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«No amo a mi hijos». Soy psicópata

Tenéis a algún psicópata a vuestro alrededor, seguro. Por probabilidad puede ser vuestra madre, hermano, pareja, jefe, vecino… Están en todas partes y normalmente son personas muy influyentes (aquí 4 pruebas científicas que lo demuestran). Reconocerlos no es difícil si se sabe cómo buscar, lo primero de todo es saber qué es la psicopatía y cómo identificarla en la gente que nos rodea (pincha aquí para descubrirlo).

Realmente, hay muchos psicópatas adaptados en la vida real, conviven socialmente y además suelen ser personas de éxito. Y lo cierto es que no todos son criminales porque sí que son muy conscientes de los resultados que pueden tener sus acciones, aunque romper la ley suele ser una manera muy fácil de cumplir sus objetivos, deben ‘capear’ ciertos límites para llegar a la meta sin caer en el intento.

No reciben satisfacción social pero la autorrealización es una de las pocas necesidades de nivel superior que pueden ‘saborear’. Son capaces de llegar hasta donde sea mientras no se les pare los pies y no tienen en consideración a nadie. En esas circunstancias, es raro que una persona psicópata (desgraciadamente) no tenga éxito en su vida.

Al ser humano en general no sólo le dan miedo las consecuencias legales de sus actos, también las consecuencias sociales, pero el psicópata no tiene freno. Allá donde la ley no sea capaz de pararles los pies los psicópatas tendrán una tendencia criminal que pueda reportarle los suficientes beneficios.

El término ‘psicopatía’ está bien definido, el término ‘buena persona’ es bastante más complejo y subjetivo. La psicopatía es un síndrome genético, no aparece de repente en la edad adulta, por tanto la persona está habituada desde bien pequeña (sí, también hay niños psicópatas) a hacer daño y destruir lo que hay a su alrededor (no tiene por qué ser físicamente), sin consideración, aunque sus intenciones sean buenas.

Por supuesto muchos psicópatas se adaptan sin demasiada dificultad a la sociedad y no causan grandes problemas, pero sus métodos muchas veces nos impiden pensar que son buenas personas. Si bien es cierto que las personas con psicopatía son capaces de aprender a comportarse bien, ser educados, tener modales, pudiéndose convertir en personas ‘no perjudiciales’ para su entorno, siempre tienen un fin individual y no poseen sentimientos/emociones reales de amor, empatía, compasión, generosidad, admiración, etc, ni por sus hijos ni por nadie.

Lo define muy bien un ejemplo traído por Guillermo Jiménez en su (muy recomendable) blog ‘Lecturonauta’ y que os dejo para la reflexión y el debate:

En Quora, plantearon la siguiente cuestión: ¿Pueden los psicópatas amar a sus hijos?

Una madre diagnosticada con psicopatía nos da su respuesta:

No, yo no “amo” a mis hijos… pero ellos ciertamente creen que lo hago. Veo a mis hijos como posesiones. Esto va a “sonar mal”, pero yo los veo como una especie de mascotas o muñecas. Son míos para entrenar, educar y moldear.

  1. Les decía lo que hacer y lo hacían. Punto.
  2. Respondía a sus preguntas, pero ellos sabían preguntarlas en privado (no en público). Normalmente no mentía a la hora de responder estas preguntas…

(Por ejemplo, preguntaban “¿De dónde vienen los bebés?” y les daba la charla sobre el sexo [mi hija tenía 5 años cuando preguntó esto por primera vez, y mi hijo, 8 años]. Sin embargo, si preguntaban “Mamá, ¿nos quieres/amas?”, yo, por supuesto, les decía algo por el estilo de “¡Con todo mi corazón!” porque reconocía que tienen sentimientos y yo no los tengo, y quería que mis “mascotas” estuviesen felices y contentas. No deseo hacerles daño emocional).

  1. Nunca tuvieron permitido creer en Santa, el conejo de Pascua, el hada de los dientes, o cualquier otro sinsentido.
  2. Empezaron a aprender meditación y yoga cuando fueron muy jóvenes (hija, 2 años; hijo, 3 años).
  3. Las personas que interactuaban con mis hijos (jóvenes) no tenían permitido usar el sarcasmo cuando se comunicaban con ellos o “bromear” con ellos. Los niños jóvenes no entienden el sarcasmo y “bromear”. Les permití aprenderlo con sus compañeros en la escuela (cerca de 5º/6º curso (N. del T: Entre 10 y 12 años)).
  4. A mis hijos se les enseñó acerca de todos los tipos diferentes de religión y tuvieron permitido elegir cualquiera de ellas que sintieran que se adecuaba mejor a ellos (Mi hija eligió la Wicca y mi hijo es “espiritual”).

Mis hijos tienen buenos modales, se graduaron con honores (tanto en el instituto como en la universidad), y tienen carreras exitosas y florecientes en sus respectivos campos. Entienden como jugar al juego sin ser eclipsados o consumidos por él. Han sido entrenados para ser lobos, no ovejas.

Y aunque estoy orgullosa de que sean míos y los apruebo, no los amo.