coche que elijo comprar dice mucho de mi aunque no esté presente en ese momento. Cómo decoro mi casa, cómo distribuyo el material en la mesa de mi oficina, cómo escribí cierta nota, cómo se ve mi nevera de casa.

Alguien que pase por delante de una mesa de trabajo, sin que el propietario esté delante, puede pensar que ahí se sienta alguien emocional porque tiene fotografías personales, alguien caótico y desordenado, o divertido, pulcro, estructurado, rígido… mil características pueden venir a nuestra a mente de esa persona que no vemos.

Por el simple hecho de observar las cosas y a las personas, podemos obtener una gran cantidad de información e intenciones diferentes gracias a este tipo de comunicación. Todo ello se puede extrapolar al aprendizaje.

Con respecto a la conducta no verbal, los niños aprenden mucho, desde luego, y mucho de lo que aprenden no tiene nada que ver con lo que les enseñas, sino con lo que ven que tú haces. Lo que ellos ven de cómo tú tratas a los demás, cómo lidias con tus propias emociones; de lo que van a aprender, a veces, da igual lo que tú les digas que hagan o no. Se da una gran cantidad de aprendizaje observacional.

Los padres deben desarrollar la conciencia de que, independientemente de cómo se desenvuelvan, sea cual sea el mensaje que quieren transmitir, el hecho de tener más conciencia de ello puede ayudar a saber cómo estructurar los mensajes de forma más efectiva.

Os dejo por aquí una entrevista muy interesante en la que Matsumoto desarrolla este tema de manera magistral: «La importancia de la comunicación no verbal«.

 

El rostro más perturbador: La sonrisa maliciosa y predadora

Hoy tenemos en el blog firma invitada. Es todo un honor contar con la colaboración de Alan Crawley desde Buenos Aires (Argentina) que hoy nos analiza la sonrisa del villano. Me pareció una propuesta muy interesante y efectivamente no decepciona. Alan es psicólogo y diplomado en comunicación no verbal, tiene un canal de youtube muy instructivo y a la vez divertido sobre lenguaje corporal que recomiendo que sigáis. Os dejo con la perturbadora sonrisa psicopática…

Definitivamente hay caras y expresiones que parecen más malvadas que otras. Los villanos memorables de Hollywood, desde el perverso Hannibal Lecter hasta el terrorífico payaso de la película ‘It’, han logrado impresionarnos en gran parte por lo que su cuerpo hace o deja de hacer. Estos personajes tienen muchos rasgos en común, especialmente, la particular manera en la que sonríen. ¡Nadie debería verse como ellos!

Para entender estas inolvidables sonrisas primero debemos conocer cómo es una sonrisa genuina: las comisuras de los labios se elevan oblicuamente hacía las orejas y simultáneamente los músculos que rodean los ojos se contraen, estirando la piel hacía su extremo exterior creando las famosas “patas de gallo”. ¡Así es como todos se deberían ver!

Sin embargo, ya sabemos que no todas las sonrisas son iguales. El Dr. Ekman (la máxima autoridad mundial en Comunicación No Verbal) describió 18 tipos de sonrisas y en un estudio más reciente el Dr. Rulicki (antropólogo y doctor en Comunicación Social) constató 19 diferentes. Volviendo al tema de los villanos, éstos principalmente realizan dos variantes las que llamaremos sonrisa “maliciosa” y sonrisa “predadora”.

La mirada de estas sonrisas villanas adopta transitoriamente lo que en la cultura japonesa lleva el nombre de Sanpaku (que significa tres blancos). Se utiliza cuando una persona muestra persistentemente la parte blanca de la esclera del ojo por encima o por debajo del iris, como en la sonrisa maliciosa o predadora respectivamente. En la antigüedad se consideraba esto como un indicio de rasgos de la personalidad desagradables y desequilibrio psico-físico. Sea cierto o no, estas expresiones, Sanpaku superior o Sanpaku inferior, pueden parecer muy extrañas.

La sonrisa maliciosa se caracteriza por dos elementos: por un lado, la elevación exagerada y angulada de las comisuras, y por el otro, el incremento de la apertura ocular. Al sonreír se reduce la porción visible de los ojos, pero en estas sonrisas la acción de elevar el párpado superior lo evita. La combinación resulta en una apariencia contradictoria: los labios sonríen, pero los ojos no sólo no lo hacen, sino que además parecen más grandes. El Dr. Jack Brown insinúa que cuando ambas acciones se presentan juntas, repetidas veces o durante un tiempo prolongado, se podría sospechar de una personalidad antisocial (léase psicópata o sociópata). Entonces… ¿Podemos pensar que existe una sonrisa psicopática?

