El histórico encuentro, en el Palacio de la Moncloa, entre el presidente del gobierno (en funciones), Mariano Rajoy, y el presidente de la Generalitat de Cataluña, Carles Puigdemont, nos deja imágenes interesantes. Ya hemos comentado que en estas ocasiones de relevancia política suele haber una lucha de poder, por ganar la mejor posición, por quedar en un estatus superior al otro, aunque sea en apariencia.
Fotografía EFE/Paco Campos.
Rajoy como anfitrión toma la posición más ventajosa al recibir a su invitado, se coloca de tal forma que cuando se produce el apretón de manos ante los medios será el dorso de su mano el que predomine, esta es la posición dominante y la que evoca en los observadores la sensación de control y autoridad en la escena. Pero además, no acerca su mano hacia él, coge la suya y la lleva hasta su altura (tal y como se observa en el fotograma adjunto). Uno de los datos más relevantes, para interpretar una escena de esta índole, pertenece al canal háptico, el tacto, es un canal esencial para expresar cercanía, estima e interés. La forma de tratar a los demás en esta situaciones también puede reforzar esa dominancia.
En este caso, los toques que se producen se relacionan directamente con el dominio y la autoridad de Rajoy sobre Puigdemont, observando las imágenes en movimiento, el presidente catalán queda en una posición muy sumisa, se deja hacer y se deja llevar por Rajoy. No considero que en esta ocasión se vincule directamente con la personalidad de cada uno (uno dominante y otro sumiso) sino por la coyuntura del momento, es una cuestión de tablas que Rajoy ‘aprovecha’ para articular el ‘baile’ gestual del encuentro.
Albert Rivera durante su intervención en el debate de investidura del líder socialista. (EFE/Zipi)
El claro protagonista en el segundo debate de investidura fue sin duda el comportamiento no verbal, nos encontramos con constantes gestos de asentimiento o desaprobación que da buena cuenta de los acuerdos o no que existen entre partidos. Y si hay que que señalar a un representante político concreto, gana el lenguaje no verbal deAlbert Rivera, que con su intervención rebajó la tensión creada momentos antes en el hemiciclo.
Y es curioso, porque normalmente él es una persona muy nerviosa y muy inestable emocionalmente, lo vimos muy descontrolado en los debates durante la campaña electoral. Pero en estas jornadas de investidura está muy relajado, su tono es conciliador, el discurso pausado y tranquilo, utiliza las pausas y los silencios adecuadamente, su corporalidad es natural y espontánea, repleta de gestos ilustradores de su mensaje que hacen que se perciba como creíble, sus palabras se transmiten producto de la convicción y la sinceridad. No ha entrado al trapo del tono bronco que había adquirido el debate hasta el momento, no hay agresividad en su actitud. Y sobre todo, y lo más importante para resultar triunfante en su intervención, es que aún teniendo ésta una duración considerable, no lee, esto es uno de los aspectos fundamentales para conectar con el espectador, la percepción que despierta en el observador será de seguridad, honestidad y la sensación de que no habla para sí mismo, para brillar soltando un mensaje rimbombante sin más, sino que demuestra su afán por abrirse a una comunicación efectiva, crear conexiones, se esfuerza por convencer.
Pedro Sánchez, en la primera sesión de investidura estaba muy nervioso, denota la importancia de ese momento para él, estaba tenso, se balanceaba. En esta segunda jornada estaba mucho más tranquilo y sereno, aunque como es habitual sus gestos y ritmo del discurso resultan demasiado artificiales, están encorsetados y ensayados y como casi siempre peca de falta de naturalidad.
Pedro Sánchez comienza muy nervioso, su balanceo es constante (y este es el indicador corporal más flagrante que podemos identificar como filtración de la tensión e inseguridad). No se pueden establecer emociones concretas en su rostro porque lee absolutamente todo el discurso (algo que no suele ser habitual en él), los gestos en la primera mitad de su exposición son artificiales, no consigue reproducirlos de forma natural y espontánea. Todo ello realmente da cuenta de la importancia del momento, es un momento relevante para él y le causa un impacto emocional tal que se bloquea su lenguaje corporal, como decía, sobre todo en la primera mitad de su intervención. Al final encuentra el equilibrio y se estabiliza emocionalmente, retoma la compostura, desprende una mayor firmeza y seguridad en su conducta.
