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El alcohol no es un buen aliado para la ansiedad durante el confinamiento

Sí, aclaro que el alcohol no es nunca un buen aliado. Lo contextualizamos ahora en el estado de alarma por coronavirus tras los inquietantes resultados de los estudios y estadísticas de ventas que relacionan directamente el aumento notorio de consumo de tabaco y alcohol durante el confinamiento.

Pexels.com/Fotografía de uso libre

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Tras el acopio inicial de papel higiénico y productos de limpieza, pasamos por agotar la harina y la levadura en los supermercados (con su correspondiente efecto terapeútico), y ahora el elemento diferencial en la cesta de la compra de los últimos días lo ha marcado la cerveza (con un incremento de casi el 80% con respecto al mismo mes del pasado año), así como también el vino (superando el 62%) y demás bebidas alcohólicas (con un aumento del 36%).

Parece que las prioridades van cambiando y hemos pasado de la preocupación por los productos básicos a la ingesta del ‘capricho’.

Esto ocurre por varias razones:

Después de más de 30 días ya nos hemos cerciorado de que la alimentación y productos de necesidad siguen disponibles en nuestra tienda habitual, el terror inicial ya ha pasado, ya no hay miedo al desabastecimiento.

Nos dejamos llevar por el sistema de recompensas que nos demanda el cerebro en situaciones complicadas para así equilibrarnos y producir mayores niveles de endorfinas y sentirnos felices a ‘corto plazo’.

En segundo lugar, la propia  ansiedad, la preocupación, la incertidumbre o el aburrimiento suelen ir de la mano con un aumento en la probabilidad de fumar y beber más. Una vía de escape para el estrés.

Por último, no solemos comprar tanto alcohol para casa porque la consumición habitual de bebidas alcohólicas se realiza en un entorno social, bares, cenas con amigos, restaurantes, pubs o discotecas. Realmente ‘compensamos’ ese consumo ahora en casa, a veces con compañía en videollamada de por medio.

Las autoridades sanitarias han tenido que intervenir y recordar los peligros de refugiarnos en el alcohol y el tabaco como remedio para combatir la soledad o el estrés. Sanidad advierte que el tabaco empeora el curso de las enfermedades respiratorias como la enfermedad del Covid-19.

La euforia y bienestar que produce el alcohol será momentánea. Las grandes oleadas de dopamina le ‘enseñan’ al cerebro a buscar alcohol y a dejar de lado otras actividades y fines más sanos.

Después produce un ‘efecto rebote’ que hará que te sientas aún peor que antes de haber bebido, alterará más tus rutinas y profundidad del sueño y asumes un gran riesgo de generar en tu organismo una adicción permanente.

Por último, no olvides que el consumo de alcohol origina una fuerte e inevitable tolerancia. Alguien que abusa del consumo del alcohol termina sintiéndose sin motivación, desanimada o deprimida y no puede disfrutar de las cosas que antes le causaban placer.

Llegado ese momento, la persona necesita continuar consumiendo más cantidad para sentir apenas un nivel normal de recompensa, lo que solo empeora el problema y crea un círculo vicioso.

Esto no es ninguna broma… ¡Cuídate!

Coronavirus y harina: La repostería también tiene efectos terapéuticos

Tras el desabastecimiento del papel higiénico y de productos de limpieza (‘linkea‘ para acceder al análisis psicológico de estos comportamientos) hemos pasado a la misión imposible de encontrar harina y levadura en el supermercado.

Las reacciones ante el coronavirus son insospechadas pero todo (o casi) tiene su porqué.

Para una muestra solo hay que dar una vuelta por redes sociales. Nuestros amigos y familiares no paran de subir a sus perfiles bizcochos recién horneados, pan artesanal, tartas, magdalenas y galletas caseras…

De repente vivimos en el boom de la repostería por coronavirus.

Las estadísticas nos dan el dato: El consumo de harina se ha disparado hasta un 196% con respecto a semanas anteriores. ¿Qué nos lleva a realizar frenéticamente esta actividad durante el confinamiento?

La razón más obvia es que se trata de una actividad útil pero ociosa que ocupa nuestro tiempo y que podemos compartir en familia, puede ser entretenida y muy divertida para los más peques de la casa.

Consumir dulce (con moderación) es beneficioso para nuestra salud mental.

La repostería es una tarea relativamente sencilla, estructurada y demandante de toda tu atención.

La cocina, y la repostería en concreto, nos hace no pensar en nada más, nos focaliza plenamente en una actividad, por lo que incluso se suele recomendar practicar esta actividad como terapia psicológica para tratar ciertas enfermedades mentales.

En estos tiempos de estrés, ansiedad e incertidumbre, nuestro sistema de recompensa se dispara. Nuestro cerebro nos pide ‘caprichos’ para equilibrar la balanza de emociones y experiencias dispares.

Nos apetece comer dulces y saltarnos la dieta porque esto nos ayuda a sentirnos mejor, nos damos un premio y calmamos la ansiedad a corto plazo.

John Whaite, ganador en 2012 del reality show The Great British Bake Off y diagnosticado de trastorno bipolar desde 2005, contaba a la BBC que, aunque obviamente cocinar no cura su trastorno pero sí que le ayuda a sobrellevarlo.

“Cuando estoy en la cocina, midiendo la cantidad de azúcar, harina o mantequilla que necesito para una receta o cascando la cantidad exacta de huevos, siento que tengo el control. Esto es muy importante, porque una de las claves de mi trastorno es el sentimiento de que no tienes control”.

Así que… ¡Seguid con la repostería! Las actividades creativas nos ayudan a relajarnos, afectan positivamente a nuestras emociones y nos proporcionan una sensación de control y crecimiento personal.

Eso sí, no olvides combinar el consumo de dulce con actividad motora intensa. Practica ejercicio en casa. Ambas actividades forman la combinación perfecta para pasar lo mejor que podemos esta extravagante etapa que nos ha tocado vivir.

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*Referencia: María Arranz para Freedamedia.es