Entradas etiquetadas como ‘percepción’

Teorías del color o por qué los presidiarios visten de naranja y los cirujanos de verde

El color nos afecta de una manera profunda y juega un papel muy relevante en la interpretación de la comunicación no verbal. La vista de un cielo azul claro, del mar infinito, nos hace sentir tranquilos y en paz. Casi podemos oler el intenso aroma de una rosa con solo verla de lejos, o saborear el dulce de la visión rosa de un algodón de azúcar. Las consultas de los médicos están pintadas de blanco para dar sensación de limpieza clínica, y funciona, ¿verdad?.

Algunos de los sentimientos y reacciones que tenemos con respecto a los colores que vemos pueden atribuirse a la cultura y a la sociedad, pero algunos de ellos provienen de nuestra composición psicológica.

Existen los investigadores del color, quienes trabajan sobre esta relación entre los colores y la percepción humana. Este tipo de estudio es parte de un campo llamado teoría del color, que se centra en la mezcla de colores y su impacto visual. Fundamental, si os gusta el tema, leer todos los libros de Birren, sus teorías son la Biblia de los mejores artistas, arquitectos, pintores, diseñadores…

Algunas de las curiosidades de este campo son, por ejemplo, que el color está asociado directamente con los estados de ánimo de las personas, su nivel de excitación e incluso con su capacidad de procesamiento cognitivo.

Los colores denominados ‘fríos’, como el azul o el verde tienen efectos calmantes en las personas, mientras que los colores ‘cálidos’, como el rojo, naranja o amarillo son excitantes.

Según algunos resultados experimentales, estas asociaciones pueden haberse formado en los comienzos de la raza humana, cuando se asociaban los colores azul y verde con el mar, el cielo, la noche, todos ellos relacionados con la tranquilidad, la calma, la pureza. Los colores brillantes, denominados cálidos, se asociaron con el sol y el fuego, es decir con la energía, la excitación y el peligro, también las frutas venenosas son normalmente rojas.

Tanto es así, que en una investigación de Crozier en el año 1999 se llegó a la conclusión de que las personas siempre prefieren el color azul, y no por el color en sí, sino por la tranquilidad y la calma con la que lo asociamos. Lo curioso es que no somos los únicos animales para quienes su color favorito es el azul, las polillas y los abejorros también tienen preferencia por estas tonalidades.

El color también afecta a nuestras percepciones de temperatura, es interesante porque las personas suelen percibir una habitación azul con hasta tres o cuatro grados menos que una habitación roja, y en función de estas percepciones también suelen comportarse. Por tanto, las decisiones sobre el uso del color, a niveles casi universales, nunca han sido arbitrarias y tienen su razonamiento detrás.

En 1981 algunas de las instituciones penitenciarias de Estados Unidos pintaron las celdas de los reclusos de color rosa, Alex Schauss eligió el tono para diversas cárceles como las del Nueva Orleans, LA, San José, San Bernardino, Carolina del Norte, entre otras, y concluyó que se redujeron drásticamente los comportamientos violentos de los presos al debilitarse sus músculos por el efecto del color.

Este razonamiento se basa en la posibilidad de que el procesamiento visual de la luz afecta a nivel neurológico y que los tonos rosas puedan provocar la pérdida de fuerza muscular. Sin embargo, un estudio empírico sobre la cárcel rosa no mostró ningún efecto a largo plazo debido al color, y varias investigaciones expresaron escepticismo, aunque la controversia está servida.

Orange is the new black. Lo que está claro es que el naranja sigue siendo el color más utilizado en el atuendo carcelario, en la mayor parte de los países (no en España, que no existe la uniformidad), pero ¿por qué? Parece que la respuesta es simple: el contraste. El naranja es el color más llamativo, destaca en el entorno blanco o gris, por tanto, se advierte en todo momento dónde se encuentran los presos y cómo se van moviendo por el espacio.

Podemos imaginar que ocurre lo mismo con el amarillo y los taxis de Nueva York.

Según un artículo publicado en 2013 en la revista ‘Livescience‘, el verde fue el color elegido para vestir a los doctores a partir del siglo pasado porque, al ser el color opuesto al rojo, les ayuda a ver mejor en el quirófano. Al parecer, cuando un cirujano pasa mucho tiempo mirando las partes del cuerpo que está operando su ojo se vuelve insensible al rojo, pero si durante unos instantes mira el color opuesto logra que su vista se refresque y así pueda volver a diferenciar perfectamente la zona que está interviniendo.