Mariano Rajoy aparece en escena comiendo chicle, ‘ido’ durante toda la jornada, muy indiferente hacia el discurso de su rival político. Incluso podemos identificar expresiones de desprecio tras algunos de los aplausos de los asistentes (de los diputados del PSOE en mayor medida). Sánchez no merece su respeto y se considera en un plano superior a él y al momento en el que se encuentran. Lee el resto de la entrada »
Rajoy evita el saludo con Pedro Sánchez delante de la prensa/Foto de BERNARDO DÍAZ.
De todas, esta es la fotografía más representativa del momento ‘cobra’, no es cierto que a veces una imagen valga más que mil palabras, al menos en lo que a comunicación no verbal se refiere, pero en este caso, la captura del instante fue impecable.
El encuentro entre ambos líderes políticos creaba expectativa más por las formas que por el fondo y desde luego, la escena que reprodujeron no defraudó precisamente en lo que comunicaron no verbalmente.
Frialdad extrema, distancia insuperable entre ambos y relación difícilmente reconciliable. No solo se desprende a través del momento en el que Mariano Rajoy no le da la mano a Pedro Sánchez en un saludo protocolario, sino que podemos apreciar cómo además el representante del PP lo hace con orgullo, ‘infla su pecho’, yergue su postura y eleva la cabeza, su figura se convierte en una estatua de culto. Es un gesto que tenía meditado y se siente soberbio al haber cumplido, no da la sensación de que “fue un simple despiste” tal y como se apresuró a declarar el líder del PSOE para quitarle importancia al asunto.
La respuesta es clara al analizar la secuencia: Esperanza Aguirre no estaba convencida de su decisión y probablemente esta determinación no viene tomada por ella misma. La justificación es sencilla, solo hay que comparar su lenguaje corporal en la rueda de prensa del día de ayer con el de su anterior retirada de la primera fila de la política en el mes de septiembre del año 2012, donde podemos identificar cómo el ritmo era más allegro, más mecánico, sin apenas trascendencia emocional y con un habla más fluida.
El exministro Jérôme Cahuzac a su llegada al juicio por supuesto fraude agrede a un periodista. Foto Agencia EFE
En su día analicé en este blog la agresión a Mariano Rajoy por parte de un chico que había manifestado su odio en días anteriores a través de las redes sociales. Mucho más reciente es la agresión a un periodista por el exministro francés Jérôme Cahuzac al llegar el pasado lunes a los juzgados para declarar por supuesto fraude. Ni que decir tienen los cientos de vídeos que podemos encontrar en la red de peleas en el parlamento chino, italiano, ucraniano, japonés, venezolano y un largo etcétera.
Parece ser una situación desgraciadamente muy repetida en el ámbito político. En este contexto se dan unas pautas de conducta no verbales y emocionales muy particulares que vamos a detallar a continuación.La transformación emocional que se sucede en este contexto sigue tres fases:
EP/Andrés Kudacki
1. Indignación-ira: La persona percibe que algo o alguien se interpone en conseguir sus objetivos, cree que se ha producido una injusticia con él, ve amenazada su integridad física, bienestar o forma de vida. Su rostro muestra odio, ceño fruncido, tensión muscular y mayor apertura de las fosas nasales ¿Podría ser la descripción del caso de la agresión a Mariano Rajoy o a Cristina Cifuentes?
Foto de ‘LeParisien’
2. Superioridad moral basada en el desprecio: Empiezan a reinterpretar las situaciones que les inducen a la ira y reconsideran los acontecimientos desde una posición de superioridad moral, justificando sus creencias y atribuyendo a los responsables de la situación indeseable como seres inferiores. Lo que vemos en sus rostros va a ser el desprecio, descrita por la elevación unilateral de la comisura labial. ¿Caso de Jérôme Cahuzac?
3. Agresión basada en la emoción de asco: Es el sentimiento más extremo e intenso antes de un ataque, una absoluta repudia y rechazo por la persona que tenemos delante. Lee el resto de la entrada »
En los días iniciales de esta semana el Rey Felipe VI ha recibido a los principales líderes políticos de la nación para continuar con las negociaciones y posibilidades de una formación de gobierno definitiva. Es especialmente revelador identificar e interpretar las diferencias en esta interacción entre unos y otros para establecer significados e intenciones ocultas a través del lenguaje corporal.
