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Si quieres saber qué te pasa y cómo estás atiende a tu cuerpo.

Hoy cuento con una excepcional firma invitada, María Concepción Gordo Alonso es experta en comunicación y profesora de la Universidad de Nebrija (entre otras muchas cosas), pero sobre todo escribe y transmite con una sensibilidad muy especial su conocimiento sobre las relaciones, con los demás y con nosotros mismos, en un mundo que cada vez pisa más el acelerador, invadido por el ruido y por el análisis racional de todo lo que nos rodea.

Es un gusto leerla y tomar conciencia de nuestra esencia ancestral, como dice ella: Del alma y la piel, la intuición, el instinto, la emoción.

Fotografía CCO

Fotografía CCO

En la era de la mente es más necesario que nunca escuchar a nuestro cuerpo. Somos hombres sabios, o en términos de evolución humana “homo sapiens” y ese papel nos lo hemos tomado quizá al pie de la letra.

Pensamos y pensamos constantemente convencidos como dice Jean Le Ron de que: “La razón acabará por tener razón”; pero claro, tenemos y más bien somos emociones, esas que la razón ignora porque simplemente no las entiende, como venía a expresar Blaise Pascal.

Y esas emociones, eso que percibimos en su mayoría de forma inconsciente, aquello que muchas veces menospreciamos porque no llega a través de nuestro poderoso neocórtex y por tanto no es lógico, es lo que en realidad nos da la pauta más completa de qué nos sucede y de qué les pasa a los demás.

Como dice Paul Watzlawich, en el primer axioma de la Teoría de la Comunicación humana, comunicamos siempre, pero también lo hacemos desde siempre, nos comunicamos con palabras desde hace tan sólo 80.000 años, y eso en perspectiva evolutiva es muy muy poco.

Antes de tener desarrollada el área cerebral de Broca, donde está el lenguaje, no sólo nos reproducíamos, también nos organizábamos como grupo y además nos cuidábamos y protegíamos como especie.

Como dice María Martinón Torres, directora del Centro Español de Investigación para la evolución humana, estamos en este momento de la historia porque, desde hace más de 3 millones de años, hemos sabido acoger las diferencias, entendernos y atender y asistir a los que lo necesitaban, y todo ello sin decir una sola palabra.

Obviamos nuestra intuición, eso que no sabemos por qué lo sabemos, pero lo sabemos, y olvidamos, que como decía Darwin, somos instinto y emoción, y por tanto, estamos preparados para percibir una gran parte de información de forma inconsciente, y solemos olvidar a menudo, esa sabiduría ancestral del alma y de la piel.

Apenas prestamos atención a nuestro lenguaje no verbal, a todo aquello que nuestro cuerpo revela, mientras nosotros estamos enfrascados en entender y producir palabras.

Albert Mehrabian estableció, allá por los años 60, una regla que viene a afirmar que un alto porcentaje (dependiendo del contexto) de lo que percibimos es no verbal, bien sea información gestual derivada de la expresión corporal o facial o bien paraverbal o paralingüística, es decir, cómo decimos lo que decimos.

Esto tiene un calado importante, porque no atender a nuestra comunicación no verbal y a la de nuestros interlocutores hace que nos perdamos una gran cantidad de la información que nos transmiten. Sin duda, como apunta Natalia Gironella, nuestro lenguaje no verbal no siempre es más importante pero sí más completo, más rico, más amplio y mucho más impactante.

Giovana Monterrubianesi de la Universidad de Granada, nos recuerda además que nuestro cuerpo revela el 90% de nuestra afectividad y por tanto es el fiel indicador de nuestro estado emocional. O, dicho de otro modo, si quieres saber qué te pasa y cómo estás atiende a tu cuerpo.

La clave está en observar y observarnos, leer entre líneas, atender a lo que no sabemos, podemos o queremos o quieren decirnos, en escuchar bien, no tanto lo que decimos, sino lo que callamos.

Y como refrenda el gran Antonio Damásio, uno de los más importantes neurocientíficos del siglo XX y Premio Princesa de Asturias de investigación científica y técnica 2005, ser conscientes de que nunca tuvimos que elegir entre razón y emoción porque tenemos, pero, sobre todo, somos ambos.

 

“Hagas lo que hagas, busca el latido” – Elvira Sastre.

#Comunicación #ComunicaciónNoVerbal #Emociones #GestiónEmocional #EvoluciónHumana

 

Referencias:

Mehrabian, A. (1971). Nonverbal communication. In Nebraska symposium on motivation. University of Nebraska Press.

Martinón-Torres, M. (2021). Un niño recostado delicadamente, el primer enterramiento humano de África.

Watzlawick, P., Bavelas, J. B., & Jackson, D. D. (2011). Teoría de la comunicación humana: interacciones, patologías y paradojas. Herder Editorial.

https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=7535677

 

 

El éxito del fenómeno influencer explicado por la psicología

Es indudable que las influencers triunfan ya entre diferentes generaciones y sus opiniones, recomendaciones y estilo, marcan tendencias, publicidad y ventas. ¿Pero qué tienen que engancha tanto? ¿Por qué consiguen influir en millones de seguidores?

Tanto la psicología como la comunicación no verbal tienen mucho que decir al respecto.

Tradicionalmente los líderes de opinión solían pertenecer a las clases altas de la sociedad, por su estilo de vida aspiracional y porque obviamente tenían un mayor acceso a la formación y educación más especializada, por tanto, su preparación, relaciones y conocimientos les dotaban de mayor credibilidad.

Hoy esta tendencia ha cambiado, en buena parte gracias al desarrollo de las tecnologías y la conexión que han logrado las redes sociales. El boca a boca es la nueva modalidad del marketing más eficaz.

Los estudios demuestran que ahora percibimos la publicidad convencional como una amenaza, sin embargo, si un influencer se dedica a establecer vínculos y cultivar relaciones de apego con su comunidad, esa persona nos empieza a resulta familiar, ya tomamos su ‘sugerencia’ como si fuera la de un amigo, alguien conocido, de nuestra total confianza.

Y no solo es fundamental lo que nos cuentan, también importa el cómo lo hacen.

Con un lenguaje muy cercano y coloquial, los influencers conectan contigo a través de un directo, de un vídeo, cara a cara, porque nos tienen que mostrar sus emociones, observamos rostros de placer al oler una determinada crema, o felicidad y diversión en un viaje o en tal hotel… Y además lo combinan sutilmente con días malos, también nos enseñan su tristeza, su ansiedad, su agobio o indignación con los haters, esto nos hace ponernos en su lugar, querer ayudarles, nos conectan aún más a ellos.

Casi podemos sentirlo, nos contagian emociones a través de su conducta no verbal y esa es la mejor forma de influir y convencer, pura empatía positiva. Nuestro cerebro se engancha a esa visión y querrá repetir cada día, sin perderse nada.

Porque no podemos olvidar el fenómeno del ‘deseo de pertenencia‘ para cerrar el círculo. El influencer se apoya en las aspiraciones de pertenencia de su audiencia a ese universo ‘mejor’, bello, atractivo, lujoso,  cuando recomiendan una peluquería, un perfume o un determinado restaurante. Su comunidad experimenta la necesidad de imitar en algún sentido ese estilo de vida para sentirse más cerca de ese mundo glam que proyecta.