Siempre hay un motivo para todo 🙂

 

*Referencias:

¿CÓMO NOS AFECTA EL COLOR? – Grup Trobat

The Effects of Baker-Miller Pink on Biological, Physical and Cognitive Behaviour

The Physiological Effect of Color on the Suppression of Human Aggression: Research on Baker-Miller Pink

«Llevar mascarilla nos hace más guapos», ¿por qué? la ciencia responde

El coronavirus ha cambiado profundamente la interacción humana. Es cierto que la mirada siempre ha sido importante para percibir a una persona como atractiva, también la altura, la complexión…

Fotografía de Wikipedia - Girl in mask

Fotografía de Wikipedia – Girl in mask

Pero ahora, desde que la pandemia llegó a nuestras vidas es la única info de la que disponemos para juzgar el físico de los demás, pero ¿cómo es posible que una mascarilla nos favorezca?

La respuesta no es ningún misterio para la psicología si nos basamos en uno de los principios más básicos de las teorías de la percepción: la mente siempre rellena los huecos que no ve. Lo hace con figuras incompletas, también con los rostros.

La mente siempre completa una imagen porque necesitamos darle un sentido a cualquier cosa que tengamos delante y si no nos lo dan, nos la inventamos. Concretamente, en lo que se refiere a la percepción de las personas, entran en juego las leyes de la Gestaltcuando rellenamos la mente atribuye la mejor forma posible a esa percepción.

Si veo a un chico alto, moreno, de ojos verdes, le voy a presuponer de inmediato una dentadura blanca y perfecta, un rostro simétrico y unos labios carnosos, por ejemplo.

Es decir, le atribuimos unas facciones en las que prima una agradable mesura, aunque quizás en realidad sea todo lo contrario, ¡porque una cosa no quita la otra! Pero así funcionamos.

Centrándose en el contexto actual y para corroborar estas teorías de la percepción, investigadores de la Universidad de Pensilvania (EE UU) dispusieron a una muestra de 500 personas a evaluar el atractivo de una serie de congéneres en fotos con y sin mascarillas:

Los rostros cubiertos con mascarillas quirúrgicas pueden ser juzgados como más atractivos que aquellos que no lo están”, han concluido en sus resultados, publicados hace un par de meses con el título de ‘Beauty and the mask.

El documento incluye algunas de las fotos evaluadas; en el caso de una chica, la opinión sobre su belleza mejoró hasta en un 71% cuando apareció con la mascarilla puesta.

«Se demuestra que el parámetro que seguimos para tachar de belleza o no a una persona es la simetría facial: a los rostros más simétricos los consideramos más hermosos. La mascarilla, al ocultar las posibles asimetrías (en nariz, dientes, boca, mentón), hace que ese rostro nos parezca, por así decirlo, menos imperfecto de lo que en realidad podría ser«.

No todo iba a ser malo ¿no?, la mascarilla te protege, salva vidas y te hace más guap@ 🙂

*Te puede interesar: https://amzn.to/2SN8Frj

 

 

 

El olor a café: un recurso poderoso

O lo amas o lo odias, pero el café es una de las bebidas más consumidas en el mundo, así que parece que tiene más seguidores que detractores. Y es que no es solo una simple bebida. El café es para muchos un medio de inspiración, una necesidad para empezar el día, el símbolo de una importante conversación, de un reencuentro, de recuerdos, el testigo de muchos comienzos o de algunos finales.

Fotografía Pixabay License

Fotografía Pixabay License

Nuestro cerebro adora el café.

Debido a la estimulación de la dopamina, el consumo de cafeína aumenta nuestra capacidad cognitiva, mejora nuestro estado de ánimo, optimiza la atención, concentración y memoria, y tras su ingesta, nos sentimos más eficientes, vigorosos y motivados por el trabajo. Al contrario, reduce nuestra percepción de somnolencia, fatiga, cansancio y afectos negativos.

Existen centenares de estudios que avalan los ya conocidos efectos beneficiosos del café en nuestro organismo (siempre con un consumo moderado). Pero uno de ellos, publicado recientemente, va aún más allá, ya que no se centra en la ingesta, sino solamente en el poder de su olor.

El aroma a café ya es capaz de mejorar nuestras capacidades cognitivas, es decir, optimiza la atención, la capacidad de análisis, de resolución de problemas y el desempeño laboral y académico en general. Parece producto de la magia, sin embargo, la autora del trabajo, la doctora la Adriana Madzharov, destaca una cuestión tan llamativa como curiosa: se trata de un simple efecto placebo.

Basta con que una sala o una habitación desprenda olor a café, para que el 90% de las personas experimenten bienestar. «Como ya sabíamos, al cerebro le apasiona el café. La cafeína lo estimula, le genera placer y activación. Por tanto, el simple aroma también puede activar todos esos procesos debido a ese recorrido neuronal que se produce entre la corteza cerebral y el sistema límbico: nos sentimos motivados al recordar sus beneficios.»