Tanto Rajoy como Sánchez muestran actitudes estables que transmiten confianza y seguridad. Se notan que ambos tienen tablas y manejan la interacción con la naturalidad propia de quién conoce el medio. Rivera y Pablo están más descontrolados, algo perdidos e incitan situaciones no del todo adecuadas para estos encuentros. De hecho los encuentros más curiosos y elocuentes son los protagonizados por Albert Rivera y Pablo Iglesias.
En Rivera identificamos los nervios y la tensión de siempre ante situaciones que él no controla del todo. Ya son famosos sus gestos automanipuladores (tocarse constantemente a sí mismo para descargar estrés), se sujeta los dedos, se coloca el traje, etc. Ocurren en este encuentro dos datos curiosos que además contradicen la interpretación de la situación. Por un lado, el apretón de mano es totalmente sumiso, (como vemos en la imagen), no tiene una inclinación horizontal, su mano está significativamente con la palma hacia arriba, su cuerpo ligeramente inclinado, en señal de reverencia y su gesto facial es de una elocuente admiración.
Ojalá pudiéramos tener la secuencia en vídeo (y si fuera con cámara oculta mejor) de estas negociaciones de una conmoción emocional muy significativa, y así poder ir enlazando la conducta no verbal con el discurso de ambos. Las instantáneas nos ofrecen menos información, o al menos, más sesgada a la hora de interpretar, pero siempre podemos jugar con las diferencias entre unos y otros para establecer buenas o malas sintonías en comunicación. En este caso, hay numerosos fotogramas que reflejan una posición muy parecida a la de estas dos imágenes que adjuntamos aquí, es decir, que la postura se mantiene en el tiempo y esto ya es válido para realizar inferencias sobre su nivel de rapport (compenetración psicológica en la comunicación).
Tenemos que destacar que existe una mayor conexión entre Rajoy y Rivera que en Rajoy e Iglesias. Esto no quiere decir que ambos estén de acuerdo en el contenido ideológico de lo que comparten, sino que están dispuestos a escucharse, comprenderse y empatizar.
Encuentren las siete diferencias entre ambas fotografías, hablan por sí solas. De esta forma es mucho más sencillo visualizar la importancia y la información tan reveladora que nos da un simple saludo, un apretón de manos. Es brutal la distinción que hay en un mismo gesto según los estados emocionales que pueden provocarse por diferentes situaciones y contextos de alto impacto.
Hoy se producía el primer y esperado encuentro entre Mariano Rajoy y Pedro Sánchez tras la incertidumbre ocasionada por los resultados electorales del 20-D. Las imágenes y la secuencia videográfica son escasas, tanto como el afecto que ambos se han mostrado, pero analizamos paso a paso los indicadores no verbales más reveladores que se han producido en este esperado encuentro.
Mariano Rajoy (¿aún?) está en casa, se muestra territorial y lidera corporalemente la situación. Sale a recibirle con paso marcial, rápido, erguido y seguro en su caminar, no titubea, se aproxima todo lo que puede a su encuentro, no le espera, baja la escalera para recibirlo lo más inmediatamente posible, quiere demostrar que él es el líder. Es Rajoy quién ofrece en primer lugar la mano, Sánchez espera y acepta el saludo con desgana, como que “no le queda otra”, esto es interesante, ya que normalmente esperamos que nos ofrezcan la mano para saludar cuando consideramos a la otra persona como una figura de autoridad, en un puesto mayor de la jerarquía, aún con desdén, Sánchez le respeta.
Después de una lucha encarnizada por el poder y tras una campaña agotadora, llegó el momento del desenlace, pero a través de este análisis iremos más allá de los datos, analizamos la comunicación no verbal de los principales candidatos a la presidencia en sus comparecencias. ¿Serán congruentes?
Pablo Iglesias aparece con una sonrisa permanente antes del discurso, se abraza con su equipo y no para de sonreír. Sonríe tan sostenidamente en el tiempo que no puede dar cuenta de una expresión de alegría natural, sino que la mantiene artificialmente para posar ante los medios. Esto no es ni bueno ni malo, es solo la imagen que elige proyectar. Al inicio lee el discurso preparado, algo que no suele ser frecuente en él, pero contextualizando “es lo que toca”. Cuando aporta datos y porcentajes exitosos para ellos la sonrisita que se le escapa a Errejón es reseñable: se le ve realmente satisfecho con los resultados e intenta reprimir esta sonrisa que sale sola, suponemos que por respeto a los partidos que no salieron tan bien parados.