Esta versión maliciosa puede ir acompañada de dos acciones faciales más, que no son propias del repertorio de la sonrisa de alegría genuina. Estas son la elevación arqueada de las cejas y el acto de fruncir el ceño. Este último movimiento está asociado a la ira, hostilidad y concentración, lo que da como resultado una mirada enfocada, iracunda y algo inquietante. Definitivamente es un rostro perturbador.

La variante “predadora” es expresada con una sonrisa de menor intensidad. En los ojos podemos ver que queda al descubierto la parte inferior de la esclera que habitualmente no es visible (Sanpaku inferior), porque se inclina momentáneamente la cabeza hacia adelante y la contracción muscular de los ojos es débil o nula. Es decir, sus ojos no “sonríen”. La mirada luce penetrante. Además, estas sonrisas suelen presentar el entrecejo fruncido posiblemente transmitiendo así mayor hostilidad. La expresión facial completa de la sonrisa predadora parece más amenazante que la anterior. ¿No es así?

Si observamos el contexto en el que suelen aparecen ambas sonrisas encontraremos que los actores parecen hacerlas con el propósito de proyectar la alegría maliciosa o placer hostil. Son emociones ligadas al disfrute por el sufrimiento ajeno y usualmente a la planificación de una venganza. La palabra más adecuada para calificar estos afectos, según el Dr. Ekman, proviene del idioma alemán: Schadenfreude, que significa el sentimiento de alegría o satisfacción generada por el sufrimiento, infelicidad o humillación de otro ser humano.

En la reciente película «Truth or dare» (Verdad o reto) del género terror, los rostros de la gente poseída por un demonio adoptan este tipo de sonrisas. Mezclan elementos expresivos de las sonrisas maliciosas y depredadoras. ¿Asustan? Aún queda por descubrir si en la realidad las personas también sonríen de estas formas tan increíbles…

 

Rivera, Casado y Abascal, ¿tres personalidades diferentes? #AnálisisNoVerbal

Los tres líderes políticos asistieron a una entrevista de formato más íntimo en el programa de ‘Mi Casa es la tuya‘, no hubo demasiadas preguntas comprometidas ni importantes confrontaciones a nivel político, pero sí nos acercó a la parte más personal del candidato y de este modo se puede perfilar con más certeza el estilo de personalidad/comunicación de cada uno.

Tres ideologías de derechas a diferentes niveles y tres personalidades muy similares, ya que corresponden con la tipología racional-introvertido. Este estilo de personalidad se caracteriza por una tendencia al formalismo, la disciplina, las tradiciones, los datos objetivos, una comunicación directa y mayor estabilidad/frialdad emocional. Ésta digamos es la ‘genética‘ de su forma de ser, ¿la diferencia entre los tres? Aquí entra en juego la parte adaptativa de la personalidad.

Todos nacemos con una tendencia para ser y comportarnos pero hay personas a quienes las circunstancias les hacen cambiar, realmente adaptarse, que no transformarse (porque eso es imposible) pero sí ‘limar’ ciertos aspectos de su carácter para llegar, o encajar, con un mayor grupo de la población. Y esto es algo muy importante en política como podéis imaginar, donde el discurso tiene que ‘calar’ en el mayor grueso de personas posibles. Esta adaptación es muy visible en Pablo Casado y Albert Rivera.

Ambos son personas serias, introvertidas, más distantes pero que han reorientado su parte más genética para transmitir también otras emociones y ser más cercanos. Han ido adquiriendo un estilo comunicativo más positivo y emocional, se muestran sonrientes, utilizan el recurso del humor, cuentan anécdotas personales y familiares para llegar al espectador, utilizan palabras también de mayor impacto emocional, como «familia», «ayuda», «cooperación» o «liberal». Se muestran relajados y cómodos (aunque la procesión vaya por dentro).

En el lado opuesto tenemos a Santiago Abascal, tiene una personalidad arraigada muy similar a la de Casado y Rivera, pero no demuestra un comportamiento adaptativo, sigue dominado por su genética y fiel a su forma de ser, le cuesta entrar en temas personales y emotivos, no sonríe porque no le apetece y es una persona seria, se mantiene a la defensiva en sus apariciones públicas, paraliza su corporalidad, no demuestra emociones en su rostro ni altera su actitud. Esto puede ser un valor personal positivo pero ¿realmente es útil en política? porque ciertamente reduce su conexión con un sector mucho más restringido de la población.

¿Qué opináis? ¿Los políticos deben permanecer fieles a su forma de ser o desoír su genética y readaptarse para llegar a tod@s?