«A menudo descuidamos el gran efecto que tiene en nosotros el sentido del olfato. Estamos ante un recurso cerebral prácticamente infrautilizado, cuando en realidad, es un vínculo directo hacia nuestras emociones y memoria, un canal excepcional capaz de conferirnos inspiración, calma o activación, de mejorar nuestra atención e introspección, de hacernos más creativos, receptivos al entorno…»

Este hecho es algo que sabe bien la industria del marketing y se está empezando a aplicar al mundo del trabajo y las organizaciones. Ya hay estudios que sugieren que, en ocasiones, basta una fragancia a vainilla, canela, café o chocolate, para mejorar el bienestar y la productividad de los trabajadores. Estamos ante un tema lleno de posibilidades.

 

 

 

*Fuentes de consulta:

El impacto del aroma a café en las expectativas y el rendimiento

Al cerebro le gusta el café

El olor a café estimula el cerebro y mejora los procesos cognitivos

 

 

La cerveza ‘Corona’ afectada por el Coronavirus: Las asociaciones mentales

La pandemia global que nos ha causado el virus del Covid19 tiene víctimas inesperadas en los mercados.

Por increíble que parezca, una de las cervezas más populares del mundo, marca ‘Corona’ (‘Coronita’ en España), no ha podido evitar la asociación colectiva entre el nombre de la marca y del virus.

El impacto es severo, el fabricante de la cerveza Corona, Constellation Brands Inc., se ha desplomado un 9% en los últimos días en la bolsa de Nueva York.

5W Public Relations, reveló que el 38% de los estadounidenses no compraría Corona “bajo ninguna circunstancia” por la epidemia. Otro 14% respondió que ahora les daría vergüenza pedir esa marca de cerveza en público.

Google Trends reportó que el 57% de las personas que buscaron información sobre un posible vínculo entre el coronavirus y la cerveza Corona usaron el término “virus de la cerveza”, mientras que el 43% restante utilizó “virus de la cerveza Corona”.

Entre otros de los hallazgos de la encuesta, el 4% de los consumidores habituales de Corona dijeron que dejarían de comprar el producto hasta que pase la epidemia y el 16% se mostró confundido sobre la relación entre el coronavirus y la cerveza de origen mexicano.

Fruto de la casualidad y de la mala suerte, el parecido fonético ha sido el causante: Corona beer suena como ‘coronavir’. La asociación mental ha sido inevitable.

Está asociación se produce con toda imagen de marca para, normalmente obtener beneficios, y se obtienen a partir de la expresión verbal y no verbal que ejerce la marca, sea implícita o planeada o, como en este ejemplo de la cerveza, casual.

Las asociaciones mentales de la marca se nutren con el uso de sus productos y se desarrollan a través de las percepciones racionales y emocionales asociadas, en este caso, nefastas…

Las malas jugadas de nuestro cerebro pueden llegar a estos términos, absurdos pero a la vez inconscientes e inevitables.

 

¿Te sientes ridículo cuando bebes? No tienen por qué verte así…

La creencia tradicional ha sido siempre que todo aquel que se pasa con el alcohol se transforma, que los demás nos perciben con una personalidad totalmente diferente a lo que somos realmente sobrios. Pues bien, una reciente investigación al respecto,realizada por psicólogos de la Universidad de Missouri, apunta a que hay poco o incluso ningún cambio en nuestro carácter ebrios o no.

Los investigadores corroboraron a través de su experimento que los efectos del alcohol eran a veces evidentes y, a veces completamente invisibles. En particular, solo se percibían cambios en el rasgo de “extraversión”. A medida que los participantes se sentían cada vez más sociables o asertivos tras beber alcohol, los observadores sí que pudieron observar esos cambios también desde fuera.

Pero esos eran los únicos cambios aparentes a vista de los observadores que fueron capaces de ver. Por el contrario, no les fue posible detectar, por ejemplo, la ansiedad o el neuroticismo, los cambios en la conciencia de bienestar, inquietud, confusión… aspectos que sí sentía la gente bebida . “Los participantes sentían como si estuvieran realmente afectados por el alcohol”, dice Winograd, “Sin embargo, los observadores no percibieron cambios tan drásticos. Sólo los cambios en los rasgos de extraversión eran significativamente evidentes para los observadores.»

“Lo que pensamos de nosotros mismos no siempre puede ser lo que ven los demás”, dice Winograd, “para mejor o peor.” El lado positivo, o la utilidad de estos resultados, podría ser la aplicación que tiene a la hora del tratamiento para personas alcohólicas. Estas conclusiones podrían ser motivadoras para la recuperación de algunos pacientes, y para profundizar en diferencias culturales sobre la socialización y el alcohol.

 

 

*Referencia: New York Post